El libro que hoy me cabe la satisfacción de presentar al público es la primera edición de la obra fundamental del método homeopático, un método terapéutico que nació como alternativa a la ineficaz y a menudo absurda medicina de su época y que, doscientos años más tarde, sigue teniendo plena vigencia y, triste es tener que decirlo, permanece en intensa aunque no deseada confrontación con la medicina institucional.
Esta obra posee, aparte del médico y científico, un indudable interés histórico y cultural. Los conocimientos que contiene, que vienen a constituir la esencia del método homeopático, representan, en sus aspiraciones y en sus logros, lo mejor del espíritu ilustrado. En ese sentido es posible afirmar que si existe una medicina de la modernidad, esa medicina es la homeopatía.
En estas páginas, el lector podrá percibir con nitidez la actitud empírico-racional de Hahnemann, que desprecia tanto el empirismo ramplón como el racionalismo volcado a la especulación vacía. Otorga, por el contrario, primacía al despliegue de un pensamiento racional que dé cumplida cuenta de los datos proporcionados por la observación. Vemos así cómo combate la praxis empírica de la medicina de su época mientras defiende la cuidadosa observación de los datos clínicos; cómo menosprecia los ejercicios especulativos de los sistemáticos mientras apuesta por una razón reflexiva basada en hechos.
Al publicar por primera vez en castellano su texto fundacional, estamos seguros de que aprovechará no sólo a los médicos sino también a cualquier persona interesada en la homeopatía aunque no posea conocimientos previos de medicina. Por eso, intentando acercar el texto al lector profano, hemos anotado a pie de página todos aquellos conceptos y expresiones que, ya sea por antiguos ya sea por muy especializados, pudiesen representar algún escollo para una persona sin ningún conocimiento de medicina o de homeopatía. El especialista sabrá disculpar este exceso de celo, que no tiene otro fin que el de ayudar a la divulgación y mejor conocimiento de este excelente método curativo. No estará de más aclarar que ha sido nuestra intención positiva evitar que las notas de traducción constituyan, en ningún sentido, glosa o reflexión crítica sobre el contenido de la obra. Si hemos incurrido en algo semejante, el lector hará bien en ignorar nuestras opiniones.
Las notas de Hahnemann aparecen en la edición original al final de cada parágrafo bajo los epígrafes de “observación”, en el cuerpo del texto, y hemos respetado esa disposición. No obstante, existen en toda la obra tres notas a pie de página, llamadas con asterisco. Imaginamos que se trata de anotaciones de última hora facilitadas al impresor después de compuesto el texto. Nosotros, con criterio meramente intuitivo, hemos incorporado dos de ellas al texto del parágrafo correspondiente, y hemos dispuesto la otra como una “observación”. Por consiguiente, todas las notas que se conservan a pie de página son notas de traducción.
De las traducciones se dice, y con razón, que las fieles no son buenas y las buenas no son fieles. Naturalmente, la fidelidad a la que se refiere tal sentencia es la fidelidad a la letra. Alejándonos lo menos posible de la misma, hemos pretendido ante todo ser fieles al espíritu de la obra, hacer comprensibles en castellano actual las observaciones, ideas y razonamientos de Hahnemann.
Esta traducción del alemán comenzó siendo una traducción de la traducción inglesa. Como estamos seguros de que el lector tiene derecho a saber lo que se le ofrece, nos parece oportuno ponerlo al corriente de los detalles.
Órganon de la medicina racional es la primera edición de la obra de Hahnemann que posteriormente se titularía Órganon de la medicina, alcanzando con este título un total de cinco ediciones más, hasta la sexta, edición póstuma, que es la que suele utilizarse como referencia, por ser la última, en la mayor parte de los trabajos sobre homeopatía. Órganon de la medicina racional se editó en Dresde, en 1810, y que tengamos noticias sólo se realizó de la misma una traducción al inglés, publicada simultáneamente por un editor de Londres (J.M. Dent and sons) y otro de Nueva York (E.P. Dutton and Co.), en 1913, que viene con un “Prefacio del traductor” firmado por el conocido homeópata W. E. Wheeler.
Esta fue la edición que traduje al castellano en 2003, movido por un interés exclusivamente personal. Completada la misma, y como quiera que el resultado dejaba pendientes algunas dudas y lagunas, busqué y conseguí, gracias a los buenos oficios de mi amigo Martin Dinges, una copia de la edición alemana. Mi intención era la de, valiéndome de un diccionario y de la somera ayuda de algún conocedor del idioma alemán, aclarar las cinco o seis dudas insalvables que la versión inglesa había dejado en mi ánimo de traductor menesteroso. Pero he aquí que la edición alemana, lejos de ayudarme a completar un trabajo que yo creía casi concluido, contribuyó más bien a todo lo contrario, porque lo que puso de manifiesto fueron las enormes carencias de la inglesa.
Efectivamente, Wheeler había obviado la “Introducción” de Hahnemann y la había sustituido por otra de nuevo cuño sin firma alguna. He dicho obviado pero he dicho mal; la realidad es mucho peor: Wheeler había sustituido dicha “Introducción”, que en la edición original ocupaba 43 páginas, por otra de una página y media, seguido por una “Nota del traductor” en la que se puede leer: “En la edición original, entre el prefacio y el cuerpo de la obra, Hahnemann insertó una introducción dedicada principalmente a recopilar las aplicaciones de la ley homeopática hechas y reseñadas por otros médicos. Esta introducción es por lo tanto de un interés principalmente técnico, y se ha omitido aquí…” No entraré a discutir las razones técnicas que hayan podido asistir a Wheeler en esta decisión, pero resulta evidente lo poco afortunada que fue. Aunque con toda franqueza, creo que el fondo de la cuestión es mucho menos “técnico”. Más bien tiene que ver con el esfuerzo del traductor y eventualmente el precio en libras esterlinas de ese esfuerzo. En efecto, aunque la traducción viene firmada por Wheeler, lo cierto es que, como él mismo nos explica en su “Prefacio…”, se valió del trabajo de un profesional: “Al preparar mi traducción, he contado con la ventaja de la cooperación del señor James Speirs, hasta su repentina y prematura muerte…” Muerto Speir, Wheeler cuenta con otra ayuda: “… y la impagable asistencia de mi amigo, el doctor T. Millar Neatby, M.A., que ha criticado constantemente el trabajo, como médico y escritor, dando a esta versión un valor del que de otro modo habría carecido.” Dada la escasa calidad de la versión de Wheeler no quiero imaginar cómo hubiera sido de no contar con la ayuda del amable Millar.
Por otro lado, aparte de la irreparable pérdida de la “Introducción” de Hahnemann, Wheeler, o quienquiera que fuese el traductor, había decidido por su propia cuenta eliminar un buen número de “observaciones” e incluso un parágrafo entero que más tarde descubrimos formando parte equivocada de una “observación”. A cambio, y con generosa solicitud, había querido obsequiar al lector de habla inglesa con una buena cantidad de notas propias que principalmente versaban sobre la relación entre las ideas de Hahnemann y la medicina de los primeros años del siglo XX, notas que si alguna vez tuvieron valor, es evidente que un siglo más tarde ya lo han perdido.
Por consiguiente necesitaba ayuda.
Conozco a Juan Pablo Larreta (Juancho para los amigos) desde hace muchos años. En la actualidad es profesor titular de Filología Alemana y responsable del área de Filología Alemana del Departamento de Filología y Traducción, en la Universidad Pablo de Olavide. Sus especialidades son la lengua y la lingüística alemanas. Dado el antiguo interés de Juancho por la homeopatía, se prestó de inmediato a trabajar conmigo en el proyecto de completar una traducción cabal de Órganon de la medicina racional. Juancho realizó la traducción de los fragmentos que faltaban y a partir de ahí vimos la necesidad de una revisión en profundidad para pulir el texto y ajustarlo a la fuente original. De este modo, y mientras cobraba cada vez más cuerpo la idea de publicar el resultado de ese trabajo, procedimos a una minuciosa revisión que nos llevó aproximadamente un año, a razón de una o dos reuniones semanales de cuatro horas de duración, en las cuales el filólogo y el homeópata, provisto el primero de su texto alemán y el segundo de la ya completa traducción castellana del inglés, discutimos una y otra vez parágrafo por parágrafo, línea por línea y palabra por palabra, hasta que disipamos cualquier duda sobre el significado y el sentido de esta primera redacción de la obra fundamental del fundador de la homeopatía. Así fue como una traducción de la versión inglesa terminó siendo una traducción del alemán. El hecho de que el que escribe estas líneas no conociese nada del idioma de Hahnemann, creo que ha resultado ser más una ventaja que un inconveniente. En efecto, tal circunstancia ha obligado al filólogo y al homeópata a un esfuerzo si cabe mayor para conseguir un texto que cubriese las expectativas de ambos. Creemos que el lector en español sabrá apreciar ese esfuerzo.
Los traductores recomendamos con entusiasmo la lectura de Órganon de la medicina racional, una obra que 196 años después de ser escrita conserva, en su mayor parte, plena vigencia científica y médica, y revela el esfuerzo de un médico para el que la búsqueda de la verdad y del bien de sus semejantes constituyó un deber sagrado Aquí podrá encontrar el lector el espíritu inicial y permanente de la homeopatía redactado por un Hahnemann más candoroso y más directo que el que encontraremos en ediciones posteriores, en las que adopta una actitud defensiva e incluso agresiva contra sus detractores. Es fácil imaginar que en 1810, al publicar por primera vez las bases de su método de una manera completa y acabada, Hahnemann estaría persuadido de que tan útiles conocimientos habrían de ser universalmente aceptados; de que la evidencia de las curaciones producidas por la homeopatía, la facilidad de su comprobación, la claridad y sencillez de los procedimientos expuestos para lograrlas, habrían de convencer fácilmente a la mayor parte de sus colegas. Esa espontaneidad y esa frescura constituyen un atractivo más de esta obra.
Por su valiosa y desinteresada ayuda como consultores, queremos dejar constancia de nuestra gratitud a los siguientes amigos:
Celia Larreta Zulategui y Honesto Rubín Córdoba, filólogos.
Fernando Rubín Arévalo, catedrático de Química jubilado.
Martin Dinges, historiador. Investigador especializado en la historia de la homeopatía.
Matthias Wischner, médico. Investigador de la historia de la homeopatía.
Inge Heinz, médico homeópata. En la actualidad desarrolla una tesis de título: El tratamiento de la Princesa Luise de Preussen por Hahnemann durante los años 1829-1835.
Dinah Morales Pérez, médico homeópata.
Y por el arduo, y jamás suficientemente valorado, trabajo de revisar y corregir los textos, a:
Matilde Rubín Córdoba, filóloga.
José Manuel Ballesteros Pastor, escritor.
Autor: Dr. Emilio Morales Prado, Sevilla, diciembre de 2005.
Publicado en la editorial Mínima
Prefacio del autor
La verdad que todo el mundo anhela,
que nos hace felices, yace para siempre
no profundamente enterrada sino ligeramente cubierta
por la sabia Mano que la destinó a los hombres.
Gellert
En nada es más unánime el testimonio de todos los tiempos que en mantener que el arte de la curación es un arte de conjetura (ars conjecturalis): ningún arte, por consiguiente, tiene menos derecho a rehusar una investigación en la profundidad de sus bases que éste, sobre el cual se fundamenta la salud, la más preciada posesión terrenal del hombre.
Yo afirmo bajo palabra que, en tiempos recientes, he sido el único que lo ha sometido a una seria investigación imparcial, y que he mostrado al mundo, en publicaciones firmadas o anónimas, las convicciones que han resultado de ello.
A través de esta indagación encontré el camino de la verdad, por el que he transitado solo; un camino muy alejado de las vías comunes de la rutina médica. Mientras más avanzaba de verdad en verdad, tanto más se separaban mis conclusiones (que sólo he sostenido cuando quedaban confirmadas por la experiencia) del antiguo edificio que, por estar construido de opiniones, sólo con opiniones se mantiene.
Los resultados de esas convicciones están expuestos en este libro.
Queda por ver si los médicos que intentan enfrentarse honestamente con sus conciencias y con la humanidad pueden abrir sus ojos a la verdad dispensadora de salud, o si continuarán ateniéndose a un siniestro tejido de conjeturas arbitrarias.
Al menos quiero advertir desde el comienzo que la indolencia, el deseo de comodidad y la obstinación hacen imposible el servicio ante el altar de la verdad, y que tan sólo la libertad de prejuicios y un celo incansable sirven para la más sagrada de las tareas humanas: la práctica del verdadero arte de curar. El médico que trabaja con este espíritu sigue de cerca a la Divinidad, al Creador del mundo, cuyas criaturas ayuda a mantener, y cuya aprobación hace su corazón tres veces bienaventurado.
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