La homeopatía, ¿una medicina filosófica?

Constituye un permanente desafío para el médico homeópata el mayor conocimiento de la naturaleza humana como medio de obtener un asimismo mayor conocimiento del hombre en su enfermedad. Pero lo que la perspectiva del homeópata tiene de original en esta búsqueda es que dicho conocimiento sólo será válido si es posible llevarlo de manera inmediata a la prescripción, es decir, si el mejor conocimiento del hombre enfermo tiene, como consecuencia directa una prescripción más ajustada, y por consiguiente una mayor aproximación a la salud.

Tratándose de asuntos tan prácticos como influir directa y premeditadamente sobre la realidad de unos hechos sensibles, va de suyo que la filosofía sobre la cual se soporte nuestra investigación debe ser de aquella clase que no ponga en cuestión la realidad sensible e intelectualmente aprehendida. Es decir, que para los fines de esta investigación práctica hemos de sostener nuestros argumentos, derivar nuestras conclusiones, a partir de una filosofía que acepte la adecuación de nuestros sentidos a la realidad sensible y de nuestro intelecto a la realidad cognoscible, o dicho de otro modo, hemos de remitirnos a lo que algunos han llamado la “filosofía ingenua”. 

Esta filosofía ingenua, representada fundamentalmente por la escolástica, viene a ser a la más crítica filosofía actual lo que la física newtoniana a la relatividad y físicas posteriores: aunque no responda a todas las exigencias intelectuales, resulta verdadera y valiosa para el “mundo corriente”[1]. Y es precisamente en ese mundo en el que el médico debe desarrollar la mayor parte de su tarea. Más aún, la impronta que la filosofía ingenua ha dejado en el lenguaje y la cultura populares persiste aún, indiferente por el momento a otras reflexiones de mayor alcance.

Y dentro de esa realidad aceptada como tal, asumible desde las condiciones básicas del conocer humano, la medicina busca saber del hombre, un hombre que actúa en el mundo con la convicción de su propio ser, y cuyas dudas metafísicas sólo consideraremos (desde una tal vez pretenciosa visión objetivante) como posibles causas remotas de sufrimiento, y eso sólo en las raras ocasiones en que desborden su propio ámbito. Aceptamos que el hombre se relaciona con su propio ser a través de diversas manifestaciones culturales (religión, arte, filosofía), y pretendemos por razones prácticas evitar que tal relación, constitutiva del hecho existencial, buscadora y creativa como corresponde a su naturaleza, conflictiva por consiguiente, proyecte sus renovadas e interminables dudas sobre nuestros viejos conocimientos, al menos en tanto sea capaz de ofrecer a cambio una visión acabada del hombre que pueda, a fines prácticos, sustituir a la antigua.

Hemos aceptado pues algunos homeópatas que la visón que del hombre nos proporciona la psicología escolástica, puede ayudarnos, y de hecho nos ayuda a comprender lo que podríamos llamar la “argumentativa” del sufrimiento. Digamos, para entendernos, que el hombre (y cada hombre) sufre de un modo determinado porque es de un determinado modo, es decir, mi naturaleza condiciona mi sufrimiento (mi modo de sufrir). Si llamo “argumentativa” a la manera de comprender ese espacio de lo humano se debe a que, ante el médico, el enfermo dice su sufrimiento, hace un relato, cuenta una historia, pero al mismo tiempo, y esto es casi constante, aporta elementos de juicio, de justificación, de explicación, es decir “argumenta”, tratando así de darse a entender y de entenderse, de reconocerse en todo aquello que le inquieta. Y se da el caso de que mientras que cuando los síntomas se refieren a órganos y funciones enfermos, el médico no suele tener dificultades para interpretarlos y referirlos a su lugar y condición correspondientes, cuando lo que se pone sobre la mesa son tendencias, deseos, emociones, frustraciones, etc., el médico (exceptuando los casos de diagnósticos psicopatológicos, en los que no entraremos) no suele entender nada y su obligada exégesis, una vez descarrilado el discurso de las avenidas del protocolo, termina hundiéndose más pronto que tarde en los terrenos pantanosos del stress y conceptos asociados. Por lo que al médico homeópata concierne, ocurre que puede utilizar esos síntomas bajo la denominación genérica de “síntomas del psiquismo” pero, por lo que se refiere a la comprensión de su significado, la situación no es diferente, en un principio, de la del alópata.

Quiero permitirme una reflexión, al hilo de todo esto, que tiene que ver con la aceptación unánime de los conocimientos tradicionales sobre el organismo. Las descripciones anatómicas actuales difieren sólo en detalles de las de siglos pasados: la imagen aceptada del organismo humano ha sido muy parecida desde hace varios siglos. Quiero decir que, una vez abierto el cadáver, se acepta el testimonio de los sentidos de manera que la cohesión material, el color uniforme, un cierto aislamiento con respecto a otras estructuras, coinciden en términos generales con la delimitación anatómica de cada uno de los órganos. Naturalmente, todo esto se confirma, pero se confirma asimismo con el testimonio de los sentidos y de la razón. La referencia anatómica de las funciones ha variado más pero sigue respondiendo a la noción evidente de que a cada una de esas estructuras más o menos independientes y aisladas corresponden una o más funciones. La irrupción, en el campo del pensamiento, de la duda sobre lo real, no ha podido en dos o más siglos, crear la más mínima sospecha sobre el hecho de que el hígado sea el hígado o el pulmón el pulmón. La imagen anatómica (anátomo-fisiológica) del hombre ha atravesado incólume la ilustración y la vorágine postmoderna. En este terreno, la mayor parte de los progresos han sido abundamientos: la idea generatriz no ha cambiado esencialmente.

En contraste con lo anterior, la imagen clásica de la psicología del hombre, representada por la psicología de las facultades, fundamentada en la observación y la introspección, inmediatamente constatable por cada cual en cualquier circunstancia, ha sido puesta bajo el microscopio de la sospecha sin razón alguna, o mejor por una sola razón: por corresponder a la filosofía escolástica. Quiero ser comprensivo con los que abominan de lo antiguo, ya sea por ser antiguo o por alguna otra razón. Pero la abominación no viste bien al pensador: es más bien atuendo de fanáticos. Sea como fuere, la ausencia de una imagen asumible de los aspectos no materiales del ser humano, deja al estudiante, desde que se aventura en el terreno de la reflexión médica, a falta de un instrumento esencial, de un esquema de referencia sobre el que comprender precisamente eso que por la misma razón se escapa tan a menudo a la comprensión del médico: todo lo que la vida tiene, en salud y en enfermedad, de argumentativo y, en conexión con ello, de personal.

Los intereses específicos de la medicina homeopática obligan al médico a tomar buena nota de una serie de síntomas a los que el clínico moderno no suele prestar atención o simplemente no considera como tales. Estos síntomas tienen que ver primariamente con la instintividad por ser la instintividad el lugar de articulación del ser vivo con su mundo, es decir, el núcleo de la vitalidad. Además de los síntomas que remiten netamente a lo instintivo, encontramos otros más o menos relacionados que tienen que ver con funciones o actividades próximas a la instintividad. Nos referimos a toda la sensibilidad interna, la actividad apetitiva, y naturalmente todas las actividades fisiológicas que aseguran el equilibrio del funcionamiento interno.

Cuando el médico puede relacionar los síntomas, patogenéticos o clínicos, con el esquema antropológico mínimo que le proporciona la psicología escolástica, llega a comprenderlos. Esto le permite indagar inteligentemente sobre los mismos, estimular la argumentación de su paciente y finalmente obtener una imagen dinámica del sufrimiento. Aplicando, como es de rigor, las mismas pautas de observación y referencia al medicamento y al paciente (principio homeopático de semejanza), el homeópata ve enormemente enriquecida su capacidad clínica y por lo mismo (la homeopatía es por encima de todo un método volcado a la práctica) su capacidad de prescripción.

Como puede verse, el ejercicio antropológico del homeópata no es ocioso, no se trata de adornar la praxis con ninguna clase de floreo filosófico ni de investirse de la dignidad de “médicos pensadores” al margen o más allá del acontecimiento clínico. En suma, no queremos ser “médicos humanistas” un ápice más de lo que queremos ser médicos. El método homeopático exige esa búsqueda, y esa búsqueda  imprime un carácter especial a nuestro modo de hacer medicina.

El carácter especial al que me refiero se plasma en un interés acrecentado por las distintas manifestaciones del paciente, no sólo por los síntomas concretos de la enfermedad por la que consulta sino por todo aquello que pueda darnos idea de la forma particular que ese paciente tiene de vivir su enfermedad y de reaccionar ante ella. Y como quiera que la enfermedad viene a ser un desajuste del equilibrio orgánico intrínseco, y también un desajuste del equilibrio de éste con el mundo, nos vemos obligados a explorar con el mayor cuidado cualquier alteración de esas funciones y de esas actividades a las que antes nos hemos referido. Este interés, que como acabo de decir viene exigido por el propio método, hace que el paciente perciba su relación con el homeópata como una relación altamente satisfactoria desde el punto de vista humano y personal, antes incluso de haber experimentado mejoría alguna con el tratamiento. Bien es verdad que no es eso lo que pretendemos en primer lugar, sino llegar a una prescripción curativa. Pero es esto precisamente, y no la exhibición de un interés estéril y más o menos teórico por los problemas personales del paciente, lo que caracteriza el interrogatorio homeopático, y, a no dudar, una de las razones que mantienen el interés del público por la homeopatía, un método terapéutico con doscientos años de antigüedad, a pesar de tantos y tan deslumbrantes adelantos de los que, con justicia, puede blasonar la moderna medicina tecnológica. Dicho de otro modo, el método homeopático es consustancial con un cierto tipo de indagación sobre el hombre enfermo, a saber, aquella que pretende descubrir lo que hay de más individual y de más personal en el fenómeno patológico. Y es la aceptación de esa necesidad lo que convierte al homeópata, en un solo acto, en pensador y en médico.




[1] Dejo al lector la tarea de interpretar benévolamente la expresión.


Autor: Dr. Emilio Morales
Comunicación del autor a las IV Jornadas de Medicina y Filosofía. Sevilla, 2-3 diciembre de 2004.
Publicada en las Actas correspondientes.

La importancia del contacto materno

El bebé, nada más nacer, posee una serie de comportamientos innatos que nadie le ha enseñado a realizar. Muchos de estos se dirigen a la búsqueda de alimento (lactancia materna) pero resulta sorprendente conocer que ello no es lo más importante para él. El contacto materno es fundamental para el recién nacido.
Nada más nacer, el bebé pasa a experimentar gran cantidad de sensaciones que hasta el momento desconocía. Si en el interior del útero materno todo era calidez, humedad y protección, en el exterior experimenta por primera vez el frío, el aire y el dolor...
El dolor inducido por alguien que, nada más salir, empieza a golpearle en las nalgas provocándole su primer llanto. Sin duda, la primera experiencia desagradable tras el parto a la que ha tenido que hacer frente, marcando así el principio de otras más que estarán por llegar (infecciones cada dos por tres, caídas, berrinches...).

Pero en un mundo tan nuevo para él, el bebé posee una serie de comportamientos innatos, primitivos y básicos que le permiten aliviar su alto estado de desprotección. Nadie le ha enseñado a succionar ni a agarrar, ni tan siquiera a buscar el contacto de los demás, pero algo dentro de él (que ha pasado a lo largo de toda nuestra especie sin la necesidad del boca a boca, ni registros escritos) le permite hacerlo. Por instinto, succiona cuando se le acerca un pecho o una boquilla de aspecto similar. Por instinto, cierra la mano, cuando se le acerca un objeto lo suficientemente pequeño para rodearlo completamente con sus pequeños dedos. El bebé posee tal cantidad de comportamientos instintivos protectores que cuesta imaginarse cómo ha podido recurrir a ellos sin nadie que se los chivara. Unos conocimientos "de serie" que todos hemos tenido y que transmitiremos, sin saber muy bien a través de qué mecanismo, a nuestros descendientes.
El bebé, este ser tan enigmático, ha intrigado y sigue intrigando a pediatras, psicólogos y psiquiatras. Si la explicación de su comportamiento resulta intrigante, más aún resultaba ver qué era para él lo que consideraba más importante. A qué comportamientos innatos recurría más para tratar de sobrevivir. La primera respuesta en la que todos pensaríamos, sería el alimento. ¿Qué iba a ser de un bebé sin leche? ¿Cómo haría para sobrevivir? Estas cuestiones eran las que un psicólogo llamado Harry Harlow se preguntaba.

Para tratar de dilucidar el asunto, era necesario la realización de experimentos pero, ¿cómo experimentar con un bebé? No sería ético. Así que Harry Harlow recurrió a uno de nuestros parientes más cercanos, los monos rhesus. Y menos mal que fueron ellos. Sus experimentos fueron realmente crueles y, de ser aplicados en seres humanos, habría creado personas traumatizadas de por vida. Harlow entendió que para comprender hasta el fondo el corazón humano tenía que estar dispuesto a destrozarlo y así lo hizo, en los pequeños monos. La tortura de la violación, las damas de hierro o el foso de la desesperación eran algunos de los nombres que dio a los dispositivos de sus experimentos.
A pesar de las características generales de los experimentos, hubo uno realmente emblemático y que ayudó a responder qué era aquello más importante para el ser humano siendo un bebé. El experimento era bastante sencillo. Harlow cogía a unos monos rhesus bebés y les daba a elegir entre dos madres artificiales. Consistían en modelos semejantes a una mona adulta para que el bebé tratara de creer que era su madre. Una de ellas sólo estaba cubierta de felpa. La otra, simplemente tenía barrotes de hierro pero tenía un biberón con leche.
  
Cuando el experimento comenzó, los resultados fueron abrumadores, los monos preferían el contacto de felpa materno, que el de hierro, aunque éste tuviera leche. Los pequeños monos preferían agarrarse a la madre de felpa buscando su contacto y protección que acercarse a la madre de hierro para tomar leche. Cuando la sensación de hambre era ya insoportable, iban corriendo a la madre de hierro, tomaban la leche suficiente y volvían corriendo a agarrarse a la madre de felpa. Más tarde se comprobó que cuando se trataba de asustar a los monos, salían corriendo a buscar refugio en la madre de felpa.
Pero el experimento no terminó ahí. El siguiente paso fue averiguar qué ocurría con los bebés rhesus cuando cambiaban de ambiente. Los monos que estaban junto a su madre de felpa, se agarraban fuertemente a ella, hasta que tenían la valentía de explorar los alrededores y después volvían al refugio que su madre artificial les ofrecía. Sin embargo, aquellos que tenían que enfrentarse a un ambiente diferente sin su madre artificial se quedaban paralizados, asustados y no dejaban de llorar. Algunos de los monos incluso buscaban entre los objetos esperando encontrar a su madre simulada, mientras gritaban y lloraban. Lo mismo ocurría para aquellos monos que se encontraban junto a su madre de barrotes de hierro.
Con ese experimento y otros más que se realizaron posteriormente en monos, quedó claro que en ellos era principalmente importante el contacto materno para su desarrollo, y que su principal comportamiento estaba dirigido a buscar y solicitar esa atención materna tan necesaria para ellos. Pero, ¿hasta qué punto estos resultados podían ser extrapolables al ser humano? ¿Seríamos lo suficientemente similares como para compartir esta característica? ¿Cómo íbamos a responder a esa cuestión sin recurrir a esos traumáticos experimentos?

Lamentablemente, muchas de las respuestas a cuestiones planteadas desde la medicina se han respondido desde grandes dramas humanos: Guerras, hambrunas, pobreza, catástrofes naturales... La ciencia médica no sólo ha avanzado gracias a grandes logros sino también gracias a las peores pesadillas del ser humano. Las preguntas "¿Cuán importante es el contacto materno para el bebé humano? y ¿cuáles son las consecuencias de su ausencia?" no pudo ni tuvo que ser respondida desde el laboratorio. La realidad, mucho más cruel, dejó la respuesta en bandeja.
Entre los años 30 y 50 del siglo pasado existían gran cantidad de orfanatos y hospitales repartidos por todo el mundo y dedicados al cuidado de bebés y niños pequeños. La muerte de los padres o la pobreza eran las principales causas que llevaban a un bebé a un orfanato o a un hospital. La Segunda Guerra Mundial agravó aún más la situación y muchas de estas instituciones terminaban abarrotadas de bebés y niños que no podían ser atendidos en condiciones.
El psicólogo René Spitz se mostró muy interesado por conocer qué ocurría con los bebés en las instituciones en las que eran acogidos. Para ello, seleccionó algunos orfanatos con el fin de estudiar el desarrollo de los bebés en esas condiciones y los comparó con el desarrollo de los bebés con una madre amorosa. Ambos tenían todos los cuidados necesarios: Vivían en condiciones higiénicas, recibían buena comida y también tenían atención médica. Sin embargo, la mayoría de los niños de los orfanatos no tenían algo que sí tenían los niños al cuidado de sus madres: Abrazos, besos, carantoñas... En definitiva, les faltaba el contacto materno. Las enfermeras y cuidadoras encargadas de los bebés no tenían tiempo para estos menesteres en unos orfanatos abarrotados de ellos. Como resultado: Los bebés vivían prácticamente en soledad, confinados en sus pequeñas cunas. El contacto con sus cuidadoras se limitaba al tiempo en que tomaban el biberón.
Las consecuencias de la ausencia del contacto materno eran inimaginables. Bebés (con menos de 18 meses) aparentemente sanos, que recibían en los orfanatos todos los cuidados básicos y tenían unas condiciones de higiene perfectas, terminaban muriendo antes de llegar a los dos años de edad. La ausencia de caricias, abrazos, besos y el roce piel con piel había terminado matándolos después de más de 18 meses sin ellos. Y en ese duro periodo de tiempo terminaban por no llorar, aprendían que nadie iba a responder a sus llamadas.
En un orfanato, casi la mitad de los bebés moría antes de cumplir los dos años. En otro, la mortalidad llegaba al 90%. Aquellos bebés que lograban sobrevivir más de dos años y medio quedaban traumatizados de por vida: Tenían un retraso mental considerable, trastornos motores, incapacidad para establecer relaciones sociales y la mayoría era incapaz de hablar y de realizar actividades sencillas por ellos mismos. Además, la falta de contacto materno retrasaba su crecimiento, bebés de 10 meses podían parecer que tenían 3 ó 4. No se tardó en dar nombre a lo que ocurría con estos bebés en los orfanatos: Hospitalismo.
Spitz describió la cara típica del bebé "abandonado" en un orfanato abarrotado: "Ojos abiertos de par en par sin emoción, cara congelada con una expresión distante, como si estuviera aturdido". Antes de llegar a esta fase final, los bebés reaccionaban ante la ausencia de contacto humano con lloros repetidos y se agarraban a alguien en cuanto estuviera cerca. Pasado un tiempo, si seguían sin tener contacto, comenzaban a gritar buscando ese contacto tan importante para ellos, perdían peso poco a poco y su crecimiento se detenía. Cuando los bebés se resignaban a la realidad de una vida sin contacto materno adoptaban un comportamiento autista: Replegados sobre sí mismos y rechazando cualquier intento de contacto hacia ellos.
Gracias al estudio de la dura realidad que ocurría en los orfanatos y hospitales, hoy en día todas estas instituciones que se encuentran en los países desarrollados deben y tienen que fomentar el contacto con los bebés. Un requisito fundamental que aún no se cumple en muchos lugares pobres, en donde los bebés son privados de lo más importante para ellos.

Autora: Dra. Esther Samper (Shora).
Fuente: http://www.soitu.es/soitu/2009/02/06/salud/1233919115_428023.html
http://www.soitu.es/soitu/2009/07/02/salud/1246535187_803422.html

La Ley de Hering. ¿Ley, regla o dogma?

"Acumulemos las más meticulosas observaciones para contribuir a la fuente general de conocimiento...Es deber de todos ir aún más lejos en la teoría y práctica de la homeopatía que Hahnemann. Debemos buscar la verdad que está ante nosotros y perdonar los errores del pasado".  Hering (1)
Hoy en día la ley de Hering es ampliamente reconocida en homeopatía como una ley de curación. La ley de Hering se refiere a la dirección en la cual los síntomas del paciente desaparecerán bajo un tratamiento homeopático. Después de una minuciosa búsqueda, no encontré algo donde los contemporáneos de Hering más famosos traten o hagan referencia a una ley de dirección de curación. En las obras de Boeenninghausen, Jahr, Joslin, PP Wells, Lippe, Guernsey, Dunham, Farrington, Allen, Nash, etc no había algo al respecto. Tampoco Stuart Close en The Genius of Homeopathy (2) de 1924, ni Herbert Roberts en The Principles and Art of Cure by Homeopathy de 1936, la plantearon como ley al comentarla. (3) Ninguno menciona a Hering en sus disertaciones sobre la dirección de curación. Otras veces se refieren al fenómeno como regla más no como ley (4). ¿Formuló Hering alguna vez una ley sobre la dirección de curación? Si es así porqué su nombre no se relaciona claramente con ésta, ya sea como ley o como regla? ¿Por qué la literatura es tan ambigua?

Según la definición de los diccionarios Webster, una ley es una secuencia de eventos que ocurren de manera invariablemente uniforme, mientras que una regla permite excepciones y un dogma estriba en un juicio “Es esta falta de comprobación de la supuesta ley causa de un tratamiento homeopático “supresivo” como lo sugieren algunos homeópatas teóricos y quizás algunos dogmáticos? Si es así, ¿por qué estos famosos “puristas” no se mantuvieron firmes y comprobaron que todos sus casos fueron curados de acuerdo con la mencionada ley? Que yo sepa no ha habido ninguna prueba.


Cuando Hering murió en 1880, se reunieron colegas de todo el mundo para el homenaje al gran homeópata. Sus cuantiosos logros fueron recordados pero, curiosamente, nadie hizo mención de que Hering promulgara una ley de la dirección de curación. (5) Arthur Eastman, un estudiante que durante los últimas tres años del venerable homeópata estuvo muy cerca de él, publicó en 1917 “Life and Reminiscences of Dr Constantine Hering” sin mencionar tampoco una ley sobre la dirección de curación. (6) En 1940, 60 años después de la muerte de Hering, su yerno , Calvin Knerr, publicó Life of Hering, un compendio de notas biográficas. (7) De nuevo sin mencionar la famosa ley. No solo es confuso sino también extraño.

Hahnemann escribe en su Tratado de Enfermedades Crónicas (8):
“Durante el tratamiento de las enfermedades crónicas de origen no venéreo con medicación antipsórica, los últimos síntomas son siempre los primeros en desaparecer, pero las primeras dolencias sobre todo aquellas que han sido las más constantes e invariables, entre los padecimientos locales, son las últimas en ceder”
“Si los primeros síntomas regresan durante un tratamiento antipsórico, significa que el medicamento ataca a la psora desde su raíz y será muy efectivo para una curación completa. Si durante el tratamiento, la erupción de la piel aparece cuando todos los demás síntomas ya han mejorado se aproxima el fin de dicho tratamiento”.

En relación con la proposición de Hahnemann, en 1836, Hering escribió en la primera edición norteamericana del Organon:
“Solo el tiempo puede determinar si las teorías de Hahnemann están destinadas a perdurar mucho o poco tiempo, o si son las mejores, como sea, importa poco. Generalmente se me considera como discípulo y partidario de Hahnemann, y afirmo que soy de los más entusiastas en hacer homenaje a su grandeza; no obstante también manifiesto, que desde mi primer encuentro con la homeopatía (1821) hasta hoy, nunca acepté alguna teoría del Organon en la forma en que están promulgadas. No tengo inconveniente en admitirlo ante el venerable sabio en persona. Es auténtico espíritu hahnemanniano hacer caso omiso de toda hipótesis, incluso las elaborados por uno mismo, cuando resultan contrarias a los resultados de la experiencia pura. Ninguna tiene en absoluto una influencia positiva, hasta que conduzcan a nuevos experimentos y proporcionen un mejor estudio de los resultados de los previos”. (9)
En 1865 Hering considera como observaciones generales las reglas prácticas planteadas por Hahnemann. Especialmente enfatiza la proposición de que los síntomas deben desaparecer en el orden inverso en que aparecieron durante el tratamiento en pacientes con enfermedades crónicas psóricas. En 1875, Hering plantea solamente la noción de que los síntomas desaparecerán en el orden inverso al que aparecieron.
En 1868 Hering publica lo siguiente en el primer volúmen de The Hahnemanian Monthly en el artículo Hahnemann´s three rules concerning the rank of symptoms.
“En su tratado sobre enfermedades crónicas, Hahnemann explica que los últimos síntomas que se adquieren son los primeros en ceder. Los primeros síntomas desaparecen al final. Esta es una de las observaciones generales de Hahnemann, que al igual que todas, es de un valor infinito, una regla evidente y práctica de gran importancia”. (cursivas mías)
Queda claro que Hering no menciona alguna ley sino una regla, que en los pacientes con enfermedades crónicas no venéreas, los síntomas generalmente desaparecen en el orden inverso al de su aparición. ¿Cuándo aparece el concepto de la “ley de Hering” si al parecer nunca fue mencionada en la literatura durante la época de Hering? Lo más reciente que he podido encontrar es 1911. Se trata del artículo por Kent en el primer volúmen del “Transactions of the Society of Homeopathicians” titulado “Correspondence of organs and the direction of cure” en donde escribe:
“Hering fue el primero en plantear la ley de la dirección de los síntomas: de dentro hacia fuera, de arriba hacia abajo, en el orden inverso al de su aparición. Esto no se encuentra en los escritos de Hahnemann. Es decir, el hablar de una ley como la ley de Hering. No hay casi nada de esta ley en la literatura de la homeopatía, excepto por las observaciones de los síntomas que van de arriba a las extremidades, erupciones que aparecen en la piel y secreciones de las membranas mucosas o úlceras que aparecen arriba de las piernas al desaparecer los síntomas internos.” (10)
Es razonable suponer que fue Kent quien hizo oficial el concepto de la “ley de Hering” y sin darse cuenta popularizó la noción de una ley definida de curación. Pero resulta que al menos hasta 1899 en la Escuela Homeopática de Postgrado las direcciones de curación eran aún llamadas “Las tres direcciones de curación” mismas que fueron establecidas por Hahnemann. (11) De manera que Kent formuló suposiciones históricas falsas y engañosas al usar el nombre de Hering. En ningún otro lado he encontrado en los escritos de Kent, incluyendo la colección de Escritos Menores, mención alguna de la ley de Hering

Casi nunca veo que en un paciente con poliartritis crónica, los síntomas desaparezcan primero de la cabeza y después de manos y pies. El dolor y otros síntomas ligados a éste, pueden desaparecer de abajo hacia arriba. Otras veces en un paciente con fatiga, ansiedad, irritabilidad, dispepsia, con dolor y acné, rara vez desaparecerá primero las alteraciones emocionales, luego la dispepsia, después el dolor asociado y por último el acné. Con el medicamento indicado la mayoría de los síntomas comienzan a mejorar simultáneamente, y no necesariamente de arriba hacia abajo y de adentro hacia fuera. De hecho es muy común que el acné desaparezca más fácilmente, mientras el estado emocional podría ser el último en desaparecer por completo. Además los síntomas que pueden desaparecer en el orden inverso al que aparecieron son únicamente los síntomas presentes, sin esperar que cada padecimiento del pasado reaparezca durante el tratamiento homeopático.

Personalmente empleo las observaciones de Hahnemann sobre la dirección de curación, para evaluar la evolución de las enfermedades o su curación, pero no he podido sustentar como ley estas observaciones, ni encontrar algún colega con dicha sustentación. Las utilizo únicamente como reglas..

Actualmente con la poderosa influencia de Kent, la mayoría de los ensayos y obras sobre homeopatía declaran la “ley de Hering” como un hecho establecido asumiendo que fue comprobado desde los inicios de la homeopatía, a pesar de que, según mi conocimiento, ningún autor ha sido capaz de sustentarlo. Es una clara señal de cómo la profesión se aleja de sus fuentes originales y más esenciales. Cada generación de homeópatas acepta le ley de Hering como una perfecta ley de curación perpetuando involuntariamente esta errada suposición.

Para los estudiantes es un concepto atractivo pero los médicos deben mantenerse firmes, reportar las observaciones incluso si son contrarias a lo que se ha enseñado. Al analizar la literatura, resulta improbable que la ley que formuló Kent en 1911 sea una buena representación de toda la concepción de Hering sobre la dirección de curación y también que Kent o alguien más haya demostrado clínicamente que las observaciones originales de Hahnemann constituyan una perfecta ley de la naturaleza.

Probablemente al final de mi carrera, la homeopatía sea ampliamente aceptada. Lamentaría mucho si para entonces un grupo de científicos objetivos investigan clínicamente los principios de la homeopatía y encuentra numerosas excepciones a nuestra dogmática “ley de Hering”, de manera que nos digan que durante los últimos cien años o más la profesión ha estado ciegamente errada al asumir que esta ley era un hecho irrefutable.

Cinco de las diversas plagas que han obstaculizado el crecimiento de la homeopatía son la ignorancia, la vanidad, el dogmatismo, la idolatría y el apartarse del método inductivo. En su último discurso a la profesión en un artículo publicado en agosto de 1880 por el North American Journal of Homeopathy, Hering nos advierte que “si nuestra escuela renuncia al estricto método inductivo de Hahnemann, estamos perdidos y merecemos ser recordados únicamente como una caricatura en la historia de la medicina”.

Referencias
1.- Hering C. Prefacio. En Hahnemann SC The Chronic Diseases. Trad. de Hempel. New York: William Radde, 1845
2.- Close S. The Genius of Homeopathy. Philadelphia. Boericke & Tafel. 1924
3.- Roberts HA. The Principles and Art of Cure by Homeopathy. 2a ed. Rustington. Health Science Press. 1942
4.- Boericke G. A Compendium of Principles of Homeopathy for Students in Medicine. Philadelphia. Boericke & Tafel. 1929
5.- Raue CG, Knerr CB, Mohr C. A memorial of Constantine Hering. Philadelphia. Publicado por la familia para su circulación privada. 1880
6.- Eastman AM. Life of and Reminiscences of Dr Constantine Hering. Philadelphia. Publicado por la familia para su circulación privada. 1917
7.- Knerr Cb. Life of Hering. Philadelphia, The Magee Press. 1940
8.- Hahnemann S. The Chronic Diseases. Trad de Tafel. Philadelphia. Boericke& Tafel. 1895
9.- Hering C. Prefacio de la primera edición americana. En Organon of Medicine. New York. William Radde. 1836
10.- Kent JT. Correspondence of Organs and Directions of Cure. Trad por Homeopathic Society. 1911; 1: 31-33
11.- Loos JC. Homeopathic catechism. Journal of Homeopathics 1898-1899; 2: 480-488

Autor: André Saine.
Publicado en La Homeopatía de México. 2004; 628: 11-18

DISFUNCIÓN SEXUAL: ENTRE LA REALIDAD Y EL MARKETING

Editorial
Desde que el sildenafilo (Viagra®) fue lanzado al mercado en 1998, millones de hombres han sido tratados con éste y otros fármacos del mismo grupo, sin duda con un beneficio importante para los pacientes con disfunción eréctil (DE) (principalmente en aquellos con causa orgánica como diabetes, prostatectomía, etc.) que hasta la fecha no contaban con tratamientos aceptables. Y por qué no decirlo, con beneficios considerables para las empresas farmacéuticas, que no dudaron en extender el uso de estos fármacos a una población mucho más amplia de hombres. Para ello fue «necesario» redefinir la prevalencia de DE susceptible de ser tratada, utilizando los resultados del estudio Massachusetts Male Aging Study, según el cual la prevalencia de DE se ampliaba hasta el 52% de los hombres de 40-70 años (incluyendo un 17% que presentaba una mínima afectación). De esta manera, los poderosos fármacos se convertían en una opción de tratamiento para la mitad de los hombres y se animaba el floreciente mercado de los fármacos de estilos de vida o de uso lúdico en el campo de la sexualidad.

Pero las cosas no quedaron ahí y llegó el turno de las mujeres. El primer paso necesario para abarcar este nuevo mercado fue definir un diagnóstico médico con características medibles que facilitase el diseño de ensayos clínicos creíbles. Se celebró entonces en París un multitudinario encuentro internacional sobre disfunciones sexuales, con cientos de prestigiosos investigadores, terapeutas y médicos de todo el mundo, patrocinado por compañías farmacéuticas. Nuevamente, se presentaron los «impactantes» resultados de una encuesta (JAMA, 1999): el 43% de las mujeres entre 18 y 59 años padecían disfunción sexual. Para considerar este «diagnóstico», bastaba con que contestaran «sí» a uno de los 7 items de una encuesta. Ciertamente, a pesar del entusiasmo de los patrocinadores, en el colectivo investigador prevalecieron dudas sobre la exacta definición de la disfunción sexual femenina, y hubo quienes rechazaron que existiese una afección médica con semejante denominación. Y la pregunta que quedó sobre la mesa fue: ¿es la disfunción sexual femenina una creación de marketing de la industria farmacéutica?

Como era de esperar, quienes afirmaban que no era así, al igual que el propio moderador de la mesa redonda, habían trabajado como asesores de las compañías farmacéuticas patrocinadoras. En el otro lado, quienes pensaban que sí, que la industria farmacéutica estaba promoviendo resultados favorables a sus intereses, con la profesora de psiquiatría Leonore Tierfer al frente, mostraron su preocupación por la medicalización de la sexualidad de las mujeres, haciendo que los altibajos normales en el deseo sexual devinieran en un trastorno susceptible de ser tratado con fármacos. «Los problemas y las satisfacciones sexuales de las mujeres tienen mucho más que ver con las dificultades de pareja, el estrés del día a día y las expectativas culturales que con el flujo sanguíneo del clítoris y los niveles de testosterona. No te dejes llevar por el marketing financiado por las compañías farmacéuticas, disfrazado de ciencia o educación», afirmaba Leonore Tierfer, tras la presentación de su escrito: «Esta noche no, querido, el perro se ha comido mi parche de testosterona».
 

Publicado en INFAC, INFORMACIÓN FARMACOTERAPÉUTICA DE LA COMARCA (País Vasco), VOLUMEN 18 • Nº 4 • 2010.

Un sujet qui (me) fâche ! Le masisme.

L’ouverture d’esprit du monde homéopathique : une chance mais jusqu’où ?
Je sens que cet article va me valoir de durables inimitiés, voire me faire passer pour intolérant. Mais je crois qu’on ne peut pas toujours mâché ses mots. Je manque, peut être, d’ouverture d’esprit. Cela fera une moyenne avec un certain nombre de collègues qui l’on un peu trop grande, l’ouverture d’esprit !

Le discours des masistes me pose, en effet, problème depuis fort longtemps. Toutes ces références à Dieu, à Thomas d’Aquin, ses mots de « Béatitude », de châtiment, d’attribut divin envié, etc. me paraissent complètement déplacés dans le registre de l'homéopathie. De plus, la façon qu’ont les masistes d’y insister, de le mettre en avant en disant que cette façon de voir n’est pas obligatoire, mais que cela leur semble s’imposer, que ce sont, pour ainsi dire, des données de l’observation, m’insupporte.

Comme m’insupporte la complaisance d’une bonne partie du monde homéopathique à l’égard d’un tel discours, même si, les mêmes, en général, vont dire, « en privé », qu’ils trouvent ce verbiage inutile et gênant. Mais, par ouverture d’esprit, pensent-ils, par tolérance et, hélas, parfois par pragmatisme (« les masistes avancent quand même des choses intéressantes en pratique alors ils peuvent bien dire ce qu’ils veulent comme ils le veulent »), on laisse un discours malsain et, surtout, complètement faux se développer et prétendre à la vérité.
 
Mais comment peut-on tolérer, dans le monde homéopathique, un tel charabia et un tel dogmatisme?
Je me le demande vraiment et cela ne cesse de m’ étonner. Je n’ai rien contre les masistes en tant qu’individus mais leur discours est inadmissible et leurs thèses irrecevables. De plus, l'homéopathie risque de se mordre les doigts, un jour, d’avoir laissé proféré tant d’âneries sans mot dire. Je ne vois donc pour expliquer la complaisance dont témoigne un certain monde homéopathique envers le masisme que :

-le relativisme de l’époque (« « il est interdit d’interdire », « il faut respecter les opinions de chacun », etc.).
- la paresse intellectuelle.
- l’assurance de pouvoir, en retour, dire soi même n’importe quoi.

Chacun aurait, ainsi, le droit d’y aller de sa théorie et de sa conception sans jamais avoir à rendre des comptes à qui que ce soit.

Examinons les « arguments » que les masistes invoquent pour justifier leur démarche. Deux arguments sont, sans cesse, mis en avant : s’inscrire dans la droite ligne d’Hahnemann qui, selon Masi, insistait sur la fin spirituelle de l’homme. Ensuite, examiner objectivement les faits, observation qui mènerait nécessairement à la position masiste. Je m’appuie, ici, entre autres, sue les propos de Masi donnés dans une interview à la Revue Belge d’Homéopathie (n° 3, année 2004). Voyons cela.

L’imposture de l’invocation de la fidélité à Hahnemann :
Tout d’abord, première remarque, même si Hahnemann avait dit que explicitement ce que dit Masi, cela ne dispenserait aucun d’entre nous d’exercer son esprit critique et son droit d’inventaire. Le contraire serait un recours à l’argument d’autorité et ceci est irrecevable. L'homéopathie n’est pas une religion révélée et Hahnemann n’est pas son prophète.

Ceci étant dit, la mauvaise foi, la manipulation de Masi est quand même massive. Il amalgame le rétablissement de la santé, seule chose dont

ait parlé Hahnemann, qui permettrait à l’être humain de se consacrer à sa plus haute fin, la spiritualité, et la nécessité de concevoir la santé et la maladie selon des considérations théologiques.

De plus, Masi semble oublier deux ou trois point s concernant Hahnemann :

- Que celui-ci était protestant. Or toute la démarche masiste s’appuie sur le discours de Thomas d’Aquin qui n’est autre que le théologien officiel de l’Eglise catholique.
- Qu’il était, également, franc-maçon, ce qui est un petit peu gênant pour quelqu’un qui, selon Masi, aurait donnée, comme finalité à son entreprise, l’adoration de Dieu (celui des catholiques, bien évidemment)..
- En fait, Hahnemann était manifestement assez peu religieux pour son époque, voire plus ou moins agnostique, en tout cas d’une religiosité toute tempérée et non dogmatique.

Rappelons qu’à l’époque, rares étaient ceux qui ne citaient pas, par principe et habitude, voire prudence, l’idée de Dieu dans leurs écrits (en passant). Aussi passer d’une vague allusion d’Hahnemann, dans un livre de plusieurs centaines de pages, à l’affirmation de Masi que la fin de l’homme, serait de «se rapprocher du grand esprit qu’adorent les habitants de tous les systèmes solaires» frise l’hallucination et le délire d’interprétation !

Illégitimité du primat donné à une vision religieuse en médecine :
D’où les masistes tiennent ils l’idée qu’il convient de donner une primauté au religieux en médecine ? Tout simplement,, parce qu’ils estiment, selon leur propre croyance, que le religieux doit tout imprégner et tout dominer. C’est leur droit, en tant que personnes privées de le penser, il est irrecevable d’en faire un fait brut comme si cela allait de soi pour tout un chacun.

Leur discours officiel est autre. Si on les écoute, cette conclusion s’est imposée d’elle même. Masi n’hésite ainsi pas à dire : « Je n’avais donc aucune idée préconçue ; religion et homéopathie étaient matières à être considérées minutieusement, sérieusement ; ce que je fis ». Et il prétend avoir été, logiquement, et quasi-inévitablement, mené « à la conclusion qu’Hahnemann n’était rien d’autre qu’un thomiste spécialisé en médecine ou, dit autrement, que l'homéopathie était la vision thomiste de la médecine ». Hélas, pas un mot, sur ce qui l’a mené à cette conclusion, sur les arguments et raisons nécessaires qui l’y ont conduit. Quelle imposture ! quelle malhonnêteté !

On retrouve une ambigüité équivalente chez Guy Loutan et Simone Fayeton. A chaque fois qu’ils expriment leurs considérations théoriques par écrit, une sorte de préambule est placé, qui feint d’insister sur le fait que cette entente religieuse n’est pas nécessaire, ni même utile en clinique. Le seul problème est que tous leurs écrits cliniques sont parsemés de considérations religieuses ! Alors, si cela n’est pas nécessaire, ni même utile, pourquoi parler de cela sans cesse ?

De surcroit, la vision religieuse masiste m’apparaît bien pauvre. Il s’agit plus d’une vision moralisatrice et culpabilisatrice de la religion que d’une dimension mystagogique, qui ouvre à l’expérience concrète de Dieu. Peut être, devrait-il à lire « La santé, un défi spirituel » d’Anselm Gruhn. Ce moine bénédictin a l’humilité de se référer (sans se départir, bien sur, de son esprit critique ni de sa foi) aux savoirs contemporains sur le psychisme. Il souligne ainsi ce qui, dans la tradition religieuse à laquelle il appartient, converge avec ces données contemporaines et insiste, avec lucidité, sur le caractère néfaste pour la santé, d’une religiosité mal comprise, interdictrice et menaçante. Comme quoi, certains arrivent à prendre en compte la dimension spirituelle de toute vie sans tomber dans le rigorisme et le moralisme, la culpabilisation (implicite, voire, parfois explicite) et le renfermement sectaire.

Voyons le troisième point d’achoppement de leur démarche.

L’imposture du recours à Saint-Thomas d’Aquin :
J’ai déjà cité la tirade de Masi affirmant, sans rire, qu’il avait été amené par une étude minutieuse et sérieuse, à la conclusion qu’«Hahnemann n’était rien d’autre qu’un thomiste spécialisé en médecine ou, dit autrement, que l'homéopathie était la vision thomiste de la médecine».

Mais, s’en référer, comme le font les masistes, à Saint-Thomas d’Aquin au titre que ce serait le plus grand connaisseur de l’âme humaine relève de l’escroquerie intellectuelle. Non que ce ne soit pas une grande figure intellectuelle. Non que ce ne soit un auteur digne de respect. C’était, et cela reste, au contraire, un immense théologien. L’escroquerie n’est pas chez Saint-Thomas d’Aquin, elle est chez ceux qui l’utilisent, aujourd’hui, 800 ans après qu’il ait écrit ses ouvrages pour lui donner un statut qu’il n’a point.

Quand Masi dit que chez nul autre auteur, il n’a trouvé une telle connaissance de l’âme humaine, il y a deux solutions.

- Il cherche à nous tromper.
- Il est inculte.
Je penche pour la première hypothèse.

Il n’est pas vrai que l’on ne puisse trouver chez nul autre auteur une aussi profonde connaissance de l’âme humaine pour une raison bien simple. C’est que la connaissance que Thomas d’Aquin a de l’âme humaine n’est pas de « première main ». Cette connaissance, il l’emprunte chez Aristote qui l’a précédé de 7 siècles ! et Thomas d’Aquin n’augmente pas la connaissance humaine d’Aristote, il la traduit, et c’est le but déclaré de son entreprise, en langage chrétien.

En effet, il faut savoir que Saint Thomas d’Aquin (1225-1274) est le théologien officiel de la religion catholique, au moins depuis le concile de trente au XIV ° siècle qui en fit son théologien universel.

Il faut, surtout, savoir que son oeuvre a, avant tout, constitué en l’adaptation de l’oeuvre d’Aristote à la théologie chrétienne et la doctrine catholique. Il est ainsi venu, au fil du temps, à représenter, à lui seul, la théologie chrétienne traditionnelle.

Ainsi, pour l’essentiel, la philosophie de Thomas s’inspire des thèses aristotéliciennes, en les rendant compatibles avec la révélation chrétienne.

Par exemple, Thomas d’Aquin reprend l’idée d’Aristote selon laquelle la fin de la vie humaine est le bonheur, et ceci dans les termes mêmes d’Aristote, mais, dans son projet de donner aux descriptions et thèses aristotéliciennes une forme et une conformité avec le dogme catholique, il déclare que le bonheur ne peut être réalisé que par la vision de Dieu. D’où, l’idée de béatitude qui revient sans cesse dans les écrits de l’AFADH…avatar chrétien du bonheur humain dont parle Aristote.

Il n’y a pas lieu, ici, de réduire la valeur de l’oeuvre de Thomas d’Aquin ni de l’accuser de plagiat. Il s’agit juste de remettre sa démarche dans sa perspective historique. D’ailleurs cet intérêt pour Aristote n’est pas propre à Thomas d’Aquin. La première moitié du XIII° siècle est profondément marquée par l’irruption du corpus aristotélicien dans tout le monde latin (Cf. « Le nom de la rose » où l’on voit l’impact de l’oeuvre d’Aristote sur la vie d’un monastère).

Il faut simplement être conscient du fait qu’Aristote était alors l’autorité suprême et indépassable. Il n’était pas question de prétendre ajouter de la connaissance à ce qu’il disait mais de rendre compatible ce qu’il avait dit et observé avec l’idéologie alors dominante. Pour le Moyen-âge chrétien, il n’était pas question de laisser l’autorité entière au païen Aristote. Il convenait donc de « traduire » (mais traduire, c’est le plus souvent trahir, n’est-ce pas ?) son savoir sous un habillage chrétien.

Rien ne justifie donc de dire que pour décrire les difficultés, tourments, aspirations, déviations de l’âme humaine, il faille s’en référer à la Somme de Thomas d’Aquin sauf à avoir en tête un projet de prosélytisme religieux.

Je vais donc donner, maintenant, quelques exemples concrets, relevés, ici et là, il y a embarras du choix, dans le répertoire de Guy Loutan. Tous les mots entre guillemets sont la transcription exacte du répertoire sus-nommé.

Exemples de dérapages masistes:

Sur Alumina, qui a un réel problème d’incarnation et d’obéissance, pourquoi ne pas dire les choses simplement au lieu d’inventer qu’Alumina «ne veut pas être incarné dans un corps dont l’immortalité dépend de son obéissance à un supérieur » ? A quoi sert-il de poser la question suivante : « et si ma matière est utilisée par la volonté d’un autre, de Dieu ? ».

Sur Bromium : qui, c’est vrai, « veut échapper au travail domestique, à sa profession », quel est l’intérêt d’ajouter « au quotidien terrestre » ?

Sur Causticum : où peut se trouver la justification qui mène à écrire : « il veut mener les autres à leur fin, mais pas comme une créature, en tant qu’intermédiaire, mais absolument comme Dieu ». Comme il peut se montrer ingrat, l’AFADH affirme « est accusé de n’avoir pas restitué à Dieu l’amour qu’il lui donnait ».

Sur Chloroformium : qui veut être l’égal, familier avec ceux qui lui sont supérieurs et par exemple s’adresse avec familiarité avec le médecin. Cette intéressante observation clinique nécessite-t-elle le délire suivant ? « Exige comme un droit l’intimité que le créateur lui offre par générosité. C’est un droit pour Dieu d’être familier avec ses créatures, puisqu’il est source de leur être, alors que ce n’est pas un droit pour la créature, d’être l’intime du créateur ».

Sur Hydrastis : la longue phrase suivante présente-t-elle le moindre intérêt clinique : « les créatures sont aimées de Dieu en tant qu’elles lui ressemblent. Hydrastis voudrait aimer les autres en tant qu’ils lui ressembleraient, alors qu’ils ne lui ressemblent qu’en tant qu’ils sont, comme lui, créatures de Dieu ».

Et je terminerai avec Hyosciamus : « essaie de redevenir Dieu qui règne par l’ordre sur les troupeaux. Sur les assemblées, par son éloquence et sa sagesse ». Pourquoi ce charabia ? Tout simplement pour rappeler le signe clinique « parle d’un sujet qu’il ignore comme s’il le connaissait parfaitement ».

Que penser, ensuite, de la phrase : « Ne se sent pas à la première place dans l’amour de Dieu, il en a été chassé, il veut remplacer la confiance par la connaissance. Refuse de connaître Dieu par la grâce et non par la raison ». Ce verbiage, en fait, est là à la place d’une explication psychologique toute simple, tellement vraie et évidente. A savoir que Hyosciamus a souvent manqué de l’attention et de l’affection dont a besoin tout enfant. Aussi, faute de cette sécurité affective, de cette « confiance », a-t-il tendance à chercher à se rassurer par la connaissance, du côté du mental ?

Conclusion :
Les travaux cliniques des masistes, de l’AFADH et d’autres, ne sont nullement dénués d’intérêt. Pour autant, ils sont formulés dans une langue qui est artificiellement et intentionnellement théologique. Elle a pour but de faire croire que la clinique et l’observation de l’âme humaine amène naturellement à des conclusions conformes à la théologie catholique. Il n’en est, évidemment, rien.

Car ce qu’il y a de pertinent, en réalité, dans la description de l’âme humaine à laquelle se réfère et qu’invoque sans cesse l’AFADH ne doit que peu à Thomas d’Aquin. Presque tout vient d’Aristote et d’une observation empirique, dénuée d’arrières pensées idéologiques. C’est une imposture, une escroquerie intellectuelle, de le présenter comme étant une découverte de Thomas d’Aquin. Si certains masistes sont, peut être, des naïfs, il n’est pas possible que Masi et les plus grandes figures du masisme ignorent ce fait. Il y a donc, là, une intention délibérée de tromper ! Un mensonge sur l’origine de la connaissance de l’âme humaine utilisée. Le passage d’un discours universel (Katolicos (sic) en grec !), ouvert et purement descriptif, à un discours « sectaire », fermé sur lui même (un indien ou un chinois peut comprendre ce que dit Aristote, peuvent-ils comprendre le charabia de l’AFADH ?) et appauvrissant par rapport à l’original.

Ainsi, loin d’amener de la clarté, loin de permettre de mieux comprendre l’être humain, les masistes jargonnent tellement que leur discours éloigne régulièrement de la simplicité des choses.

La question se pose alors de savoir ce que l’on doit penser de la complaisance (je n’ose écrire complicité) d’une frange du monde homéopathique vis-à-vis d’une telle démarche. Indifférence, vague admiration pour un discours pseudo-spirituel, lâcheté ou paresse intellectuelle? Je ne sais pas. A chacun de répondre.

Pour ce qui me concerne, à propos de médecine, de connaissance et de spiritualité, je préfère, et de loin Pascal à Thomas d’Aquin. Blaise Pascal, savant et chrétien. Chrétien et savant. Il pensait que le plus important pour l’être humain était Dieu, la Foi. Il pensait qu’il faut se comporter selon la volonté de Dieu.

Mais il était convaincu que la théologie ne peut dicter à la science ce qu’elle doit considérer comme vrai. Il n’hésita pas, ainsi, à critiquer le décret qui condamnait Galilée en disant : « ce n’est pas cela (la condamnation) qui prouvera que la terre demeure en repos ». Pour lui, si dans le domaine religieux, l’important est la Foi, le fait de croire sans raison, dans le domaine de la connaissance, il s’agit d’argumenter et de prouver ce que l’on dit. Il a « théorisé » cela en prônant une Justice selon les Ordres (c'est à dire, les domaines). Ceci signifie, pour le chrétien Pascal, que chaque sphère obéit à ses propres lois. Révélation et Foi pour le religieux. Preuves et arguments rationnels pour le domaine de la connaissance des choses et des êtres.

On a, bien sur, le droit d’être médecin homéopathe et chrétien. Comme on a le droit d’être médecin homéopathe et bouddhiste, musulman, athée, juif mais aussi shintoïste, taôiste, etc. Chacun est libre de ses convictions, évidemment ! Dans sa sphère privée et dans ce qui relève des mystères qui dépassent toute connaissance possible.

Mais, dès lors, que l’on prétend dire des choses relevant, non de la Foi, mais de la connaissance, on a, on se donne, par là même, des devoirs. Tout d’abord, celui de transparence. Transparence sur les véritables sources de ce que l’on avance et sur ses intentions. Ensuite, sur le devoir de rendre des comptes, donner ses raisons sur ce que l’on présente comme une vérité, sur ce qu’on affirme être le reflet de la réalité.

Auteur: Dr. Philippe Marchat. Mise en ligne, Novembre 2009.
Source: http://www.homeophilo.fr/textes/reflexions-sur-le-masisme.pdf

Directrices en la Investigación en Homeopatía

Existen tres áreas principales en la investigación homeopática que quisiera discutir: investigación en ciencia básica, investigación clínica, estudios epidemiológicos. Para que la homeopatía avance en los diez años cruciales siguientes, es esencial desarrollar un sólido cuerpo de evidencia en las tres áreas. Es necesario, primero para convencer tanto a la comunidad científica como a la médica, como a las autoridades políticas, que la homeopatía es efectiva. Pero aún más necesitamos desarrollar el arte y la ciencia de la homeopatía para nosotros mismos. Se requiere investigar para mejorar nuestra comprensión de los principios homeopáticos, asi como para ayudar en la práctica clínica de la homeopatía.

La crisis en salud pública
Más y más personas cuestionan los alcances de la terapéutica convencional y comienzan a pensar por si mismas. En una encuesta reciente más del 30% de los consumidores buscaron tratamientos médicos no convencionales. El fracaso en la curación de enfermedades como el SIDA, cáncer y el aumento en la enfermedad autoinmune indican que la terapéutica moderna ya no es una panacea. La resistencia misma de las bacterias a los antibióticos figura recientemente en la prensa, con titulares atemorizantes y predicciones de "bacterias asesinas". Al prescribir fármacos homeopáticos, somos médicos con una perspectiva singular de la enfermedad y la salud. Los principios de la homeopatía nos explican que se debe atajar la causa subyacente de la enfermedad, pues el tratamiento exclusivo de los síntomas con medicaciones paliativas iatrogénicas solo enfermará más a la gente. Lo sabemos y lo vemos diariamente en la práctica. En la historia clínica apreciamos que el paciente se dirije hacia patologías más serias durante su tratamiento alopático.

Es evidente que al incorporar la homeopatía y otras modalidades terapéuticas alternativas en el sistema de salud pública, seremos capaces de abatir los costos y mejorar la salud de la población. ¿Pero cómo llamar la atención de los políticos? ¿Cómo convencerlos de que nos tomen en serio? La mejor manera, pienso, es mediante la investigación científica.

Investigación en ciencia básica
Necesitamos resolver tres incógnitas centrales en el área de la investigación fundamental.

1. ¿Tienen actividad biológica las altas dinamodiluciones?

2. ¿Cómo se almacena la información en estas altas dinamodiluciones?

3. ¿Cuál es el mecanismo de acción de los medicamentos homeopáticos?; esto es, ¿cómo es que estas sustancias en alta dinamodilución interactúan en el cuerpo humano para estimular la curación?

Gracias al trabajo de Benveniste y otros con sustancias en alta dinamodilución sobre sistemas biológicos, se comienza a responder la primera pregunta (2-6). La segunda, el almacenamiento de información, también se analiza con una serie de hipótesis sobre la reorganización de las moléculas de agua en solución o los campos electromagnéticos y la mecánica cuántica (2,7,8). Además está pendiente comprender cómo estas sustancias dinamizadas desencadenan la respuesta curativa del organismo y por qué el principio de los semejantes es tan importante. Hay propuestas recientes de la teoría del caos que pudieran contribuir, pues en un postulado básico estas pequeñas cantidades pueden influir en sistemas grandes (9). Disciplinas como la biofísica médica reconocen la capacidad innata del organismo de curarse a sí mismo. Esta inteligencia organizadora estimulada por ciertas intervenciones terapéuticas, se consideró en la antiguedad como algo místico. Sabemos que su descripcion cientifica representará una revolución en medicina (asi como un Premio Nobel para quien profundice en sus alcances).

Patogenesias, antiguas y nuevas
Debemos persistir en la patogenesia homeopática, experimentar con nuevas sustancias, validar las antiguas pues desafortunadamente muchas de las patogenesias iniciales emplearon pocos experimentadores, de manera que nuestra literatura en ocasiones se basa en un tamaño de la muestra precario. La expansión de las indicaciones para nuestra farmacodinamia sería un esfuerzo encomiable.

Ensayos clínicos a doble ciego
El "estandar dorado" de la moderna investigación médica es el ensayo clínico doble ciego, controlado contra placebo. Es un método que se presta a la investigación homeopática y un gran recurso para convencer escépticos de la eficacia de la homeopatía ya que el manejo de la pastilla medicinal en homeopatía facilita los ensayos clínicos doble ciego.

La investigación realizada muestra una "relación favorable" (es imposible hablar de la eficacia absoluta de una prueba clínica, pues se maneja la probabilidad estadística) cuando el tratamiento homeopático se compara contra placebo en enfermedades como la rinitis alérgica (10), artritis (11), fibrositis (12), influenza(13), y diarrea aguda (14, 15). De los resultados negativos (16, 17) la mayoría obedecen a errores en el diseño de investigación desde la perspectiva homeopática, pero la evidencia global sigue siendo positiva. El mayor problema son los pocos estudios bien logrados en este sentido, 22 de unos 100 en un reciente metaanálisis de los ensayos clínicos homeopáticos(18). Es dificil predecir cuantos estudios clínicos positivos se requieren para convencer a la medicina académica de la eficacia de la homeopatía, pero llegará el punto en que se alcance la masa crítica necesaria.

Si ofrecemos resultados en diez, veinte o treinta entidades clínicas, es de esperar un cambio de opinión en la conciencia colectiva sobre homeopatía. Aunque habrá quien se oponga en base a lo filosófico, hasta que se establezca el mecanismo de acción, pero la mayoría juiciosa, inteligente y abierta se verá convencida con resultados de ensayos clínicos serios y rigurosos.

Investigación para mejorar la práctica homeopática
La investigación clínica de varios aspectos prácticos de la homeopatía es esencial si vamos a desarrollarnos como profesión. ¿Cuáles sustancias realmente antidotizan los fármacos? ¿Es peor el café descafeinado por proceso hídrico que el descafeinado químicamente? ¿Que hay de los rayos x en los aeropuertos? Todos opinamos sobre estas cosas, pero nada se ha definido científicamente. ¿Acaso la combinación de remedios es menos efectiva que el medicamento único? ¿Acaso una combinación para la influenza funciona pues alguno de los cinco farmacos que contiene es el simillimum para un individuo en particular, o los cinco se unieron para formar un nuevo medicamento con sus propias indicaciones? (Pensemos en Calcarea phosphorica, Kali suphuricum, y Natrum carbonicum). Sería interesante realizar la patogenesia de las fórmulas más comunmente empleadas.

¿Existen dinamizaciones óptimas para ciertos individuos? ¿Por qué en ocasiones una 200c no actúa y, meses después al retomar el caso, una 1000c del mismo si lo hace? Muchas preguntas como estas deben investigarse sistematicamente. ¿Qué tan certero y reproducible es el proceso homeopático de la toma del caso? ¿Existe en realidad un solo medicamento para cada persona? A medida que se avanza y crece en la práctica homeopática, necesitamos algo más que simples respuestas anecdóticas a estas preguntas.

Estudios epidemiológicos descriptivos
Los estudios que se adentran en la prevalencia del uso de homeopatía en la población y las características descriptivas de quién busca el tratamiento homeopatico, son valiosos en muchos sentidos. Un estudio preliminar tal, de una práctica homeopática fue publicado have varios años(19). Desde una perspectiva de relaciones públicas y comerciales, es útil hacer ver el amplio interés por la homeopatía, quienes la prefieren y qué enfermedades son tratadas con más frecuencia. Es información muy valiosa en discusiones sobre homeopatía ante aseguranzas oficiales y públicas, para documentar su utilidad en varias áreas, comparando renglones análogos del tratamiento convencional. Los bancos de datos que incluyen información sobre diagnóstico, síntomas clave, medicamento prescrito, y resultados-seguimiento tienen el potencial de ofrecer cifras de extrema utilidad. La recurrencia de algunos fármacos en ciertos diagnósticos, variaciones estacionales de medicamentos agudos para enfermedades específicas, diferencias geográficas en los medicamentos prescritos, y adiciones al repertorio son solo algunos de los resultados que pudieran derivar de tal esfuerzo. Aunque existen varios reportes recientes publicados en este sentido (20, 21, 22) debemos desarrollar un método uniforme, práctico y de manejo fácil para que muchos médicos puedan recaudar estos datos.

Estudios coste/beneficio
Este género de investigación trasciende no tanto por sus resultados clínicos -como en alguna prueba de laboratorio específica o la curación de síntomas- sino por los beneficios generales en salud pública y económicos para determinado tratamiento. Emplean indicadores como el estado de salud general (para lo cual existen varias escalas ampliamente aceptadas), la satisfacción del paciente, dias de ausencia en escuela o trabajo y el costo del tratamiento, para así comparar los resultados entre distintas terapéuticas. Es un acercamiento de gran utilidad práctica para evaluar la terapéutica homeopática ante varias enfermedades crónicas, que no se prestan bien al método doble ciego.

Con dicho procedimiento sería relativamente fácil diseñar y desarrollar un estudio para una enfermedad crónica como artritis, cefalea, alergias, fatiga o depresión. Los pacientes de una numerosa población cautiva, como en una organización de salubridad, con una enfermedad particular, pudieran asignarse de manera aleatoria para recibir tratamiento médico convencional u homeopático durante cierto tiempo, al menos un año.

Si de cualquier forma la terapéutica moderna solo ofrece la paliación de estas enfermedades, sería interesante comparar la evolución de tales pacientes con homeopatía. Es probable que ante factores como la satisfacción del paciente, calidad de vida, días de trabajo perdidos y costo de tratamiento las cifras serán favorables al grupo homeopático. Tales estudios llamarían la atención a quienes pagan la atención médica.

Conclusión
Es obvio que aun hay mucho que hacer en investigación homeopática. Este trabajo es indispensable para el avance de la homeopatía al lograr aceptación por la comunidad médica y política, ampliar su demanda por el público, asi como al refinar su ciencia y arte para una mejor atención de nuestros pacientes. Un vistazo a la lista de posibilidades en la investigación nos deja apabullados. Tomaría varias vidas de cualquiera de nosotros para hacer mella en el cuerpo de trabajo que se requiere. En la medida de nuestras posiblidades todos debemos contribuir a este esfuerzo. Les insto a que se comprometan en alguna área de la investigación homeopática.

Referencias
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Autora: Dra. Jennifer Jacobs MD, Master in Public Health. Profesor asistente clínico en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Washington.
Presentado en el 150 aniversario del A.I.H. (American Institute of Homeopathy), Nueva York, 1994.
Publicado en el Journal of the American Institute of Homeopathy, 1994, Vol, 87, No.3.
Fuente: http://homeopatiaacademica.webs.com/marcoteorico.htm

Mimetismo molecular y autoinmunidad: una ojeada a la bibliografía reciente


Introducción
Los trastornos autoinmunes afectan aproximadamente al 3% de las poblaciones europea y norteamericana, y en más del 75% de los casos al sexo femenino. El sistema inmune ataca moléculas propias como consecuencia de la pérdida de tolerancia frente a antígenos específicos. Bajo esta denominación se incluyen múltiples alteraciones, que van desde trastornos específicos de órgano, como miastenia gravis o tiroiditis de Hashimoto, a enfermedades sistémicas, como artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico (LES), esclerodermia, etc. Asimismo, se ha implicado a la autoinmunidad en diversos problemas de salud pública, entre otros arteriosclerosis, esquizofrenia y ciertos tipos de infertilidad.

Susceptibilidad y reactividad
Diversas alteraciones autoinmunes se han asociado a factores predisponentes de tipo genético, infeccioso y/o ambiental. En síntesis, se piensa que sobre la base de una susceptibilidad genética actuarían como desencadenantes del proceso autoreactivo antígenos que alteran la tolerancia de linfocitos T o B frente a lo “propio”, mediante varios mecanismos propuestos.

En lo concerniente a la susceptibilidad genética, varios estudios parecen demostrar que las personas portadoras de ciertos alelos HLA (ver Glosario) tienen más riesgo de presentar enfermedades autoinmunes específicas que las no portadoras.

Respecto a los desencadenantes puede decirse que, si bien se conoce mucho en términos generales acerca de los parámetros moleculares y celulares de los procesos autoinmunes, es menos lo que se conoce respecto a los mecanismos desencadenantes, con las limitaciones y reservas añadidas al extrapolar datos experimentales surgidos de modelos animales (con frecuencia murinos) a la patología humana. Actualmente se piensa que agentes infecciosos de todo tipo (virus, bacterias, hongos, parásitos) y ambientales (se ha implicado a diversos contaminantes ambientales en el deterioro de la capacidad reproductiva del varón) actuarían expresando epítopes que mimetizan antígenos propios en el comienzo o mantenimiento de la reacción autoinmune. En el caso de los microorganismos se habla del sentido ontogenético de este comportamiento: en el transcurso de su propia evolución, ciertos virus (en particular aquellos con alta prevalencia de infección y con capacidad de producir infección prolongada, como el citomegalovirus), habrían “capturado” y modificado genes celulares inmunomoduladores, interfiriendo así con la respuesta inmune del huésped. Muy diversas estrategias servirían a este propósito: imitación de proteínas similares al sistema de complemento, de citoquinas o del Complejo Mayor de Histocompatibilidad.

Respecto a los mecanismos patogénicos que vinculan infección microbiana y destrucción tisular, estarían en primer lugar los no inmunes, como la destrucción directa de células infectadas por virus. Entre los mecanismos inmunes de muerte celular propuestos por los autores cito los siguientes:
1.- Mimetismo molecular (molecular mimicry).
2.- Activación del “espectador inocente” (bystander activation).
3.- “Yo erróneo” (mistaken-self).
4.- Activación linfocítica de superantígenos.
5.- Persistencia antigénica.
6.- Presentación de autoepítopes crípticos inducidos por inflamación.

Mimetismo molecular
He revisado la bibliografía reciente en base a los siguientes criterios:
-       Término de búsqueda: molecular mimicry
-       Base de datos: Medline
-       Material: resúmenes o artículos completos.
-       Período: Septiembre de 1998 a Octubre de 2000.

Son múltiples los ámbitos estudiados en los que parece que el mimetismo molecular (MM) desempeña un papel, desde su empleo en la comunicación entre microorganismos hasta su actividad en la inmunoterapia tumoral. He prestado atención a trabajos que versan sobre su papel en la patología autoinmune, destacando algunos que me han parecido interesantes.

Mimetismo molecular y autoinmunidad
En condiciones ordinarias, solo los linfocitos T y B intensamente autoreactivos son eliminados o inactivados en los órganos linfoides correspondientes. Los que escapan a esta selección negativa se mantienen bajo control mediante mecanismos reguladores mal comprendidos. Cuando estos mecanismos fallan, tales linfocitos autoreactivos serían activados por complejos formados por ciertas moléculas del sistema HLA y determinados péptidos propios o autoantígenos. En lo concerniente al referido binomio infección-enfermedad autoinmune, la hipótesis del MM plantea que durante una infección los linfocitos T, que reconocen tanto al antígeno microbiano como a un péptido propio relacionado o mimetizado, se activarían y producirían reacción autoinmune mediante reactividad cruzada autoinmune (RCI).

Sin embargo, la sola existencia de epítopes capaces de activar RCI no implicaría necesariamente patología mediada por MM y autoinmunidad. La RCI sería un fenómeno relativamente frecuente, según Maier y cols¹. Dos trabajos ilustran este aspecto. En el primero, Vodjani y cols² objetivan RCI entre Candida albicans y diversos tejidos humanos. En el segundo, Gebhardt³ demuestra la existencia de epítopes antigénicos comunes al virus del herpes simple y al receptor de la acetilcolina, y anuncia que están en marcha estudios para intentar determinar el significado patológico de este hallazgo.

Un paso más allá de esta forma de RCI de consecuencias patológicas aún no claramente establecidas estaría la fase de expresión clínica de la misma. Se han descrito múltiples asociaciones entre microorganismos, epítopes o antígenos compartidos y enfermedad autoinmune. En ocasiones el mismo microorganismo se asocia a diferentes entidades nosológicas, y a la inversa, una misma entidad se ha asociado a infección por diferentes microorganismos, lo que probablemente permite destacar la importancia del medio en el que se desarrolla la infección.

Autoinmunidad y vacunas
¿Estaría implicado el MM como mecanismo patogénico en los efectos adversos postvacunales? Se han asociado reacciones autoinmunes a diversas vacunas. Tras vacunación antigripal (VAG) se han descrito casos de síndrome de Guillain-Barré, LES, artritis reumatoide, poliarteritis microscópica y otras vasculitis. Pérez y cols.4 presentan un caso de arteritis de células gigantes (ACG) tras VAG en un previamente sano HLA DRB104 positivo (variante de HLA asociada a susceptibilidad para desarrollar ACG). De nuevo, la hipótesis que plantean los autores es que la interacción entre, de una parte antígenos de VAG y una variante de HLA en las células presentadoras de antígenos con, de otra, linfocitos CD4 helper, produciría una reacción autoinmune dirigida contra (en este caso) la arteria temporal, manifestándose clínicamente como ACG.

En su investigación de la etiopatogenia de otra enfermedad considerada autoinmune, la esclerosis múltiple (enfermedad desmielinizante en cuya patogenia desempeña un papel la inmunidad antimielina), Atkins y cols.5 plantean la hipótesis de que infecciones víricas transitorias (frente a la más extendida hipótesis patogénica de infección vírica contraída antes de la adolescencia) serían el factor desencadenante de las recaídas características de una forma evolutiva de esta enfermedad, y en este sentido sugieren que la vacuna triple vírica (sarampión-parotiditis-rubéola) sea modificada para evitar la posibilidad de inducir autoinmunidad antimielina.

Son varios los estudios publicado en esta línea de investigar la hipótesis del MM como posible mecanismo patogénico en entidades nosográficas concretas, así como la analogía de éstas con las reacciones inducidas por vacunas. Así, Kowal y cols5 proponen su papel en LES. Su trabajo es el primero que analiza y secuencia un panel completo de anticuerpos antineumocócicos (AAN) inducidos tras la administración de vacuna polivalente de polisacáridos neumocócicos (VPPN). Hallan que un determinado idiotipo se expresa tanto en los AAN de individuos no autoinmunes vacunados con VPPN como en el 99% de los anticuerpos anti-DNA bicatenario de pacientes con LES. Y recuerdan la observación clínica de que, a menudo, las respuestas antivirales y antibacterianas se acompañan de auto-reactividad.

Dada la existencia de datos a veces contradictorios entre observaciones clínicas e investigación experimental, el debate científico actual en torno al binomio vacunación-autoinmunidad está impregnado de polémica. En efecto, en contra de lo sugerido por la observación clínica se alza el único estudio controlado publicado hasta febrero de 2000 en un modelo animal, en el que se investigó la posible relación causal entre vacunas y hallazgos autoinmunes. Se inmunizó a cachorros sanos con una variedad común de vacunas. Se documentaron diversos anticuerpos pero ninguna enfermedad autoinmune franca. No obstante lo cual creemos prudente en el estado actual mantener alerta la vigilancia de las posibles relaciones entre vacunas y autoinmunidad, e intentar avanzar en nuestra capacidad de predecir qué individuos estarían más expuestos a presentar reacciones postvacunales graves.

Son muchas las cuestiones planteadas para la investigación futura sobre una patología en cierto sentido emergente, como la autoinmune. ¿Qué factores determinan el “salto” cualitativo entre una RCI asintomática, y al parecer relativamente común, hasta la florida expresión clínica de la patología autoinmune en sus múltiples entidades? ¿Bajo qué condiciones anticuerpos artificialmente inducidos con intención protectora se vuelven ellos mismos factores patogénicos? ¿Qué mecanismos inmunomoduladores están implicados en las aparentes paradojas descubiertas? Una de ellas es la señalada por Stefferl y cols.6 Según estos autores, una respuesta encefalitogénica a la glicoproteína de la mielina del oligodendrocito (proteína que, en modelo animal, induce enfermedad autoinmune desmielinizante del sistema nervioso central superponible a la esclerosis múltiple) puede ser tanto inducida como (una vez comenzada por otro desencadenante distinto) suprimida como consecuencia de reacción cruzada con determinado dominio de la proteína de la leche butirofilina.

 Y, como clínicos, una cuestión para nosotros fundamental, que nos plantea un reto para los próximos años: ¿cómo obtener la mejor individualización preventiva y terapéutica para nuestros pacientes a partir de todos estos datos clínicos y experimentales?

¡Aude sapere!, nos recuerdan los clásicos.

GLOSARIO
Anergia: una forma de tolerancia inmunológica potencialmente reversible en la que los linfocitos se vuelven funcionalmente arreactivos.
Apoptosis: una forma específica de muerte celular mediada por degradación enzimática del ADN y que, en contraste con la necrosis, no se asocia con signos de inflamación.
CMH: Complejo Mayor de Histocompatibilidad. Un antígeno es procesado intracelularmente en péptidos cortos mediante proteolisis antes de ser presentado por moléculas del CMH en la superficie de células dendríticas a los linfocitos T, proceso que da comienzo a la respuesta inmune adaptativa.
Epítope: la estructura antigénica que es reconocida por un receptor antigénico (anticuerpo o receptor de linfocito T).
HLA: del inglés Human Leukocyte Antigen. Antígenos presentes en membranas celulares. Participan en las interacciones celulares durante la respuesta inmune. Es la versión humana del CMH.
Idiotipo: un determinante antigénico dentro del sitio de unión de un anticuerpo que es reconocido por otro anticuerpo.
Linfocito T citotóxico: un linfocito T que mata a su célula diana reconociendo complejos de péptidos y moléculas del CMH sobre la membrana de la célula diana.
Linfocito T helper: un linfocito T que secreta las diversas citoquinas necesarias para la actividad funcional de otras células del sistema inmune.
Tolerancia: arreactividad inmunológica específica que ocurre tanto centralmente (en los órganos linfoides primarios médula ósea y timo: tolerancia central) como periféricamente, en cualquier otra localización (tolerancia periférica), y que es inducida principalmente por delección clonal (implicando apoptosis) o por anergia clonal.

REFERENCIAS
¹ Maier B et al. Multiple cross-reactive self-ligands for Borrelia burgdorferi.specific HLA-DR4-restricted T cells. Eur J Immunol 2000 Feb; 30(2): 448-57.
² Vodjani A et al. Immunological cross reactivity between Candida albicans and human tissue. J Clin Lab Immunol 1996; 46(1): 1-15.
³ Gebhardt BM. Evidence for antigenic cross-reactivity between herpesvirus and the acetylcholine receptor. J Neuroimmunol 2000 Jun 26; 105(2): 145-53.
4 Pérez C et al. Giant Cell Arteritis alter Ingluenza Vaccination. Arch Intern Med 2000, Vol 160, Nº 17.
5 Kowal C et al. Molecular mimicry between bacterial and self antigen in a patient with systemic lupus erythematosus. Eur J Immunol 1999 Jun; 29(6):1901-11.
6 Stefferl y cols. Butyrophilin, a milk protein, modulates the encephalitogenic T cell response to myelin oligodendrocyte glycoprotein in experimental autoimmune encephalomyelitis. J Immunol 2000 Sep 1; 165(5): 2859-64.

Autor: Dr. Marino Rodrigo, Servicio de Medicina Interna, Hospital Virgen del Camino. Pamplona.
Publicado en Panacea, Revista del ICOM de Navarra, nº 55, octubre de 2001.