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EL PARADIGMA DE LA HOMEOPATÍA

En el año 2007 inauguré el ciclo académico realizando una descripción del paradigma de la biomedicina, en el que se inserta actualmente la enseñanza médica universitaria y –en general- el manejo de la salud y de la enfermedad.
Decía en aquella oportunidad que la homeopatía se halla en un estado de pre-paradigma o de paradigma alternativo al dominante, y daré hoy el fundamento de tal opinión.

El uso del término paradigma lo tomo del sociólogo e historiador de la ciencia Thomas Kuhn (1), quien, con la publicación de su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas, aportó una gran polémica en los círculos de la Filosofía de la Ciencia de los años ’60, polémica que en algún grado aún se mantiene.
Antes de llegar a la noción de paradigma, hagamos un breve recorrido histórico de la ciencia en occidente.


1. La ciencia en Occidente

Recordemos que desde la antigua Grecia la ciencia se vincula con la búsqueda de la verdad de los hechos. Aristóteles fue quien sentó las bases de cómo se debía considerar a una ciencia para que fuera un conocimiento objetivo y se diferenciara de las opiniones subjetivas ante un fenómeno en estudio.
Aristóteles señalaba que para asegurar el conocimiento se debía partir de las observaciones hasta la formulación de principios generales en un proceso de inducción y de allí nuevamente a las observaciones para deducir las explicaciones de lo observado.

La ciencia del medioevo se rigió en general por los fundamentos aristotélicos, pero recurriendo a Dios como último garante de la verdad. Las Escrituras no podían ser contradichas, y ejemplo de esto es la condena a la hoguera de Giordano Bruno.
Luego del Renacimiento, entre los siglos XVI y XVII se produce la llamada “revolución científica”, época en que se cambia la visión del mundo. Los episodios más conocidos son los correspondientes a la física y a la astronomía, con nombres tales como Copérnico, Galilei, Kepler y Newton, pero la revolución se contagió a otros campos de saber.
Si bien algunos de los nombrados eran hombres religiosos, sin embargo pretendían rigurosidad en las explicaciones científicas sin recurrir a fundamentos extraídos de la religión.
De allí el famoso aforismo de la Ilustración del que se hiciera eco Imannuel Kant: “aude sapere”, “atrévete a saber”, sin dogmas religiosos o metafísicos.

En la Modernidad, la ciencia pretendía el conocimiento de la estructura última de la realidad de los fenómenos que se observan, pretensión que de alguna manera para muchos continúa hasta la actualidad.
Al conocer el mecanismo de producción de los fenómenos, se podría dominar a la Naturaleza, proyecto iniciado por Francis Bacon en el siglo XVII.

Según Palma - Wolovelsky:

Durante este período (...) tiene lugar la aparición y constitución de la denominada “ciencia moderna”, que se caracteriza sustancialmente por el interés centrado en el conocimiento de la naturaleza, el recurso a las matemáticas como medio de conocimiento y el uso –o cuando menos la búsqueda- de un método científico. (2)

Así manifestaba Galilei esta pretensión:

La filosofía se halla escrita en el gran libro que está siempre abierto ante nuestros ojos –quiero decir, el universo-; pero no podemos entenderlo si antes no aprendemos la lengua y los signos en que está escrito. Este libro está escrito en lenguaje matemático y los símbolos son triángulos, círculos u otras figuras geométricas, sin cuya ayuda es imposible comprender una sola palabra de él y se anda perdido por un oscuro laberinto. (3)

Por cierto que este proyecto fue en gran medida exitoso, y a la vista están los llamados progresos científicos que permiten al hombre una vida más confortable, una extensión de la expectativa de vida, un dominio del espacio y de la naturaleza.
Estos mismos progresos son los que –mal orientados- han sustentado también la escalada de armas de exterminio más sofisticadas, el control y la vigilancia del hombre tal como aventuraran Bentham con su panóptico y Foucault al comentarlo.
Así también el domeñar la naturaleza se ha convertido en un maltrato hacia la misma que hace peligrar los ecosistemas y la vida planetaria en su conjunto.

Aún hoy, el conocimiento científico es –para muchos- el único posible si se quiere tener la certeza de cómo se producen los fenómenos.
Según esta postura, el único conocimiento serio es el de la ciencia. Y aquellas disciplinas que no tengan una metodología científica son pseudociencias, como gusta calificar Mario Bunge, “pope” de la Epistemología, por ejemplo, al psicoanálisis o a la homeopatía.
El saber de la ciencia cuenta con prestigio, y quien lo posea tiene poder de palabra y de decisión.


2. El concepto de paradigma en filosofía de la ciencia

En los años ’60 Kuhn publica su libro, que en alguna medida socava los cimientos sobre el que se basaba el concepto de ciencia desde la antigüedad, ya que la verdad anhelada es relativa al paradigma en el cual esa ciencia está sumergida. Y una verdad actual puede ser una falsedad en el futuro, por lo que hay una concepción relativista en la teoría acerca de la verdad.

Para Kuhn, un paradigma es un conjunto de ideas que durante un tiempo proveen de problemas y soluciones a una determinada comunidad científica.

Dice Kuhn:

Un paradigma es lo que miembros de una comunidad científica comparten y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en hombres que comparten un paradigma (...) Bajo esta perspectiva, una comunidad científica está formada por practicantes de una especialidad científica. Han pasado por una iniciación profesional y una educación similar en un grado que no tiene comparación con la de la mayor parte de otros campos. En este proceso, han absorbido la misma literatura técnica y desentrañado muchas de sus mismas lecciones (...)
Dentro de tales grupos, la comunicación es relativamente completa y los juicios profesionales, relativamente unánimes (...) Por supuesto, existen en este sentido comunidades a muchos niveles. La más global es la comunidad de todos los científicos naturales. (...) Las comunidades de esta clase son las unidades que este libro ha presentado como las autorizadas y productoras del conocimiento científico. (4)

Kuhn llama a la ciencia que se practica dentro del paradigma “ciencia normal”, y los que la ejercen están comprometidos de tal forma que no pueden analizar los fenómenos de otra manera que bajo las consignas propias de ese paradigma.
Dicho de otra forma, aquel que se instala en la práctica de la “ciencia normal” tiene los anteojos propios de ese paradigma, y sólo ve lo que le permite ver el mismo.
El científico habla a su vez con el lenguaje de la comunidad científica, y le es incomprensible todo discurso que se aparte del mismo, todo lenguaje que provenga de un paradigma distinto.
En esto se basa la inconmensurabilidad de los paradigmas: la dificultad de comprensión de los miembros de una comunidad científica de un paradigma respecto del lenguaje que se habla en un paradigma alternativo.

La comunidad realiza una tarea acumulativa de conocimientos y se produce un progreso en el mismo, que es sólo relativo al paradigma en que se encuentra.

Los problemas que se producen como “enigmas” son trabas en el conocimiento que la comunidad se empeña en resolver. Y si no se resuelven, la comunidad los deja momentáneamente de lado ya que confían en que en algún momento –con nuevos descubrimientos dentro del mismo contexto paradigmático- se resolverán.
Sólo que si se cronifican y acumulan, producen anomalías (enigmas recalcitrantes) que a la vez desencadenan un estado de crisis dentro de la “ciencia normal” que puede predisponer a la aparición de otro paradigma, con una ciencia que es revolucionaria respecto de la “normal”, y que termina imponiéndose. Así se convierte en “ciencia normal” dentro de un nuevo paradigma, que era alternativo al predominante.
Este cambio se da -según el autor- en forma brusca, como reacción ante una idea original comunicada por uno o varios pensadores disconformes con el paradigma en el que se mueven.

Dice Kuhn:

(...) el nuevo paradigma o un indicio suficiente para permitir una articulación posterior, surge repentinamente, a veces en medio de la noche, en la mente de un hombre sumergido profundamente en la crisis. (5)

En esto se basan las sucesivas revoluciones científicas que se han dado en la historia de la ciencia: el pasaje de un paradigma a otro que resuelva mejor las anomalías que tenía en su seno el anterior.

Otros elementos pueden coadyuvar para el cambio.

Según Palma - Wolovelsky:

Es importante esta recurrencia de Kuhn al ‘sentimiento’ como uno de los elementos importantes en el cambio de paradigma, dado que dicho cambio no puede explicarse, según Kuhn, en argumentos fundados únicamente en la lógica y la experiencia, sino que obedece a razones de tipo sociológico y psicológico. (6)

La sucesión sería entonces:


3. El paradigma de la homeopatía

La homeopatía fue descubierta por Samuel Hahnemann (Meissen, 1755 – París, 1843) quien creó el nuevo sistema terapéutico, decepcionado de los rudos tratamientos habituales de su época. Observó que el medicamento que se utilizaba para el tratamiento de la fiebre terciana, la cinchona officinalis, era capaz de producir en sus manifestaciones toxicológicas síntomas similares de la misma enfermedad. Concibió entonces la idea de realizar experimentaciones de las substancias en sujetos sanos, comenzando la práctica en sí mismo con la cinchona.

La homeopatía es una terapéutica fundamentada en una filosofía de la biología de corte vitalista, la que sustenta que cada ser humano está animado por una fuerza vital. Para la homeopatía, cuando esta fuerza vital se desequilibra se produce la enfermedad.

Dado que la doctrina homeopática piensa además que no hay una escisión entre la psiquis y el cuerpo, sino una unidad, el desequilibrio mencionado se muestra en forma sintomática en ambos planos. Y las diversas y sucesivas manifestaciones que se producen como síntomas físicos o psíquicos en la vida del paciente son sólo efectos de una misma causa, el desequilibrio vital que es a su vez la enfermedad crónica –en términos técnicos para la homeopatía, -la psora- que aqueja al enfermo desde su nacimiento.

El regreso de la fuerza vital al equilibrio se produce con la adecuada elección de un remedio de origen natural, preparado a dosis infinitesimales, y de acuerdo a la totalidad de los síntomas que pesquisa el médico homeópata en su práctica.

A diferencia de la biomedicina, los síntomas que recava el homeópata no son solamente los que pertenecen a la entidad clínica por la que consulta, sino que es de su interés cualquier manifestación del desequilibrio vital que individualiza a su paciente.

La homeopatía no niega la responsabilidad de que un germen determinado provoque una enfermedad infecciosa, por ejemplo el HIV como agente etiológico del SIDA. Pero si bien el HIV es causa necesaria de dicha enfermedad, no es causa suficiente. Para el homeópata hay una concausa aún más importante que el virus, y que corresponde al terreno, o sea, el ser humano que es susceptible de enfermar.

De acuerdo a la individualización y la jerarquización de los síntomas obtenidos, el médico homeópata aplica la llamada “ley de la semejanza”, la cual promulga que aquella sustancia que produce determinados síntomas en un experimentador sano, cura los mismos en el paciente que los trae a la consulta (similia similibus curantur).

El homeópata tiene un acceso al paciente propio de una medicina humanista, e intenta la comprensión del desarrollo de la enfermedad dentro del proceso vital de cada enfermo. El síntoma homeopático se vuelve un signo de desequilibrio de la totalidad del paciente, dado que la fuerza vital está omnipresente en cada parte del ser humano. Y el objetivo último de la curación no es sólo la desaparición de los síntomas de determinada entidad clínica –asma bronquial, úlcera gástrica o la que fuera-, sino el equilibrio completo del paciente y de éste con su entorno.

Al respecto, decía Tomás P. Paschero:

No se enferma el cuerpo ni la mente por separado, ni el enfermo lo está en su estómago, hígado, pulmones o corazón, sino todo él está enfermo en el centro dinámico motor de su personalidad, en ese núcleo hontanar del organismo donde palpita el ser del hombre y se establece la unidad del cuerpo y de la psique. (7)

De esta forma el tratamiento homeopático le brinda herramientas para que logre su desarrollo personal sin el obstáculo que le produce la enfermedad.

Decía Hahnemann en el recorrido parágrafo 9 de su Órganon:

En el estado de salud la fuerza vital (autocrática) que dinámicamente anima el cuerpo material (organismo), gobierna con poder ilimitado y conserva todas las partes del organismo en admirable y armoniosa operación vital tanto respecto a las sensaciones como a las funciones, de modo que el espíritu dotado de razón que reside en nosotros, puede emplear libremente estos instrumentos vivos y sanos para los más altos fines de nuestra existencia.

De modo que el equilibrio vital que debe lograr el homeópata a través de su tratamiento debe colocar al paciente, como ideal terapéutico, en condiciones de libertad de elección para que pueda cumplimentar una función acorde a su naturaleza humana, sin el parasitismo de la enfermedad que lo encadene a una naturaleza biológica inferior a su condición.

4. Conclusiones

La homeopatía como sistema terapéutico se halla relegada como “medicina alternativa” ya que la filosofía de la medicina que predomina en el paradigma actual es de corte mecanicista.
Para los círculos médicos que predominan en ámbitos de enseñanza e investigación, la medicina debe ser considerada como ciencia, y su objeto de estudio, el ser humano enfermo, debe enfocarse según las premisas de la “ciencia moderna”.

Es así como el paradigma que domina actualmente es el biomédico, heredero del concepto de ciencia de la Modernidad.

Bajo esta óptica el ser humano debe considerarse desde un punto de vista mecanicista, y la enfermedad no es más que un proceso físico, tanto en las patologías del cuerpo como en las de índole psíquica; esta últimas no son más que el resultado de una alteración de la bioquímica cerebral, o sea, también un defecto físico.

Tal como el proyecto de la Modernidad, la biomedicina intenta el dominio de la naturaleza, esta vez del cuerpo humano, único lugar en donde se produce la enfermedad, para restablecer la salud.

En este paradigma la comunidad médica se maneja –como se describió en el caso de cualquier paradigma-, con un lenguaje en común que excluye a cualquier otro, y la enseñanza y la investigación se hacen con el supuesto -en general no explicitado- de una filosofía de la biología de corte –como se dijo- mecanicista y fisicalista en su fundamento.

Por supuesto, existen gradaciones en el culto con el que se ejerce la tarea; hay así médicos y profesionales de la salud que aún insertos en este paradigma ejercitan su tarea con vocación humanística y no sólo con técnica precisa.
En general estos profesionales sospechan del marco paradigmático en donde se mueven, y no comparten la visión del ser humano enfermo –como dije ya sea física o psíquicamente- como un mero mecanismo descompuesto.

Las anomalías que detectan muchos de los que ejercen dentro del paradigma provienen de su percepción de que la enfermedad no sólo es el producto de un agente externo, una inmunidad disminuida o un genotipo determinante, sino que éstas no son más que condiciones que se agregan a un fenómeno de origen dinámico y vital que está en la base de la patología; ellos son los miembros de la comunidad científica que predispondrán al cambio de paradigma, superador del anterior.

Asimismo este cambio estará potenciado por los pacientes que sienten en la actualidad que sus problemas no son resueltos en su totalidad por la medicina que hoy predomina.

Desde las primeras décadas del siglo XX, la física cuántica nos ha enseñado que no existen precisiones últimas en las mediciones ya que el ojo del observador modifica irremediablemente la experiencia. Asimismo, no se puede predecir con exactitud en qué lugar va a estar en un momento “t” una partícula “p”, sino en forma aproximada.
La física, modelo de ciencia dura edificada sobre certezas ya no puede detentar el prestigio de ciencia exacta.

La misma matemática se haya socavada en sus fundamentos. En filosofía de las matemáticas es conocido desde la descripción de los teoremas de la incompletitud de Gödel (1930) la endeblez de la lógica matemática, ya que nunca se podrá encontrar un sistema axiomático que sea capaz de demostrar todas las verdades matemáticas y ninguna falsedad.
Estas investigaciones se dan en el marco de una cosmovisión social de gran sospecha hacia las antiguas verdades.
El proyecto moderno de que “el universo es un libro que se halla escrito en idioma matemático” se ve así debilitado en sus fundamentos.

La homeopatía es el sistema terapéutico ideal para aquellos médicos que deseen abrirse a otros caminos, y que desconfíen de las “certezas” del paradigma biomédico.
Damos la bienvenida a aquellos que deseen una terapéutica de profundidad para su paciente y que se aventuren en nuevos senderos.
Para ellos, reivindicamos el aforismo kantiano (y que utilizara Hahnemann en su Órganon) y que he citado en ocasión del pasaje del concepto de ciencia del Medioevo a la Ilustración: aude sapere: atrévete a saber; en aquel momento invocado por Kant como invitación de atreverse a pensar sin dogmas religiosos o metafísicos, hoy citado por mí para decirles: atrévanse a saber, sin el dogma que nos pretende imponer la llamada ciencia médica predominante.

Muchas gracias.


Notas:

1. KUHN, T. La Estructura de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
2. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Imágenes de la racionalidad científica; Eudeba, Buenos Aires, 2001., p. 26.
3. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit, pp. 32-33.
4. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit., pp. 98-99.
5. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit, p. 101.
6. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit, p. 103.
7. Candegabe, M.; Diálogos con Tomás Pablo Paschero, p. 50.

Autor: Dr. Gustavo Cataldi 
Conferencia inaugural del Curso 2007.
Publicado en la web de la Universidad Candegabe de Homeopatía.

El monopolio de la verdad


La ciencia es un cuerpo de conocimientos acumulado a lo largo de los siglos gracias a la investigación humana. En cada época el concepto de ciencia ha variado según el uso y las costumbres, en cada sociedad. Lo que se consideraba ciencia en la antigua Babilonia no es lo mismo que en la Grecia clásica, ni coincide con Francis Bacon ni con los avances actuales. La ciencia como disciplina dispone de métodos de investigación adecuados a sus objetos de estudio. El método científico, que nace con Francis Bacon en el siglo XVII, no es más que un instrumento humano para aproximarnos a una parte de la realidad. Los científicos saben que con el método científico hay realidades a las que no se puede acceder, porque  el instrumento no se adapta a ellas. A partir de ahí, una de dos: o se niegan esas realidades o se aceptan las limitaciones propias del método científico.

La homeopatía, ciencia cuyo corpus se desarrolla durante el siglo XVIII, se adapta al método científico tal como estaba elaborado hasta ese momento. Los dos principios básicos de la homeopatía, la ley de similitud y la experimentación pura, cumplen rigurosamente con los requisitos del método inductivo y del método hipotético-deductivo, tales como los sistematizó Bacon. Y, de hecho, como prueba difícil de refutar, la Homeopatía ha persistido en sus mismos fundamentos durante más de dos siglos, adaptándose a la cambiante patología humana, y a pesar de los avances en el conocimiento de la fisiología humana. Si lo comparamos con la variabilidad en el diagnóstico y el tratamiento del devenir de la medicina más convencional, con sus cambiantes diagnósticos y pautas de tratamiento, y sus resultados muchas veces empíricos y aleatorios, no cabe duda que la medicina homeopática ha ofrecido durante estos últimos dos siglos mayores garantías de éxito en el tratamiento de la enfermedad humana, tanto en las grandes epidemias que asolaron el siglo XVIII, donde la Homeopatía destacó por su relevante éxito frente a las alternativas convencionales, hasta el tratamiento de las enfermedades crónicas, gran plaga de las sociedades más modernas, que no se han conseguido atajar con la avanzada tecnología médica.

Los avances científicos en varias ciencias teóricas (Física, Química, Matemáticas) durante el siglo XX han demostrado fehacientemente que la visión mecanicista de la medicina que todavía se contempla en la actualidad, ha quedado totalmente obsoleta. La aplicación de esos avances a las ciencias aplicadas, como es el caso de la Medicina, han supuesto un retraso en la efectividad de los tratamientos propuestos, sobre todo a largo plazo. El éxito se ha conseguido en ciertas áreas muy limitadas, en el campo de la Cirugía sobre todo, donde la consideración del cuerpo humano como una máquina resulta funcional para obtener resultados prácticos a la hora de reparar o sustituir órganos. Pero en el campo propiamente médico, donde la curación debería medirse por el grado de desaparición de la sintomatología y la independencia respecto a medicamentos que imponen efectos terapéuticos violentos, sin respetar la homeostasis, los fracasos y la polifarmacia son la norma.

Frente a esa realidad clínica insidiosa, la medicina debería estar abierta a experimentar con todo aquello que pueda beneficiar al ser humano sufriente, sin reparar en prejuicios teóricos. Porque… ¿cuál es el objetivo de la medicina: la curación de la enfermedad o la elaboración de hipótesis? Si la ciencia no es capaz de aliviar el sufrimiento humano con toda su complejidad, ¿porqué no recurrir a otras disciplinas que puedan aportar su grano de arena?
Parecería que el dilema es conceptual, pero frente al dolor y al sufrimiento lo determinante no son las disquisiciones teóricas sino su alivio. Muchos supuestos defensores a ultranza de la ciencia están en total desacuerdo en usar otros instrumentos que no sean los proporcionados por la ciencia; ciencia, por cierto, con la que también se han logrado algunos de los desastres más grandes de la humanidad (las bombas de Hiroshima y Nagasaki, por ejemplo). Los avances científicos no están exentos de riesgo, y eso lo vemos en los efectos secundarios de la mayoría de medicamentos químicos, habiéndose convertido en una de las principales causas de morbomortalidad a nivel mundial.

Los políticos –incluyendo también los que ejercen cargos en estamentos médicos y académicos-, que deberían estar al servicio de las necesidades sociales, deben estar abiertos a las demandas que los ciudadanos expresan, entre ellas en materia de sanidad. Las sociedades actuales son sociedades plurales, donde conviven creencias múltiples. En este contexto, la libertad de elección terapéutica se convierte en un imperativo moral de primer orden. No puede ser el estado ni el gobierno quien decide cómo nacer, cómo vivir, cómo tratarse, cómo morir. Existen diferentes alternativas y cada ciudadano elige según sus referencias. Aquí la cuestión no es quién tiene la verdad, sino quién ejerce la justicia, quién permite que esa justicia sea igual para todos los ciudadanos, quién la respeta a pesar de sus convicciones quizás incluso opuestas.

La verdad es inaccesible, en toda su amplitud, a la percepción del ser humano. Para acercarse a ella, el hombre dispone de los sentidos de la percepción, que le permiten observar, y del raciocinio, que le permite deducir y sacar conclusiones. A partir de esas mismas facultades, algunos han desarrollado percepciones y han llegado a conclusiones desde diferentes perspectivas. Les llamemos magia, ciencia o arte, lo importante es que sean útiles para mejorar la vida en el planeta.

Toda persona que se crea en posesión de la verdad, al igual que todo gobierno o todo estamento de poder, es un peligro para el resto de la sociedad, si pretende imponer su criterio por encima del de los demás. La democracia impone el respeto y la tolerancia hacia lo diferente, el respeto por todas las opciones, si no atentan a la vida, y si no son peligrosas para el resto.

En medicina, como en cualquier otra disciplina, hay perspectivas diferentes, más amplias o más reducidas, todas ellas con un mismo objetivo: mejorar la salud de la población. Y cualquier autoridad, cualquier gobierno, debe velar por el cumplimiento de ese objetivo, por encima de intereses particulares, económicos o de otra índole; intereses que siempre existirán, y a los que habrá que poner límites, para que prevalezca el bien común.

La medicina no sólo es ciencia, también es arte; y ese aspecto artístico le confiere unos rasgos de imponderabilidad por encima de lo mensurable, que le permite adaptarse e interpretar más adecuadamente la realidad del sufrimiento humano.

THE IMPORTANCE OF HAHNEMANN’S ORGANON

Unfortunately it is a sad fact, that most homœopaths are but poorly (if at all) acquainted with Hahnemann’s Organon.(1) Yet, there is no doubt that this is the single most important work on the subject, providing the very basis upon which a truly in-depth study of its single foundation principle (Similia) and its application, must begin. That Organon remains largely unstudied and even ignored reveals the real agnosyn (2) of our institutions and teachers charged with training future generations of homœopaths.
This short article hopes to encourage those who still feel the flame of conviction for orthodox (3) Homœopathy, to revisit its most basic source, to make it their serious and continued study, and to thereby realise its full relevance and unmatched genius.

Hahnemann himself was annoyed at those who were too lazy to carefully read his directions in Organon. He writes: (4) “Many persons of my acquaintance but half converted to homœopathy have repeatedly begged me to publish still more exact directions as to how this doctrine may be actually applied in practice, and how we are to proceed. I am astonished that after the very particular directions contained in the Organon of Medicine more especial instructions can be wished for.” “I am also asked, ‘How are we to examine the disease in each particular case?’ As if special enough directions were not to be found in the book just mentioned.”
CMF von Bönninghausen, Hahnemann’s most respected and trusted student and colleague, stated the following with regard to the general neglect of Organon:  (5) “It seems actually at present to be a rarity and an exception when any homœopath again consults the “Organon of Healing,” and I know several who do not even possess, and have never read, this book. And yet it is indisputably the basis of the homœopathic healing art, and besides so many valuable grains of gold are enclosed within it that at every repetition of the reading of this remarkable book, especially when read by the older practicing and experienced homœopathic physicians, ever new and important instruction and intelligence may be gained, so that its neglect cannot be too sharply reproved.” J.T.Kent himself gives the following comments on this topic: (6) To learn the Materia Medica, one must master Hahnemann’s Organon, after which the symptomatology, and a full repertory must be the constant reference books, if careful homœopathic prescribing is to be attained and maintained. A. McNeil of San Francisco, in his article The Homœopathic Library, (7) rightly gives the following advice: “I will therefore proceed to those works which relate to the treatment of patients. The foundation on which all homœopathic therapeutics rests is the Organon. Study it frequently and thoroughly. The great Adolph Lippe made it a rule to read it once a year and he said that every time he discovered something he had not before observed. Those sections which describe the examination of patients should be more especially studied, for your repertories and materia medicas will avail you little if you do not examine your patients as he teaches.” A thorough understanding of the foundation principle of Homœopathy is indeed essential to its most effective application in each and every case of illness. After all, the only absolute point of distinction between ∗ Original article appeared in Australian Journal of Homœopathic Medicine, 1993:2;2,101-03. This expanded version appeared in the American Journal of Homœopathic Medicine, 97:4,270-273, Winter 2004-05.
Homœopathy and all other therapies, is its philosophical and practical foundation on Similars. But how do we study the Organon? It is interesting to read from people who were self-taught in this respect.
Let us look at what the respected Dr.JN Kanjilal, who taught himself Homœopathy (after his allopathic medical training), since it provides interesting guidelines for those of us in a similar position where (at the present time at least) a proper, comprehensive, high-level institutional training in Homœopathy is mostly unavailable. Dr.Kanjilal has very well stated the method which he himself utilised in his self-education in Homœopathy, and he offers the following advice relating to the study of Organon: (8) “In the first reading every word of every aphorism together with its footnotes must be read very carefully with meticulous attention to the commas, semicolons etc., as well as the parentheses. Never be satisfied until the whole meaning of the aphorism with its logic and connotation becomes quite clear. In this reading, of course, the whole book, beginning from its NAME to the last line of the Appendix must be gone through.” “In the second reading each aphorism should be read in the context of the whole Organon including the Appendix as given in the 5th Edition, translated by Dudgeon. Before starting the second reading a thorough perousal of the “Contents” of the same book, as given just after the preface to the Fifth Edition…should be given. This will help greatly in forming an idea of the arrangements of the different subjects taught in the book. After that, while reading any aphorism, all other aphorisms dealing with any of the points of the aphorism should be reperoused. For example:* The phrase accessory circumstances occurs in aphorisms 5, 7 and 94; accessory symptoms of the remedy occurs in 163, 167, 180 and 181; accessory symptoms of the disease occurs in 5, 7 and 95; and so on. All these groups of aphorisms should be read together, so that the whole sense of the theme becomes quite clear.” “After these two thorough personal readings, this book should most advantageously be read in a study circle of friends and colleagues who have already given such minimum two readings of the book. Each member of the study circle should try to explain his grasp on each of the aphorisms according to his understanding and sense of logic. In this way by mutual debate all the points will become more and more clear and more deeply comprehended.” * These references are not entirely verbatim, rather, they are more contextual, most references only dealing with the basic topic rather than using the precise phrase as suggested by Kanjilal. Hence, §§ 5, 7, 94 only relate to accessory circumstances; §§163, 167, 180, 181 only relate to accessory symptoms of the remedy; §§5, 7, 95, only relate to accessory symptoms of the disease [G.D.] Let me make the point that Hahnemann’s Organon is not just a small book on homœopathic philosophy, but a treatise on the application of scientific reasoning to the practice of medicine, as we may read in the following summation of B.K.Sarkar: (9) “Hahnemann’s Organon is a critique of medical philosophy underlying the art of medicine. An analytical study of Organon as well as that of the history of Homœopathy and the life-story of its founder show clearly that Homœopathy is a product of inductive logic applied to the subject of Medicine. It is in fact the first as well as one of the most brilliant examples of the application of the inductive method of reasoning to the solution of one of the great problems of humanity viz., the treatment and cure of disease.” From the very beginning of my own acquaintance with Homœopathy (1977), I made Organon the subject of my focus, since, as I could understand it, Hahnemann’s views could most accurately be ascertained from Hahnemann himself, even allowing for difficulties of translation. Through my teachings with Organon, I have heard students lament the difficulties of its language, and I of course assured them that its study becomes easier and easier the more often it is consulted and read carefully. I should also note that, when these same students of mine have begun their in-depth study of Hahnemann’s Materia Medica Pura (MMP) and Chronic Diseases (CD), they soon realised and remarked something along the lines of “Organon is easy to read compared to MMP & CD!”. (10)
Further, in my own experience, I would say it is not possible to appreciate the depth and implication of Hahnemann’s Organon without studying his other available works, from whence the Organon was evolved (especially Essay on a New Principle…, Aesculapius in the Balance, Medicine of Experience, The Medical Observer) and which have been translated into English and collected into the inadequately named volume The Lesser Writings of Samuel Hahnemann (HLW).
Let it not be assumed that Organon is merely a theoretical treatise – indeed it is the distillation of Hahnemann’s constant thoughts and significant experiences in the practice of medicine, into a highly condensed expression of a methodical and practical application of his discovery of a single and general therapeutic principle (similars) to the clinical situation for the specific purpose of healing the sick, in the simplest, most gentle and reliable
manner. (11) Bönninghausen clearly understood this, and through it’s constant study, gained such mastery of the art, and Hahnemann’s confidence to such a degree, that Hahnemann made the following declaration: (12) “…Baron von Bönninghausen of Münster has studied and grasped my homœopathic system of treatment so thoroughly that as a homœopath he deserves to be fully trusted, and if I should fall ill and be unable to help myself I would not entrust myself to any other physician.” Lastly, I would recommend this work to the study of all homœopaths, both student and teacher, and suggest it is never too late to return to it’s pages, to study and examine each aphorism carefully, and in context with what Hahnemann had written earlier (13) (HLW); remember, Bönninghausen was 43 years of age when he undertook its study, and look how much he accomplished!
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Notes & References
1. Hahnemann, S.: Organon der Heilkunst, 6. Auflage (1842), edited by J.M.Schmidt, Haug, Heidelberg, 1996. English title: Organon of Medicine, sixth edition (1842) annotations translated W.Boericke (1921); fifth edition text translated by R.E.Dudgeon (1893).
2. By ‘agnosy’ (Gr. α [lack of]; γνώση [gnosis = knowledge]) I refer to a lack of knowledge or familiarity.
3. I use the term orthodox, from the Greek, ορθόδοξος (orthodoxos) in its strict sense, to mean upright or correct, and in reference to Homœopathy proper, i.e., practiced in strict accord with the observation of Similia Similibus Curantur as the immutable therapeutic law of nature.
4. Hahnemann, S.: Materia Medica Pura, B.Jain, New Delhi, vol.1, Preamble (1833).
5. Bönninghausen,CMF.: Typhoid Fever and High Potencies (1853), in The Lesser Writings of C.M.F. von Bönninghausen, compiled by T.L.Bradford (1908) from the German translations by L.H.Tafel; First Indian edition, 1979, B.Jain, p.23 footnote.
6. Kent, J.T.: Lectures on Homœopathic Materia Medica, 2nd edition (1911), 1989 Reprint edition, Jain, New Delhi, p.12, Preface.
7. McNeil, A.: The Homœopathic Library, talk presented at the seventeenth annual session the International Hahnemannian Association (IHA), Glenn Summit, Philadelphia, June 24-25, 1896, in Transactions of the IHA.
8. Kanjilal, J.N.: Writings on Homœopathy, 2 vols., Das, Calcutta, 1977, vol.1, pp.255 – 256. 
9. Sarkar, B.K.: Essays on Homœopathy, Hahnemann Publishing Company, Calcutta, 1968, p.459.
10. MMP and CD also become much easier with familiarity and study.
11. Refer Hahnemann’s Organon of Medicine, 6th edition, §§1,2.
12. Haehl, R.: Samuel Hahnemann, His Life and Work, 1922, 2 volumes, Indian edition, BJain, New Delhi, 1985, vol.2, p.483.
13. Sarkar, B.K.: op. cit., p.461:
“The longer one can look back, the further one can look forward. The past supplies the key to the present and the future…In order to grasp fully the significance of the principles of Homœopathy a student should possess the knowledge of the state of affairs in the medical world when Hahnemann appeared on the scene. In order to enter the mind of Hahnemann when he was a homœopath in the making, a student should be acquainted with the original writings of Hahnemann which may be taken as precursors to his immortal work Organon…These writings should serve as a good introduction to the study of Organon and should go a great way to rouse the critical faculty of a homœopathic medical student.”
Author: George Dimitriadis, Hahnemann Institute, Sydney, Australia. 

IL SENSO DEI FENOMENI E I LIMITI DELLA SCIENZA NORMALE – RIFLESSIONI SULLA MEDICINA

Le considerazioni che seguono sono formulate da un professore di Chimica Generale, che, stante l’ area culturale specifica alla quale è rivolto questo giornale, è da ritenersi nella migliore delle ipotesi un “inesperto qualificato”. Pertanto lo scrivente è lungi dall’ adombrarsi se il lettore riterrà limitati, incompleti o addirittura non condivisibili alcuni dei punti di vista espressi in questo articolo, giacchè mai come in questo caso vale il pensiero di Wittgenstein “ciò che è detto, è detto sempre da un osservatore”. Tuttavia tengo a sottolineare che essi nascono e riflettono quello che da alcuni anni scrivo a commento delle mie pubblicazioni scientifiche in un settore che, al pari della medicina, ritengo debba essere culturalmente ridefinito.
L’ occasione di riflessione nasce dall’ invito a portare un contributo nell’ ambito di un convegno (La complessità in medicina) che la Società Italiana di Omeopatia e Medicina Integrata ha organizzato a Firenze. La Società ha come scopo statutario prioritario l’ inserimento nella normale pratica medica di una tecnica terapeutica fondata su un modello concettualmente differente da quello adottato ufficialmente dalla cultura occidentale. A mio parere la grande differenza fra i due paradigmi sui quali si basano i due modelli potrebbe essere ridotta essenzialmente all’ esistenza di un sentimento di fiducia o meno, che si ha nei confronti della capacità di un organismo malato di dare origine al processo di autoguarigione. Se tale sentimento di fiducia esiste, l’ intervento medico può consistere nell’ indurre una sottile interferenza atta a favorire cotale processo. Se viceversa si ritiene che esso sia insufficiente, il modello terapeutico che ne consegue parte dal presupposto che il processo in discussione possa o debba essere ignorato.
Se ai miei occhi in linea di principio tale differenziazione non prefigura sentimenti di smarrimento o aberrazione, di fatto le due tecniche terapeutiche si basano su filosofie profondamente differenti e questo fa sì che, quando esse siano formulate con tonto fanatismo, si cada sovente in una farsa grottesca di contrapposizione scienza verso non-scienza. E poiché quelli che fondano la loro medicina su una pretesa metodologia galileiana, quale quella che presuppone il sentimento di sfiducia nel sopracitato processo di autoguarigione, sono molti di più e sono supportati dall’ autoassertivismo del potere accademico, la situazione sconfina nella contrapposizione grid-group (ovvero gerarchia politico-culturale avverso setta) con argomenti di lazzo, dileggio, scherno fino alla contumelia nei confronti della parte soccombente. Dal mio punto di vista tale comportamento è pienamente comprensibile perché i proseliti della minoranza sembrano emozionalmente insensibili, dal momento che hanno evitato ed evitano di formulare qualsiasi proposizione con sembianza culturalmente degna. Il problema sta nel fatto che da una parte, se dovessero fare un esame con me, non ho dubbi che in trenta secondi i suddetti proseliti si sarebbero levati il pensiero, e dall’ altra, se fossi malato, non esiterei a farmi chilometri in ginocchioni per farmi visitare da alcuni di loro che ho avuto la fortuna di conoscere, e che, vittima della mia presunzione, ritengo medici di classe superiore. La spiegazione del tutto sta nel fatto che, almeno da un punto di vista scientifico stretto, entrambe le tecniche sono lungi dall’ avere una autoreferenza scientifica, ancorchè supportate da uno schema interpretativo autoconsistente della fenomenologia. 
La nostra cultura deve adoperarsi, parafrasando Lester Brown,1 per creare una medicina che soddisfi le sue necessità attuali nel più profondo rispetto dei diritti delle generazioni future. Ma poiché la cultura è potere, si deve concludere che in questo momento il potere fra le due fazioni è distribuito in maniera sostanzialmente asimmetrico. Da cui ricordando che il potere in tutte le sue forme si arroga i diritti di tracciare il confine fra l’ ammissibile e il non ammissibile, di determinare lo sviluppo culturale della società e di esercitare all’ occorrenza la coercizione, ritengo che il quadro non sia particolarmente incoraggiante per lo sviluppo della medicina non convenzionale. A meno di non ridefinire culturalmente l’ oggetto stesso della medicina in un processo di sviluppo concettuale che renda puramente nominalistici gli aggettivi convenzionale, non convenzionale, complementare e integrato, che si reggono sul presupposto della “scienza normale” adottata dalla nostra civiltà occidentale. 
La storia mostra che un certo insieme di fenomeni è sempre stato analizzato in maniera diversa a seconda della cultura e delle concezioni della natura. Stante la correttezza e l’ ammissibilità delle osservazioni, i quadri concettuali risultanti sono stati diversi, pur mantenendo tutti in generale la caratteristica di compatibilità con l’ insieme dei fenomeni osservati. Questo è la base dell’ esistenza di scuole di pensiero diverse nel campo della medicina, a seconda dell’ area geografica. Tuttavia si è spesso verificato che qualora nella stessa società si avessero più scuole di pensiero, una di esse sia diventata dominante per motivi non necessariamente di validità, quanto piuttosto di urgenza o di impostazione culturale dominante. Con il tempo tale scuola è diventata ufficiale, mentre le tesi delle altre sono state relegate al ruolo di credenze. 
La scuola di pensiero dominante una volta affermatasi fa codificare i propri assunti nei manuali, che vengono a costituire il riferimento degli studenti e dei professionisti.2 In essi vengono espressi i principi della scuola supportati dagli esempi che più si convengono alla dimostrazione assertiva della teoria. Per amore di chiarezza non vengono menzionati quelli che non si attagliano alla teoria stessa. Pertanto nell’ esercizio professionale tali manuali vengono a costituire l’ unica base della verità rivelata nel settore culturale specifico, inducendo pertanto a tacciare di eresia tutte le eventuali ipotesi che non si confanno a tale verità. Da un punto di vista scientifico tale situazione ha un effetto condizionante in quanto tutte le “libere ricerche” vengono indirizzate ad affinare il quadro concettuale dominante. In questo caso infatti la teoria determina l’ osservazione e non, come sarebbe auspicabile, il viceversa, e induce a sottovalutare e non considerare le eventuali contraddizioni o i fenomeni che se discostano. Quando questo si verifica, si parla di “scienza normale”. 
Il concetto di scienza come fu formulato da Galileo, Cartesio e Newton presuppone il concetto di idea assoluta come dettato dalla tradizione cristiana e pertanto si riferisce esclusivamente alla definizione di fenomeni che possono essere misurati e quantificati. Esso pertanto presuppone la coordinazione di dati sperimentali e la loro analisi attraverso un sistema logico. La conseguenza è che i fenomeni osservati devono essere caratterizzati da regolarità e che quindi l’ universo può essere descritto matematicamente. C’ è da sottolineare pertanto che il concetto di scienza così formulato non considera in linea di principio gli aspetti qualitativi di un fenomeno. Questo va ricordato a tutti coloro che nell’ ambito della scienza medica sono soliti parlare di metodi galileiani. Infine va sottolineato che, affinchè si addivenga alla caratterizzazione dell’ essenza delle entità del mondo che ci circonda, l’ interpretazione del fenomeno deve essere oggettiva, fatto questo che presuppone una serie di assunzioni a priori per stabilire i criteri di oggettività. Questa ultima proposizione può sembrare ovvia, ma, come sarà discusso in seguito, è lungi dall’ esserlo. 
L’ uomo ha imparato a coltivare la terra, tessere, fondere i metalli e costruire case e palazzi facendo a meno del metodo scientifico. In breve ha imparato che un bicchiere casca per terra e si rompe senza sapere la legge di gravità. Il suo cervello è primariamente impostato all’ apprendimento dei fenomeni dalla sopravvivenza e dall’ utilitarismo. Questo ha portato allo sviluppo della tecnologia e delle arti intese come specializzazione. Da questo punto di vista quindi la medicina si è sviluppata nei secoli come arte maggiore, prescindendo dalla conoscenza dettagliata della natura microscopica del nostro organismo e dei processi biochimici che ne determinano il funzionamento. Il medico si è formato e ha operato sulla base dei risultati di esperienze ottenuti dalle generazioni precedenti (leggi: tecniche terapeutiche) integrandoli con le esperienze dirette della sua professione quotidiana. Questa prassi prescinde dalla ricerca dell’ essenza dei fenomeni, che è l’ oggetto amorale della ricerca scientifica, mentre invece è determinato da un aspetto etico, che prescinde dalla scienza, in quanto alla base c’ è quel meraviglioso sentimento che porta l’ uomo a sollevare dalla pena il proprio simile sofferente. Non v’ è dubbio che da questo punto di vista la farmacologia sia una scienza mentre non lo è più quando diventa espressione della clinica. E in nome della loro arte maggiore, scusandomi per la banalità dell’ asserto, i medici tradizionali, forse per motivi di insicurezza, quando mi prescrivono una pasticca di aspirina, sono felici di darmi un milione di molecole di farmaco per ogni cellula del mio organismo; per contro gli omeopati, più prudenti, si compiacciono con se stessi facendomi assumere una molecola di principio attivo ogni miliardo delle stesse cellule (quando va bene, dal momento che, secondo loro, meno me ne danno più effetto mi fa). 
La medicina moderna nacque nella metà dell’ ottocento e si è soliti indicare in Claude Bernard il più autorevole padre fondatore. Negli scritti di Bernard si definisce chiaramente il concetto di equilibrio interno dell’ organismo e della sua tendenza a mantenere costanti dei parametri critici qualora sollecitato da perturbazioni esterne (cioè l’ omeostasi di Cannon), indicando quindi nella malattia una alterazione di tale equilibrio. 3 Tuttavia la medicina dimenticò presto questo dettato fondamentale e si sviluppò seguendo le scoperte di Pasteur, che sostenne che la malattia era dovuta a un fattore singolo. Questa semplificazione del problema ebbe fondamentalmente successo perché permetteva di seguire i canoni del pensiero scientifico di Descartes. La funzionalità dell’ organismo venne ad essere linearmente demandata alla funzionalità dei suoi singoli diversi organi componenti. In questo quadro la malattia è dovuta al cattivo funzionamento di un componente e pertanto l’ intervento terapeutico è concettualmente limitato all’ intervento sul singolo organo. Da allora lo sviluppo della medicina è strettamente connesso allo sviluppo della biologia, esaltando i successi di questa fino a prefigurare come risolutivo l’ intervento dell’ ingeneria genetica. E’ innegabile che tale filosofia basata sull’ approccio biologico molecolare abbia permesso di addivenire a notevoli successi come per esempio la cura del cancro. Ormai è da ritenersi che i biologi ci abbiano fornito una conoscenza pressochè completa della struttura microscopica dell’ organismo vivente e non v’ è dubbio che ci sia da aspettarsi una ulteriore serie di successi in un prossimo futuro dall’ utilizzo delle interazioni farmaco-recettore. Il punto che deve far invece riflettere sta nello sviluppo applicativo della conoscenza biologica. C’ è infatti da osservare che il metodo perseguito è basato sull’ indurre una perturbazione (leggi: terapia) spesso violenta su un sistema fuori equilibrio quale si può definire un organismo malato. Il problema primo quindi è la determinazione della misura e della durata della perturbazione in quanto è ovvio che nella stragrande maggioranza dei casi una perturbazione violenta, e quindi difficile da controllare, implica il passaggio da uno stato di non equilibrio a un altro stato di non equilibrio. Questo è esattamente l’ opposto del meccanismo di retroazione negativa che è alla base della vita. Parlando più in generale tale approccio sistematico appare innaturale nel senso che prevede un atteggiamento aggressivo (il senso della natura è quello della cooperazione, raramente quello dell’ aggressione se non per sopravvivenza). Di fatto la medicina tradizionale fallisce tutte le volte che è chiamata a intervenire su fenomeni cooperativi: l’ embriogenesi, l’ autoguarigione, la funzione cognitiva. 
Il metodo terapeutico fondato sull’ omeopatia può per contro essere considerato puramente basato sulla fenomenologia. Il pensiero del padre fondatore Hahnemann è basato su una visione vitalista dell’ organismo umano perseguendo il pensiero romantico del suo tempo che vedeva la natura come uno schema di relazioni. Nella visione hahnemanniana la malattia è dovuta alla variazione della cosiddetta energia vitale che caratterizza differentemente ogni individuo e pertanto l’ intervento terapeutico è determinato a annullare tale mutamento. Tale concezione è molto simile, mutatis mutandis, a quella della medicina cinese e a tutte le tecniche che prevedono una variazione di flusso bioenergetico. 
La tecnica terapeutica di Hahnemann prevede alcuni aspetti oggi scientificamente inaccettabili, talchè personalmente, pur ammirando l’ opera di questo grand’ uomo, giustifico la disapprovazione della attuale medicina tradizionale. Ritengo altresì che se avesse letto con attenzione quanto scriveva il contemporaneo Kant, le sue proposizioni avrebbero potuto essere formulate in una maniera significativamente più acuta. Tengo tuttavia a sottolineare che, come discuterò in seguito, molti principi utilizzati su base di fenomenologia terapeutica si adattano alla visione che si sta proponendo nei tempi moderni e rafforzano la mia critica di base nei confronti degli omeopati moderni, che si sono appiattiti su una teoria formulata quando a l’ Academie des Sciences si discuteva in quale anfratto del corpo umano si trovasse l’ anima o la coscienza. E la prima conseguenza dello stato di appiattimento è quella di avere un orizzonte limitato, ancorchè la concezione di terapia individuale a seconda della biodiversità costituisca per contro una visione sotto molti aspetti nettamente più avanzata da un punto di vista moderno di quella della medicina tradizionale. 
Il punto chiave del pensiero scientifico occidentale da quattro secoli a questa parte è stato di scoprire cosa c’ era di comune in un insieme di elementi simili o quello che c’ era di immutabile nel corso dell’ evoluzione temporale di una serie di eventi, il tutto alla ricerca della legge divina. La ricerca della legge universale porta quindi a una visione semplificata perseguendo una ricerca di certezza nell’ ambito di un rapporto diretto causa – effetto, giustificando quindi un approccio riduzionistico e un metodo basato sull’ analisi piuttosto che sulla sintesi. Per questo motivo la trascrizione matematica di una legge scientifica avviene in generale attraverso un’ equazione lineare. Non c’ è dubbio che questo metodo valga in molti campi tanto è vero che è sopravvissuto per molti secoli e i successi che si sono ottenuti utilizzando questo procedimento hanno avuto un effetto incredibile nella storia dell’ uomo. Tuttavia i monumenti che gli scienziati hanno eretto a questa visione non devono far dimenticare che tale paradigma è ben lontano da rendere conto della coordinazione esistente fra i fenomeni che osserviamo quotidianamente e nel caso della medicina quelli che si verificano in un organismo, definito da processi chimici e fisici da ritenersi termodinamicamente altamente improbabili. 
Se quindi la scacchiera della natura permette il movimento di più pezzi insieme e il loro cambiamento di valore dopo ogni mossa, il metodo analitico può mostrare i suoi limiti. Il processo alternativo è quello di privilegiare le correlazioni fra i fenomeni naturali, cercando di costruire una visione organica. Questo approccio organicistico, che con diverse sfumature caratterizza il pensiero orientale in toto e il pensiero occidentale partendo da Pitagora fino a Whitehead sottolinea il carattere di rete di relazioni che caratterizza il mondo nel quale viviamo. Talchè se, a differenza di quanto sostenuto da Descartes, un aggregato di entità interagenti possiede proprietà diverse e in generale superiori a quelle definite dalla somma delle proprietà delle singole entità e se le entità stesse sono interconnesse dinamicamente, il sistema non può essere descritto da equazioni lineari, come avviene nella scienza classica. Questo nell’ era dei computer ha portato allo sviluppo del concetto di retroazione e della teoria del caos (Prigogine),4 che è alla base della scienza delle complessità. 
Questa concezione della natura comporta una ridefinizione del mondo vivente e più in particolare, per quello che riguarda noi uomini, delle sue conseguenze nell’ interpretazione del senso della fenomenologia come espressione del sistema cognitivo (Bateson, Maturana),5,6 del senso del pensiero concettuale, della coscienza e dell’ espressione culturale dell’ uomo. L’ aspetto fondamentale è quello di ridisegnare, se non rimuovere, il concetto di base cartesiano sul quale si è sviluppato il pensiero scientifico moderno. Mi limiterò qui a discutere alcuni aspetti che io ritengo essenziali per lo sviluppo del pensiero medico. 
Presupposto fondamentale per lo sviluppo della medicina è la definizione del sistema vivente. Nell’ ambito della Scienza delle Complessità (v. Schrödinger, Prigogine, Maturana e Varela)7-11 esso è definibile come un sistema dissipativo che si autogenera e che è definito da uno schema di organizzazione, inteso come configurazione tra componenti, e da una struttura, definibile come rappresentazione dei componenti (cioè gli organi, i tessuti, le cellule, ecc) che possono essere intesi come l’ espressione materiale del suo schema di organizzazione. E’ importante sottolineare che la struttura viene ad essere determinata dallo schema di organizzazione. Sotto questa luce il limite della scienza tradizionale e della medicina in particolare è stato quello di occuparsi quasi esclusivamente dei componenti, trascurando l’ importanza essenziale dello schema di organizzazione. 
Il processo della vita prevede un continua variazione strutturale del sistema, fermo restando il fatto che esso ha sempre se stesso come referente in quanto la logica della sua configurazione è quella di conservare la propria identità. Tali variazioni pertanto sono sempre cooperative nel senso che non riguardano mai il singolo componente, ma sempre il loro insieme. Il punto chiave sta nel fatto che le interazioni con l’ ambiente implicano variazioni strutturali del sistema come risposta del sistema cognitivo (inteso come somma del sistema nervoso, endocrino e immunitario). Poiché tali variazioni strutturali sono diverse a seconda delle interazioni avute in precedenza, la risposta dell’ organismo è individuale. L’ autonomia dell’ atto cognitivo viene altresì rafforzata dal fatto che non tutte le perturbazioni dell’ ambiente sono efficaci, ma solo quelle selezionate dall’ organismo. In questo senso il processo della vita è un processo di apprendimento continuo che viene determinato dalla risposta individuale del sistema stesso. Pertanto ognuno genera il proprio mondo, indipendentemente dal mondo esterno. 
Questa visione di un sistema cognitivo organizzato è per esempio la chiave del sistema immunitario, la cui formulazione basata sul modello della selezione clonale di McFarlane Burnet e sviluppato da Jerne12 in uno schema a rete è chiaramente limitata. La teoria offre una spiegazione razionale dell’ infezione, ma non certo la tolleranza, la memoria e l’ evoluzione del sistema stesso. Questi fenomeni presuppongono il concepimento del sistema immunitario come un sistema a rete che si riarrangia in maniera cooperativa come conseguenza di uno stimolo esterno. In altre parole bisogna ammettere che l’ interazione singola determinata dallo stimolo esterno implichi una estensione all’ intorno come effetto di ordine superiore, come se le diverse cellule comunicassero e raggiungessero una nuova configurazione di autoorganizzazione sia in seguito a una piccola che a una grande perturbazione. La complessità del sistema non permette una completa simulazione, ma studi effettuati su modelli con numero di parametri limitato giustificano questo punto di vista.13-15 E’ interessante notare che in questo modello, che giustifica l’ aggressività e la tolleranza nello stesso tempo a seconda dell’ intensità dello stimolo, si ritrovino i due metodi terapeutici visti all’ inizio, caratterizzati rispettivamente da aggressività e sottile interferenza. 
Questa visione quindi in senso più generale implica che l’ organismo non raccoglie informazioni dall’ esterno, ma le genera in maniera personalizzata sotto l’ azione degli stimoli esterni. Nel generare il proprio mondo attraverso il suo processo cognitivo e per interazione con organismi simili che hanno mondi simili si può addivenire a una coordinazione dei mondi come espressione di un processo collettivo. Da questo ha origine il linguaggio e la cultura. E’ questo il senso dei fenomeni e il limite del nostro pensiero concettuale. La scienza umana non definisce le caratteristiche di un mondo indipendente, ma di quello definito dalla biologia dell’ osservatore. In altre parole ha significato solo per definire un insieme di spiegazioni accettabili di una realtà estremamente particolare e non oggettiva in quanto è quella definita dalle esperienze di vita dell’ osservatore. 
L’ insieme di queste considerazioni fornisce i punti di partenza per lo sviluppo futuro della medicina. Il primo punto è che l’ attenzione del medico deve privilegiare non specificatamente il singolo componente dell’ organismo quanto piuttosto il componente definito dal suo schema di relazione. Questo ci riporta allo sviluppo del pensiero di Bernard, sottolineando il carattere determinante di quei processi che la cibernetica ha definito processi di retroazione, nonché il carattere di sistema dinamico in non equilibrio proprio dell’ organismo vivente. Il secondo punto è che, come conseguenza del carattere biologico della conoscenza, il concetto di universalità o verità assoluta è trascendente all’ esistenza umana. Tale valore infatti prevede delle ammissioni a priori che prescindono dai processi naturali di cognizione. 
La conseguenza che è importante far propria è il fatto che posso dire che la maggiore comprensione della natura fa addivenire alla conclusione che la medicina è impotente a controllare un organismo nella sua totalità. Ancorchè sia vero che tutti i meccanismi che caratterizzano i sistemi viventi siano riconducibili a una successione di processi chimici, il software che descrive la loro interconnessione e la loro contemporaneità è troppo complicato e la scienza si deve limitare solo alla formulazione di algoritmi, ovvero sequenze di regole semplici. Questo tuttavia non deve mortificare il sentimento di sfida che l’ uomo ha nei confronti del mondo. Deve solo aiutarlo a prendere coscienza dei propri limiti e quando è necessario adottare l’ approccio più adatto. Che nell’ ambito della medicina si traduce che professare una medicina degna implica una chiarezza mentale che, stante la complessità della fenomenologia, prescinde dalla legge esatta e dai dogmatismi universitari o fideistici. 


Bibliografia 

1) L. R. Brown “Building a sustainable society”, Norton, New York, 1981 
2) T. S. Kuhn “The structure of scientific revolutions” , Chicago University Press, 1962. 
3) F. Capra “The turning point” Simon-Schuster, New York, 1982. 
4) I. Prigogine, I. Stengers “La nouvelle alliance”, Gallimard, Paris, 1979. 
5) G. Bateson “Steps to an ecological mind” Ballantine, New York, 1972. 
6) H. Maturana “Autocoscienza e realtà” Cortina, Milano, 1993 
7) A. Revonsuo, M. Kamppinen “Consciousness in philosophy and cognitive neuroscience”,     Erlbaum, Hillsdale, New Jersey, 1994.
8) E. Schrödinger “What is the life?” Cambridge University Press, 1944. 
9) H. Maturana, F. Varela “Autopoiesis and cognition” Reidel, Dordrecht, 1980. 
10) F. Capra “The web of life”, Doubleday-Anchor Book, New York, 1996; “La scienza della vita”, Rizzoli, Milano 2002. 
11) I. Prigogine, P. Glasdorff “Thermodynamic theory of structure, stability and fluctuations” Wiley, New York, 1971. 
12) N. Jerne Ann. Inst. Pasteur Immun. 125C, 435, 1974. 
13) F. Varela, A.Coutinho Immun. Today, 12, 159, 1991. 
14) V. Calenbuhr, H. Bersini, J. Stewart, F. Varela J. Theor. Biol., 177, 199, 1995.
15) S. Itaya, T. Uezu Progr. Theor. Phys. 104, 903, 2000.


Autore: Andrea Dei, Professore di Chimica Generale, Dipartimento di Chimica – Università di Firenze. Email: andrea.dei@unifi.it

El método homeopático a partir de las fuentes: Hahnemann y Boenninghausen

El método homeopático a partir de las fuentes: Hahnemann y Boenninghausen



Presentación en el Colegio de Médicos de Valencia, el 7 de febrero de 2015. Organizado por la Sección Colegial de Medicina Naturista, Acupuntura y Homeopatía.

Inmunología especulativa, medicina romántica y ontología de la enfermedad

"Cuando Sloterdijk habla de “experimentos con uno mismo”, no piensa en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis francés49. Con esta expresión Sloterdijk hace referencia, más bien, a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, el movimiento homeopático, que remonta Hahnemann, quien hace más de doscientos años50 formuló por primera vez el principio del remedio terapéutico efectivo. Asimismo, él fue uno de los primeros curadores en tratar el nerviosismo moderno de sus pacientes con propuestas médicas adecuadas. Estaba convencido de que el médico estaba obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde iba a prescribir a los enfermos. De esta reflexión procede el concepto de experimento con uno mismo: quien quiera ser médico necesita previamente ser cobaya....
La razón más honda de esta transformación encaminada a la experimentación con el propio cuerpo hay que encontrarla en la idea romántica de la relación activa entre la imagen y el ser. Hahnemann consideraba que los efectos de las dosis en el hombre sano y el enfermo se reflejaban de manera especular. Es aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica. El gran pensamiento optimista de la medicina romántica pertenece esencialmente a la homeopatía; es más, reside en el hecho de que hay que presumir una relación de reflejo entre lo que es la enfermedad como fenómeno global y los efectos que un medio puro provoca en el cuerpo sano....
De la misma manera que el homeópata, según Hahnemann, debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno, el teórico político debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica....
Samuel Hahnemann; este espíritu asombroso es el primero en haber formulado, hace exactamente doscientos años, el principio del medicamento efectivo. Es el primero en haber respondido a la impaciencia moderna de los pacientes, esa clientela burguesa de la salud, con una oferta médica adecuada, aislando productos puros a fin de conocer su verdadero efecto. Él pensaba que era indispensable que un médico se infectara a sí mismo y se administrara todo lo que más tarde daría a sus pacientes. Y esto porque los efectos de una dosis en un enfermo y en alguien de buena salud están invertidos como en un espejo. Una semiótica medicamentosa radical nace al mismo tiempo que una sintomatología de las enfermedades. La gran idea optimista de la medicina romántica, de la cual forma parte la homeopatía, se caracteriza por una suerte de isomorfismo, una relación en espejo, una reciprocidad de lo que es la enfermedad como entidad fenoménica y lo que un médico provoca en el sujeto sano...."


Una de las prácticas antropotécnicas descritas por Sloterdijk en “El hombre operable” es la de dejarse tratar, una práctica biomédica. La cultura del dejar-se-hacer-algo –Sloterdijk la caracteriza a partir de la figura del cliente, en el área de la medicina aparece una forma de pasividad más antigua, para la que, tradicionalmente, se ha reservado la expresión de “paciente”.48 No debiera extrañarnos que en el curso del siglo XXI dicha expresión esté en extinción del vocabulario médico, lo que esta en marcha es la clientización de los servicios y prestaciones. Lo anterior es concomitante con la creciente juridización de la relación médico-paciente. Sin embargo, independientemente de cómo se designe la relación entre el médico y el “paciente”, el hecho relevante en términos antropotécnicos se produce cuando este último se confía al primero con motivo de una intervención quirúrgica. Y entonces se habla, en sentido convencional, de dejarse operar, queriendo decir que en virtud de un diagnóstico serio, el paciente tiene que estar dispuesto a someterse a un tratamiento invasivo. Lo que el léxico médico articula bajo la formula vulnerando sanamus (“sanamos hiriendo”) y que tiene su traducción, del lado del paciente, en la hipótesis: al dejarme herir por manos competentes hago un servicio a mi curación. Aunque el desnivel entre el rol del paciente y del que opera en él se hace aquí más profundo no cabe duda de que, indirectamente, el paciente también actúa, complementando con ello este espacio autooperativo.
La encorvadura se redondea hasta convertirse en un círculo completo cuando el operador externo es el operado, una rara excepción, que no obstante está documentada en la historia de la medicina. Un ejemplo destacado de ello lo ofrece el médico L. Rogozov, el cual se vio obligado a operarse a sí mismo por una apendicitis durante su estancia en la estación de investigación rusa Nowalezarewskaya en la Antártica, en 1961. Una foto famosa nos lo muestra yaciendo en una mesa con vestimenta quirúrgica y una mascarilla protectora en la cara, mientras se abre la parte inferior derecha del vientre.
Por lo general, la retroacción autooperativa sobre uno mismo, gracias a la cual el sujeto tolera modificaciones técnicas de su cuerpo, revela una encorvadura más superficial. Se articula, aproximadamente desde el siglo XVIII, en el uso extensivo que el europeo ilustrado hace de sustancias estimulantes. Su uso se incrementa desde el siglo XX en un despliegue masivo de medios de doping en todas las disciplinas posibles. Es sabido hasta qué grado autores como Voltaire o Balzac eran adictos a la cafeína, así como cuánto debía Sigmund Freud a la cocaína. Tampoco es ningún secreto, para quienes conocen sus últimos años, a qué extremos llevaron a Sartre sus fluctuaciones entre el alcoholismo y el anfetaminismo. En todos estos casos lo importante es, evidentemente, qué hicieron los así estimulados con lo que los estimulantes habían hecho de ellos. La adicción de Sartre a las anfetaminas no dejaba de ser algo irónico, al hacerse dependiente de un medio que debía darle la sensación de una total independencia.
Sloterdijk elaborará una descripción de las potencias plásticas que producen lo humano, lo que implica una concepción fuerte de la idea de esfera antropogenética que integra lo político. Este modo de abordar la potencia plástica antropogenética acerca Sloterdijk a la biopolítica afirmativa tal como la han desarrollado en los últimos años todos aquellos que han seguido la estela del pensamiento de Deleuze. Esta concepción de lo biopolítico basada en un monismo del afecto y llevada incluso a interrogarse sobre las condiciones moleculares del ejercicio del poder, se aleja sensiblemente del análisis del biopoder desarrollado por Foucault y Agamben.
Cuando Sloterdijk habla de “experimentos con uno mismo”, no piensa en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis francés49. Con esta expresión Sloterdijk hace referencia, más bien, a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, el movimiento homeopático, que remonta Hahnemann, quien hace más de doscientos años50 formuló por primera vez el principio del remedio terapéutico efectivo. Asimismo, él fue uno de los primeros curadores en tratar el nerviosismo moderno de sus pacientes con propuestas médicas adecuadas. Estaba convencido de que el médico estaba obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde iba a prescribir a los enfermos. De esta reflexión procede el concepto de experimento con uno mismo: quien quiera ser médico necesita previamente ser cobaya.
La razón más honda de esta transformación encaminada a la experimentación con el propio cuerpo hay que encontrarla en la idea romántica de la relación activa entre la imagen y el ser. Hahnemann consideraba que los efectos de las dosis en el hombre sano y el enfermo se reflejaban de manera especular. Es aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica. El gran pensamiento optimista de la medicina romántica pertenece esencialmente a la homeopatía; es más, reside en el hecho de que hay que presumir una relación de reflejo entre lo que es la enfermedad como fenómeno global y los efectos que un medio puro provoca en el cuerpo sano. La homeopatía piensa en el plano de una inmunología especulativa. Y en la medida en que los problemas inmunológicos son considerados cada vez más aspectos prioritarios de la terapéutica y la sistemática del futuro, hemos de vérnoslas aquí con una tradición muy actual, por mucho que el funcionamiento de las dosis homeopáticas siga envuelto en un velo de oscuridad.
Sloterdijk se refiere a un proceso similar en Experimentos con uno mismo51 una suerte de tratado de intoxicación voluntaria en referencia al creador de la homeopatía, Samuel Hahnemann, como inventor de una micropolítica de la subjetividad. De la misma manera que el homeópata, según Hahnemann, debe intoxicarse a sí mismo antes de poder dar consejo alguno, el teórico político debe estar dispuesto a arriesgar su identidad en la práctica.
En Sloterdijk se trata de la intoxicación voluntaria en los problemas de la época, de la cual dice que puede surgir la figura del diagnóstico, del lamento poético o de la creación literaria. Quizás, como bien propone la investigadora Margarita A. C. Martínez: “toda su obra se pueda leer bajo el signo del diagnóstico, desde Crítica de la razón cínica52 hasta su más reciente trilogía Esferas . En todos estos textos, in crescendo, la lengua de Peter Sloterdijk avanza pronto hacia una lengua maníaca, azuzada por los matices técnicos de la época, una lengua polémica. Una de las expresiones más acabadas de este estilo filosófico es efectivamente Esferas53, donde Sloterdijk se lanza a una indagación fenomenológica del espacio que se cruza por primera vez, en el eje de una larga historia, con la dimensión política. Esta indagación fenomenológica, bajo el precepto de la autointoxicación, parte de sumergirse en la cultura técnica contemporánea, para luego extraer síntomas en aras de una redefinición de lo humano. En este caso, nos vamos a detener en el diagnóstico que Sloterdijk realiza respecto del hombre y la técnica en la época actual a partir de la noción de artificio como viraje dentro del humanismo occidental; de eso se trata un breve texto titulado 'La vejación a través de las máquinas'”.54
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Ahora bien, como es natural, este discurso sloterdiajno tiene más afinidades con el de Nietzsche, quien en no pocas ocasiones jugó con metáforas homeopáticas o, más aún, inmunológicas. No es ninguna casualidad que él pusiera en boca de Zaratustra y en presencia de la multitud la frase: “Os inoculo la locura”.55 Y eso por no hacer mención a su ominosa sentencia “Lo que no me mata me hace más fuerte”56, una expresión que hay que entender a todas luces en un sentido inmunoteórico. Nietzsche comprendía su vida toda como una suerte de inoculación de sustancias tóxicas de decadencia, y trato a su vez de organizar su existencia como una reacción integral de inmunización. No fue capaz de darse por satisfecho con esa ingenuidad blindada de los últimos hombres gracias a lo cual éstos se protegían de las infecciones de sus contemporáneos y de la historia. De ahí que en sus escritos entrara en escena como un terapeuta de la provocación que trabajaba con intoxicaciones concretas. Vistas así las cosas, la expresión que da título al libro de conversaciones de Sloterdijk se inserta más bien dentro de la corriente de la filosofía naturalista romántica; dicho más concretamente, tiene más que ver con la metafísica alemana de la enfermedad que con el discurso francés en torno al cuerpo desmembrado. Ahora bien, como es natural, mi discurso tiene más afinidades con el de Nietzsche, quien en no pocas ocasiones jugó con metáforas homeopáticas o, más aún, inmunológicas. No es ninguna casualidad que él pusiera en boca de Zaratustra y en presencia de la multitud la frase: “Os inoculo la locura”. Y eso por no hacer mención a su ominosa sentencia “Lo que no me mata me hace más fuerte”, una expresión que hay que entender a todas luces en un sentido inmunoteórico. Nietzsche comprendía su vida toda como una suerte de inoculación de sustancias tóxicas de decadencia, y trato a su vez de organizar su existencia como una reacción integral de inmunización. No fue capaz de darse por satisfecho con esa ingenuidad blindada de los últimos hombres gracias a lo cual éstos se protegían de las infecciones de sus contemporáneos y de la historia. De ahí que en sus escritos entrara en escena como un terapeuta de la provocación que trabajaba con intoxicaciones concretas. En fin, son todas estas connotaciones las que resuenan en mi título, lo cual no excluye que las imágenes o las asociaciones relacionadas con él puedan combinarse con otros ámbitos tonales y sean adecuadas para estas otras otras capas de sentido.
En la historia del pensamiento moderno –de Marx a Nietzsche– la política y la clínica corren en paralelo– en medio de fantasmas sanitarios y metáforas farmacológicas.
De Hahnemann a Nietzsche: he aquí un campo de análisis muy amplio. No obstante, entre los pequeños gránulos homeopáticos, que pueden conducir a la curación, y esas ideas filosóficas que probablemente, no logran efectos terapéuticos tan directos, cabe constatar un enorme hiato. Con todo, me parece que en lo que acaba de decir se pone de manifiesto un aspecto particularmente importante: ese estar-infectado, esa participación casi psicosomática en las dolencias de la propia época. Esta idea aparece en su libro Experimentos con uno mismo57 en un momento clave, donde usted, al hilo de la polémica con Botho Strauss58, define su idea de autor. Un pasaje que tiene rasgos confesionales. Argumentando en su defensa, usted aduce que el autor tiene la obligación de pensar peligrosamente. El escritor, continúa, no está para contraer compromisos con la inocuidad. Los autores importantes son sobre todo los que piensan en arriesgarse. De ahí que su filosofía experimental presuponga algo más que una simple comprensión metafórica de la homeopatía. Quizá habría que definirla mejor a la luz de su relación con las vanguardias artísticas y filosóficas del siglo XX...
Samuel Hahnemann; este espíritu asombroso es el primero en haber formulado, hace exactamente doscientos años, el principio del medicamento efectivo. Es el primero en haber respondido a la impaciencia moderna de los pacientes, esa clientela burguesa de la salud, con una oferta médica adecuada, aislando productos puros a fin de conocer su verdadero efecto. Él pensaba que era indispensable que un médico se infectara a sí mismo y se administrara todo lo que más tarde daría a sus pacientes. Y esto porque los efectos de una dosis en un enfermo y en alguien de buena salud están invertidos como en un espejo. Una semiótica medicamentosa radical nace al mismo tiempo que una sintomatología de las enfermedades. La gran idea optimista de la medicina romántica, de la cual forma parte la homeopatía, se caracteriza por una suerte de isomorfismo, una relación en espejo, una reciprocidad de lo que es la enfermedad como entidad fenoménica y lo que un médico provoca en el sujeto sano. En este sentido, el enunciado de la tesis pertenece más bien a la tradición de la filosofía romántica de la naturaleza, es decir, a la filosofía romántica de la enfermedad y la salud; del mismo modo, pertenece a la tradición nietzscheana el uso de metáforas homeopáticas. Como dice Nietzsche: “Los inoculo contra la locura”59, desarrollando así maravillosamente, a partir de ese momento, la representación crítica de una salud hacia la muerte, de un caparazón patológico contra las infecciones de la época contemporánea.
Si bien el origen de la medicina homeopática se remonta hasta el mismo Hipócrates. Sin embargo, no fue hasta que el médico alemán Samuel Hahnemann (Dressen, Alemania. 1755-1843) descubrió que la corteza de un árbol de Perú -el quino- producía en las personas sanas los síntomas de la malaria, pero proporcionaba enormes beneficios en la recuperación de los pacientes que sufrían esa terrible enfermedad, con lo cual comenzó a popularizarse esta medicina alternativa. De hecho, la homeopatía se basa en el principio “similia similibus curantur” que se traduce en “lo similar se cura con lo similar. En otras palabras, es un método terapéutico que se fundamenta en la ley de los semejantes o ley de la similitud mediante el cual se aplica a las enfermedades dosis mínimas de aquellas sustancias que, en cantidades mayores, producirían en el hombre sano síntomas iguales o parecidos a los que se tratan de combatir para que, de esta manera, se estimule al sistema inmunológico del organismo para que luche contra la enfermedad. Este es el mismo pensamiento que sirvió de base para las vacunas descubiertas por Edward Jenner y Louis Pasteur las cuales provocan una reacción en el individuo que protege contra la enfermedad. Los tratamientos de alergias trabajan, igualmente, de esta manera al exponer a una persona a cantidades del alergeno.
Es así que de Hahnemann a Nietzsche se suceden una serie de metáforas y máximas homeopáticas, que pueden conducir a un particular tipo de curación y efectos terapéuticos. Aquí se pone de manifiesto un aspecto particularmente importante: ese estar-infectado, esa participación casi psicosomática en las dolencias de la propia época. Esta idea aparece en su libro Experimentos con uno mismo60 en un momento clave, donde usted, al hilo de la polémica con Botho Strauss61, define su idea de autor. Un pasaje que tiene rasgos confesionales, donde el autor tiene la obligación de pensar peligrosamente y no de contraer compromisos con la inocuidad. Los autores importantes son sobre todo los que piensan en arriesgarse. De ahí que su filosofía experimental presuponga algo más que una simple comprensión metafórica de la homeopatía. Botho Strauss, novelista y dramaturgo alemán publicó en los noventa un artículo en el que abordaba fenómenos intocados en Alemania “el nuevo culto a la nación, las loas a la sangre”. Hizo “reaparecer estos temas” en el panorama alemán “teñidos de tonos positivos”. En numerosos textos y diálogos Sloterdijk define la misión del escritor, en las conversaciones62 con Carlos Olivera se pueden encontrar ideas de este tipo: nosotros consumidores superficiales, estamos muy lejos de comprender ya que en otras épocas y en otros lugares se haya sacrificado sangro por la Nación o por otros grandes “ideales”. Esta visión no es tan inofensiva”. Estas son palabras dirigidas a invitar a hablar al filósofo Peter Sloterdijk, quien responde lo siguiente: Un autor es un laboratorio para piezas más complejas, para ideas poco practicadas. Su interior sirve como un espacio experimental en el que se testan y malean materias temáticas especialmente virulentas, entre ellas, sustancias de alto contenido tóxico. Existe una relación directa entre la grandeza de un autor y la peligrosidad de las materias temáticas que procesa y domina. De lo inofensivo sólo brota lo inofensivo, de lo peligroso brota el pensamiento, y cuando el pensamiento encuentra el punto exacto de la forma, surge el momento artístico. El autor valioso y útil es el que se contamina él mismo con las materias con las que trabaja, sustancias de alto contenido tóxico, este planteamiento no ha cambiado. Kafka, Musil, Broch, Burroughs63 todos los grandes del siglo XX, también han sido maestros del pensamiento peligroso.


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Notas
 
47 GEHLEN, Arnold, Antropología filosófica. Del encuentro y descubrimiento del hombre por sí mismo. Barcelona: Paidós, 1993.
48 Ibid, p. 481
49 SLOTERDIJK, Peter y HEINRICHS, Hans-Jürgen, El sol y la muerte; Investigaciones dialógicas, Editorial Siruela, Madrid, 2004, p. 12
50 En el año 1796.
51 SLOTERDIJK, Peter, Experimentos con uno mismo, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2003.
52 SLOTERDIJK, Peter, (1983) Crítica de la razón cínica, Editorial Siruela -Biblioteca de Ensayo / Serie mayor, Serie Mayor. 23-, Madrid, 5ª Edición, 2011.
53 SLOTERDIJK, Peter, Esferas I. Burbujas , Ediciones Siruela, Madrid, 2003
54 MARTÍNEZ, Margarita, “La vejación a través de las máquinas. El concepto de artificio en Peter Sloterdijk”, En Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad, Buenos Aires, Vol.5, Nº.14 pp. 125-132. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1850-00132010000100009&lng=es&nrm=iso
55 NIETZSCHE. Friedrich, Así habló Zaratustra. Edición Original 1883.
56 NIETZSCHE. Friedrich, El Crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 30
57 SLOTERDIJK, Peter, Experimentos con uno mismo. Una conversación con Carlos Olivera, Pre-textos, Valencia, 2003.
58 Botho Strauss (Naumburg, 1944) es uno de los escritores alemanes más importantes de la actualidad. Su formación es transdisciplinaria (teatro y sociología, lengua y cultura germánicas); se destacó especialmente en la dramaturgia y la narrativa. Recibió el premio Georg Büchner de la Academia Bávara.
59 NIETZSCHE. Friedrich, Así habló Zaratustra. Edición Original 1883.
60 SLOTERDIJK, Peter, Experimentos con uno mismo. Una conversación con Carlos Olivera, Pre-textos, Valencia, 2003. .
61 Botho Strauss (Naumburg, 1944) es uno de los escritores alemanes más importantes de la actualidad. Su formación es transdisciplinaria (teatro y sociología, lengua y cultura germánicas); se destacó especialmente en la dramaturgia y la narrativa. Recibió el premio Georg Büchner de la Academia Bávara.
62 SLOTERDIJK, Peter, Experimentos con uno mismo. Una conversación con Carlos Olivera, Pre-textos, Valencia, 2003. 
63 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “William Burroughs: Literatura ectoplasmoide y mutaciones antropológicas. Del virus del lenguaje a la psicotopografía del texto”, En Nómadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas - Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS Nº 26 | Enero-Junio.2010 (II), pp. 251-265. http://www.ucm.es/info/nomadas/26/avrocca2.pdf 
 
 
Autor: Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca. Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, mención Filosofía Contemporánea y Estética. Profesor Asociado de la Escuela de Psicología UNAB y al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. –Investigador Asociado de la Escuela Matríztica de Santiago. Eastern Mediterranean University - Academia.edu
6º apartado del artículo "Sloterdijk; Ensayos de intoxicación voluntaria e inmunología especulativa".