Antes de entrar en tema, primero unas consideraciones de carácter general. La investigación, en cualquier campo de la actividad humana, precisa de unas condiciones personales especiales para que pueda darse: unas dosis adecuadas de conciencia, compromiso y pasión. Pero además se requieren otras condiciones materiales básicas donde el investigador pueda desarrollar su trabajo sin inconvenientes: capital suficiente, infraestructura mínima, una cierta libertad social que facilite el desarrollo de la libertad individual. Con tantos requisitos no es extraño que en cualquier rama de la ciencia o del arte sean sólo unos pocos los que se aventuren por los derroteros de la investigación.
Investigar implica partir de algo conocido para llegar a algo desconocido sin saber a priori el camino que vamos a seguir ni dónde vamos a llegar. Para ello, por supuesto hace falta un derroche de creatividad y asumir bastantes riesgos. La política económica prevalente, abocada al rendimiento a corto plazo con el mínimo riesgo, lógicamente no está especialmente diseñada para desarrollar la investigación, a no ser en industrias de una rentabilidad asegurada.
Sin embargo, la salud genera un gran movimiento comercial, desde la industria farmacéutica hasta la gestión hospitalaria, pasando por la tecnología médico-quirúrgica.
Pero en el contexto político-económico en que nos movemos en el Primer Mundo la pregunta clave es: ¿es rentable la investigación en Homeopatía? Por supuesto, dicha pregunta en el Tercer Mundo no puede ni plantearse, donde existen necesidades básicas sin resolver mucho más acuciantes (hambre, falta de higiene, etc.). Las empresas dedicadas a comerciar con la Homeopatía (esp. los laboratorios), en nuestro contexto de libre mercado, son a quienes corresponde, a su vez, dedicar una parte de su presupuesto general en investigación. Pero, se plantea otra pregunta clave: ¿qué tipo de investigación interesa a los laboratorios homeopáticos? Lógicamente aquella que les repercuta en unos mayores beneficios. Entonces, sólo falta mirar el panorama de la industria farmacéutica homeopática, bastante escasa en comparación a la alopática, para llegar a la respuesta correcta.
Por otro lado, cualquier apoyo estatal a una disciplina marginada, sin una legislación completa, fuera del circuito de la sanidad pública, se entrevé fácilmente como una quimera, aunque esa vía parecería más coherente, independiente de los factores del mercado y teniendo como prioridad la salud de la población. (Recordemos que el propio Hahnemann postuló la idea de un único laboratorio nacional, de carácter estatal, que abasteciera a toda la población con los productos de máxima calidad controlada, a partir de las mismas fuentes. Sueño que parece idílico al observar la pesadilla en que nos encontramos).
Después de 200 años de vida, la Homeopatía sigue regodeándose con la imagen de su propia grandeza, con lo que se autocondena a la marginación. En lugar de estudios clínicos que verifiquen sus postulados, los homeópatas se contentan (-nos contentamos-), en un alarde de autocomplacencia sospechosa de dogmatismo, en repetir hasta la saciedad los venerados principios en que se fundamenta el método homeopático. En el mundo de la Homeopatía existe ya un superávit de maestros, gurús, profesores, escuelas,...dedicados al ejercicio poco provechoso de explicar por enésima vez, aunque buscando esa nimia originalidad que justifique toda la parafernalia académica, los mismos conocimientos con las mismas lagunas y los mismos errores, sin un ápice de progreso real que pueda perfeccionar el método. Existe más dedicación a las alabanzas del método homeopático que a su profundización y desarrollo.
El ámbito natural para la investigación, en una disciplina científica como la Homeopatía, es el universitario. En la Universidad se dan una serie de condiciones idóneas, aunque no ideales, que permiten un trabajo riguroso en equipo con una infraestructura suficiente como para garantizar una continuidad en los proyectos. Pero la Homeopatía está escasamente presente entre las paredes de las universidades, y creemos que éste es uno de los motivos principales de la escasa labor investigadora. Porque para investigar se necesitan unos recursos humanos, técnicos y financieros que raramente pueden coordinarse fuera del ámbito académico.
Tenemos un método terapéutico que lo llegamos a presentar como "el" método terapéutico por excelencia, pero se hace imprescindible, más allá de las constataciones en la práctica diaria individual de cada médico, realizar estudios que permitan contrastar y valorar su eficacia curativa. La investigación clínica se erige en este sentido como prioritaria para avanzar, ni que sea un pequeñísimo paso, en la corroboración de los resultados de una correcta aplicación del método homeopático, y que facilite también la detección de sus deficiencias y sus posibles fallos de aplicación.
La investigación fundamental o básica, sin dejar de tener su importancia, no basta por sí misma para validar la Homeopatía como terapéutica eficaz. Queremos decir que es primordial demostrar que los medicamentos homeopáticos tienen capacidad curativa -en qué situaciones y con qué condiciones- usados según los criterios establecidos, antes que descubrir por qué mecanismo o siguiendo qué vía desencadenan la acción curativa en el organismo, por mucho que este último conocimiento satisfaga nuestras mentes incrédulas.
(Este afán desmesurado me recuerda el de algunos médicos que se empeñan en el diagnóstico histológico sin reparar en riesgos de las propias pruebas diagnósticas y, lo que es más grave, sin ningún recurso terapéutico que ofrecer al enfermo excepto el diagnóstico de "incurable").
Somos de la opinión que la Homeopatía debe demostrar su valía ante el mundo médico por la evidencia y la constatación de sus buenos resultados, antes que por una adaptación a los conceptos mecanicistas que expliquen la farmacodinamia de los medicamentos homeopáticos.
Publicado en la editorial de la Revista Española de Homeopatía, nº4.
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