INTRODUCCIÓN
El hombre cree que lucha contra el mundo y al fin su lucha no es más que contra sí mismo, contra lo que lo encadena íntimamente, contra lo que él cree que él es.
El hombre cree que lucha contra el mundo y al fin su lucha no es más que contra sí mismo, contra lo que lo encadena íntimamente, contra lo que él cree que él es.
Más allá de los dolores que lo aquejan –que conforman casi siempre el motivo de la consulta- la intimidad de la consulta médica homeopática revela que cada hombre trae una historia para contar, una pena para llorar y una forma particular de sentir y obrar en la vida. Que todo hombre es receptáculo de una voluntad y un entendimiento que determinan una acción, un movimiento, una realización hacia los fines y el cumplimiento del proceso que lo conduce a desempeñar su papel ontológico–teleológico-: actualizar lo latente o implícito. Que la vida es una constante actualización, una realización hacia la forma, hacia una determinación que implique la finalidad de la personalización del sujeto. Es decir, que la realización plena de las posibilidades del ser indica que todo tiende hacia la forma dado que los seres están determinados para llevar al acto su ser; y el acto es su fin y la conciencia el medio para alcanzarlo.
Vamos a ver esta noche como esta visión antropológica, filosófica y teleológica del hombre atraviesa la historia de la Homeopatía, orienta la comprensión de lo digno de ser curado y señala el camino del verdadero restablecimiento de la salud en cada caso en particular: LA CONCIENCIA. LA ENFERMEDAD. EL ALTO FIN DE LA CURACIÓN HOMEOPÁTICA.
Casi cuarenta años antes, en un párrafo de Esculapio en la Balanza, opúsculo de 1805, había escrito:
-“Los más inestimables tesoros del Hombre son un conciencia irreprochable y una buena salud. El amor de Dios y el estudio de sí mismo da lo uno, la Homeopatía lo otro”. –Me pregunto cuánto habrá meditado acerca de ello Samuel Hahnemann, el creador de la Homeopatía, antes de legar a las generaciones futuras este póstumo mensaje; a la vera de la muerte, cuando amanecía París, al comenzar el verano de 1843.
-“Cómo calcular el número de enfermedades y de dolores bajo cuyo peso los mortales se doblegan y se arrastran penosamente hacia el término de su existencia, y que no les perdonan ni aún en medio de los inciensos de la gloria, ni de los goces del lujo?. Sin embargo, ! oh hombre! !cuán noble es tu origen, cuán grande tu destino, y cuán elevado el objeto de tu vida! No estás destinado, acaso, a aproximarte por medio de sensaciones que aseguran tu felicidad, de acciones que ensalzan tu dignidad, de conocimientos que abrazan el universo, al gran espíritu que adoran todos los habitantes de los sistemas solares?...”-Y sostuvo en El espíritu de la doctrina, de 1813:
-“La vida humana y sus dos estados, la salud y la enfermedad no podrían ser explicados por ninguno de los principios que sirven para explicar los otros objetos. La vida no puede ser comparada a nada en el mundo, sino a ella misma. Ninguna relación entre ella y una máquina hidráulica u otra, una operación química, una descomposición y una producción de gas, una batería galvánica. En una palabra, no se parece a nada de lo que no vive. Las substancias materiales de las cuales el organismo humano está compuesto no siguen más, en esta combinación viviente, las leyes a las cuales la materia está sometida en el estado de no vida y no reconocen más que las leyes propias de la vitalidad, son entonces animadas y vivientes, como el todo es animado y viviente. En el organismo reina una fuerza fundamental, inefable y todopoderosa, que anula toda tendencia de las partes constituyentes del cuerpo a conformarse a las leyes de la presión, del choque, de la fuerza de inercia, de la fermentación y de la putrefacción, y que las somete únicamente a las leyes de la vida, es decir, las mantiene en un estado de sensibilidad y actividad necesario a la conservación del todo viviente en un estado dinámico casi espiritual”-.
-“Puesto que el estado del organismo depende únicamente de aquella fuerza que lo anima, el cambio al cual damos el nombre de enfermedad no es igualmente, y de ningún modo un efecto químico, o físico-mecánico, sino el resultado de modificaciones en la manera viviente en que el hombre siente y actúa, es decir un cambio dinámico, una clase de nueva existencia, cuya consecuencia debe ser traer un cambio en las propiedades de los principios materiales del cuerpo”.
“...un número incalculable de circunstancias pueden influir sobre el hombre, que está en conexión y conflicto con cada parte del universo (1) ...” “pero éstas no pueden jamás, de forma absoluta enfermarlo, al menos no pueden desequilibrar dinámicamente su organismo al punto de hundirlo en el estado de enfermedad, en tanto no exista en él una predisposición especial” (2) .
-“Lo único que produce las enfermedades es la fuerza vital morbosamente afectada...”- agrega, finalmente, en el parágrafo 12 del Organon de la medicina-.Hoy estamos reunidos para dar comienzo al ciclo lectivo de la EMHA del año 2001, y me pregunto si en aquellos primeros tiempos, en esas primeras décadas del siglo XIX, arduamente dedicadas a la investigación científica, habrá soñado Hahnemann con las generaciones futuras y cómo éstas llegarían a perfeccionar el modelo doctrinario, tan influido por concepciones fundamentalmente humanísticas y vitalistas.
La tradición Hahnemanniana de nuestra Escuela se vio enriquecida por la tarea de Tomás Pablo Paschero, tarea de perfeccionamiento de la doctrina cuyas fronteras fue ampliando con sus investigaciones y conocimientos.
Paschero es para nosotros la “lupa”sobre Hahnemann, prestemos atención a sus palabras:
“La Homeopatía, gracias a la experimentación humana, ha podido marcar las pautas dinámicas de la ...fuerza vital; de ese principio vital, de esa energía imponderable que constituye el acervo científico por excelencia de la medicina vitalista, puesta en acción por el sabio alemán. En el parágrafo 9 del Organon de la Medicina afirma: “en el estado de salud la fuerza vital que anima dinámicamente el cuerpo material gobierna con poder ilimitado y conserva todas las partes del organismo en admirable y armónica operación vital, tanto respecto de las sensaciones como de las funciones; de modo que el espíritu dotado de razón que reside en nosotros pueda emplear estos instrumentos vivos y sanos para los más altos fines de nuestra existencia.”En esta última afirmación el gran maestro apela...esencialmente a un postulado ético que concierne ...al ser humano considerado como sujeto de su historia . El hombre es, para Hahnemann, un ser vivo destinado a tomar conciencia de su existencia como persona, destinado a lograr su realización espiritual cumpliendo así con los altos fines de su evolución psicobiológica.
El desideratum fundamental de la Homeopatía es que el médico llegue a comprender en cada enfermo qué es lo que debe curar... La Homeopatía, medicina humanística por excelencia, exige que el médico y el enfermo, protagonistas ambos del fenómeno de identificación mutua ante el proceso de la enfermedad, tengan una imagen de la estructura esencial del hombre sin atenerse ni sujetarse...a tradiciones científicas, filosóficas o teológicas, sino apelando a la más pura intuición de sí mismo.
Se trata de una perspectiva más profunda del problema de la salud y de la enfermedad, como nunca se ha planteado en medicina...Ese nuevo punto de vista, sostenía Paschero, obliga al médico a conjugar su intelecto y su conciencia necesarios para la discriminación analítica del proceso patológico, con su capacidad de síntesis requerida para la percepción directa de la verdad desde su yo personal auténtico, desde el centro dinámico de su... realidad interior. Los más inestimables tesoros del hombre son una conciencia irreprochable y una buena salud- nos alerta Hahnemann desde el fondo de la Homeopatía- y la experiencia clínica, vivida en la propia intimidad del médico revela que ningún enfermo se cura realmente si no logra desbloquear, liberar y poner en ejercicio su voluntad de curación. Ningún enfermo se cura realmente si no logra activar su necesidad de responder a la exigencia profunda de saber quién es, de conocer el sentido de su vida, de encontrarse a sí mismo, de hallar su paz interior,... de crecer y desarrollar...su conciencia de ser. Esa voluntad de ser surge desde más allá de la conciencia, de la inteligencia y del alma; emana, precisamente, del centro dinámico de su auténtico yo...
La sustancia de la vida – sostenía el Maestro- es pura energía, y la salud es la libre expresión de la energía vital a través del cuerpo y de la mente en armónica correlación dinámica con el medio externo circunstancial, tanto natural como humano. Esta relación que constituye el fenómeno constante de adaptación psicobiológica del ser humano implica ... un continuo crecimiento y un desarrollo hacia la unidad vital con el ser en plenitud. Hay una apetencia ingénita y subconsciente en el hombre de hallar la unidad de su yo,...de su propia energía vital con ...la energía vital cósmica, es decir, el yo trascendente o mente universal...,(una necesidad de) reinstaurar la unidad perdida con el ser en plenitud, que es el drama esencial del ser humano. Este drama urge al hombre en forma inexorable desde el fondo de su alma... y responde a la angustia existencial de sentirse separado del todo y condicionado para morir.
¿Qué es entonces la enfermedad para Paschero?
“La enfermedad es la alteración, el bloqueo, la obstrucción de la libre y armónica circulación de la energía vital a través del cuerpo y de la mente en su relación abierta, libre y espontánea con el mundo exterior...que está animado por la misma e idéntica energía que anima nuestra vida...”La solución del problema de la enfermedad, tanto en su aspecto físico como mental – sostenía-, ha de encontrarse en esa restitución de la libre circulación de la energía mental a través de la mente, de la afectividad y del cuerpo, en libre trascendencia hacia la mente universal, Dios o absoluto.
Recomendaba Paschero, que frente a cada paciente nos preguntáramos “si frente a la vida tenía una actitud negativa, si estaba bloqueado en el crecimiento y en el desarrollo de su conciencia de ser, de vivirse como sujeto de su propia realidad – como capacidad de ser y de hacer-, de descubrirse a sí mismo como parte integrante de la vida en plenitud. Esto supone descubrirse como determinado sólo por sí mismo y no por las personas, las circunstancias o los tabúes coercitivos... Es necesario preguntarse si no está bloqueado, en dicho crecimiento y desarrollo, por sensaciones patológicas y patogenéticas ...que se deben encontrar gracias a “la comprensión profunda del enfermo, a través de su relato, de su conducta, de sus resentimientos y de sus odios, ...de sus ambiciones y frustraciones, de sus quebrantos emocionales y de sus sueños. Ellos nos darán las pautas del cuadro clínico homeopático que resolverá el diagnóstico del simillimum.”
Más adelante, en otro de sus escritos expresa: “Toda alteración en la armónica circulación de la energía produce la enfermedad por una obstrucción que se manifiesta originalmente a nivel mental y afectivo...La búsqueda de los síntomas mentales, que traducen disrritmias de la auténtica voluntad de vida, es lo que da sentido a la enfermedad...y lo que debe ser detectado en la biografía de cada enfermo. Cuando el homeópata, observador profundo, ha indagado a través del relato histórico cómo vive el paciente, porqué vive así, qué hace y para qué vive...habrá encontrado...las características fundamentales que dan sentido a la totalidad de los síntomas y tendrá así la imagen exacta de la enfermedad... imagen que le permitirá tratarla homeopáticamente con éxito.
Lo que debemos esperar del enfermo que ha recibido el simillimum constitucional es una cierta paz que lo condicione para vivir en actitud positiva, paz en la que pueda desarrollar su inteligencia, su intuición, su capacidad de simpatía, su cordialidad, su amor y el sentimiento de comunidad con las personas, elementos esenciales de la capacidad creativa que lo abrirán al exterior y donde sólo entonces se encontrará a sí mismo. El medicamento simillimum no da la vida en plenitud pero en el enfermo en vías de curación...su voluntad de vivir, su gusto por la vida, ... surgirán renovadas y libres de los factores negativos que lo encierran en el egoísmo y bloquean su voluntad de darse libremente a la vida y a los demás, en una actitud de servicio que lo identifica con el mundo.
El ser humano tiene que tomar conciencia de esa unidad de la energía que nos anima a nosotros como a toda la creación y, al tomar conciencia de esa unidad, vivir la unidad de sí mismo, la identidad de su verdadero yo como hombre...Pero esa comprensión que alcanza el hombre de su propio ser en plenitud, que vive en el centro de sí mismo y que constituye el sí mismo esencial sólo se realiza y se expresa en su relación con los otros seres humanos y con el mundo.
Esta vivencia de la vida en plenitud, de la energía vital absoluta que se unifica y vibra con ...el yo real, es la voluntad de vivir y la voluntad de curación que el simillimum despierta."
Paschero solía repetir a menudo, en sus charlas y en sus escritos: “Nadie espere cambiar algo en el mundo exterior si previamente no se ha cambiado a sí mismo. Cambiar significa cambiar la conciencia profunda de sí mismo. Esto es lo que le permitirá modificar su polarización respecto de la existencia, y dirigir su vida de acuerdo con una consigna, con una intencionalidad. Mientras el hombre exista de un modo pasivo- advertía-, a remolque de las circunstancias, de los estímulos externos y de los impulsos automáticos internos, será una máquina y toda noción de libertad es pura utopía.
...Vivir exige un esfuerzo constante, permanente, asiduo, para encarnar el ideal que uno se ha forjado. La proyección hacia ese ideal plenamente realizable supone el desarrollo, el crecimiento, la curación y la evolución del ser hacia una voluntad superior... Esa aspiración, que podríamos denominar amor a Dios y su reflejo en nuestros semejantes- rige tanto la vida del médico como la del enfermo en la unidad de una común y única energía...
La vida es una, absolutamente única y el médico homeópata debe vivir esa verdad en el centro vital de su yo...Esa certeza le permitirá la toma de conciencia de que el amor es su propio yo, que él es el amor que exige a los demás y que él es el único responsable de dar el amor que vanamente reclama de fuera de sí mismo.
Tenemos la obligación moral de desarrollar la unicidad de nuestro yo en la síntesis del cuerpo, el alma y el espíritu, la obligación de dominar las fuerzas ciegas de nuestros impulsos idiosincrásicos y conducirlos a la realización de nuestra verdadera identidad en la unidad con el todo. Somos seres únicos porque la conciencia de sí mismo, la conciencia del mundo y la conciencia de Dios forman una unidad indivisible.
Sólo de ese centro vital del yo auténtico del verdadero homeópata podrá irradiar una visión en profundidad hacia la verdadera naturaleza espiritual y completa, perfecta, en el interior del otro hombre. Sólo así mi modo de dirigirme a él, de corresponderlo, de reaccionar ante él, será realmente un modo creativo para ambos.
El médico homeópata debe hacer crecer en el paciente esa conciencia de ser, de realización como persona auténtica. El medicamento homeopático, el simillimum constitucional actúa suscitando la ley de curación en lo biológico y ayudando al ser humano en su maduración , objetivo esencial del crecimiento, desarrollo y evolución del hombre. Lo esencial del quehacer médico , lo que otorga un sentido auténticamente humano a la medicina, es la actitud de quien se propone comprender cómo transcurre la vida de su enfermo, cuál es su nivel de conciencia, mientras exalta en él, por empatía, la voluntad de curarse en un proceso de maduración hacia una conciencia superior de sí mismo y de realización espiritual..."
Concluiré las citas del Maestro con otras de sus palabras “Con el remedio homeopático diagnosticado, a través, fundamentalmente, de los síntomas mentales, y con este acto de identificación empática con el otro haremos que la ley de curación se ponga en vigencia. El enfermo podrá entonces elevar su nivel de conciencia y expandir su fuerza vital del centro a la periferia, de arriba hacia abajo, de la mente cerrada en su individualidad limitada, al altruismo y al amor a la vida, hacia la plenitud, que no es otra cosa que la ley de curación absoluta y realizada; los altos fines de la existencia – como decía Hahnemann”.
Han transcurrido 158 años desde aquella célebre madrugada del 2 de julio de 1843, cuando Hahnemann, antes de partir hacia la eternidad, dejó a sus discípulos un mensaje de confianza con el fin de alentar la esperanza de que su doctrina médica, basada en experimentaciones rigurosas y en principios éticos, se desarrollase pura en la práctica de las generaciones futuras. Y este año, el 8 de septiembre, se cumplirán 15 desde el instante en que el maestro Paschero nos legó, a nosotros, sus legítimos herederos, la responsabilidad de la enseñanza de la homeopatía tal como él la entendía.
Hoy, al tiempo en que la humanidad trastabilla una vez más frente a la desproporción manifiesta de las oportunidades que los hombres tienen para acceder a una vida más justa y mejor; frente a una modernidad que ha ido estableciendo, a través de los años, una serie de dictaduras como única forma de lograr el orden social: la dictadura del hombre sobre la naturaleza- que hace desaparecer bosques y especies, contamina los mares y la atmósfera-; la dictadura de los sistemas económico-políticos sobre la felicidad de los hombres – que provoca desigualdad, desocupación y hambruna-; la dictadura de un pueblo sobre otros pueblos – que condiciona a sus propios intereses el libre comercio con bloqueos y guerras-; la dictadura de un grupo de hombres sobre el resto del pueblo- que elimina culturas y gente-; en fin, la dictadura del poder de un hombre con medios sobre el otro el hombre necesitado.
Hoy, cuando el sistema regula también la estructura médica y el desarrollo notable de la tecnología, inexplicablemente, se nos ha alejado, a nosotros, los guardianes de la salud, cada vez más de las decisiones respecto de los cruciales problemas médicos. Se intenta convertirnos en simples empleados de una organización que no nos pertenece, que nos distancia cada vez más de nuestra verdadera vocación y de la esencial espiritualidad humana. Se intenta alistarnos como soldados de una guerra universal contra virus, gérmenes y bacterias mientras se especula sobre el origen de las diferentes entidades clínicas y se recomiendan tratamientos específicos y alternantes, para así alimentar las arcas de los laboratorios multinacionales y de la industria de la medicina.
Hoy, cuando casi languidece la sagrada e íntima relación médico-paciente, nos hemos reunido aquí, en la escuela, para evocar el mensaje de estos dos grandes maestros de la Homeopatía que nos recuerdan nuestra impostergable tarea y nos reencuentran con la voz interior que clama y nos convoca.
Religados por un invisible hilo de oro ordenador a través de las edades, nos llega aquel iluminador escrito hahnemannianoque hablaba del inestimable valor de una conciencia irreprochable y de una buena salud y la condición ineludible del estudio de sí mismo, así como del inestimable valor del amor de Dios y del tratamiento homeopático para alcanzarlos. Y nos conmueve también esa apelación pascheriana a nuestra altísima vocación como médicos y al levado fin de la curación homeopática.
Pues cierto es que el restablecimiento de la salud a nivel individual no se logra con la desaparición de la manifestación clínica de la enfermedad y el silenciamiento del dolor físico. La búsqueda de la salud no concluye mientras no se tienda de forma dinámica a la obtención de un estado de orden psicobiológico que lleve al enfermo a asomarse a los umbrales de una vida mejor, consciente y realizada y lo acerque a la puerta del ideal de sí mismo. Ese ideal que supone ser un hombre libre, un hijo del amor y de la paz, que comprenda que el dolor de su prójimo es también su propio dolor y que la felicidad puede alcanzarse en la integración. La búsqueda de la salud no concluye mientras no se alcance un reordenamiento dinámico de la conciencia que invite al paciente a colaborar con el nuevo mundo que entre todos debemos lograr, gestando un cambio de paradigma que amanecerá, seguramente, en el planeta, en el mismo instante del ocaso del actual sistema.
Creo en el mejoramiento humano, en la vida futura y en la utilidad de la virtud, como decía José Martí. Es más: creo en el lento pero inexorable camino de regreso de los médicos hacia la fuente primera, a aquella de la cual bebimos cuando desde lo profundo del alma sentimos el llamado de la vocación.
Hoy nace un nuevo ciclo en nuestra escuela. Quienes crecimos de la mano del gran maestro argentino tenemos la responsabilidad de cultivar en nuestras aulas sus enseñanzas y sus valores, en el fértil valle que dejó y donde mora aún su espiritual presencia. Si estamos atentos , en este lugar, al sur del mundo que nos cobija y nos alimenta, percibiremos su brisa, que sopla cálida y calma, como un paternal viento de esperanza.
Bienvenidos a compartir otro año de encuentro fecundo.
Bienvenidos los profesores, los socios, los alumnos y los colaboradores docentes, administrativos y de maestranza.
Como director de la EMHA dejo iniciado el ciclo académico del año 2001.
Bienvenidos todos, bienvenidos a la Escuela.
Bienvenidos a la casa de Paschero.
Notas:
1 Samuel Hahnemann La medicina de la experiencia, 1805.
2 Samuel Hahnemann El espíritu de la doctrina, 1813.
Autor: Dr. Marcelo Candegabe
Discurso de apertura de los cursos de Homeopatía de la EMHA año 2001.
Fuente: http://www.universidadcandegabe.org/images/trab_cient/m_candegabe/hahnemann_a_paschero.pdf
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