Agárico es una seta
o un hongo, como tú quieras
definirlo.
No nace en una maceta;
crece libre cual las fieras,
como un mirlo.
A veces, un buscador
con la oronja la confunde
por su aspecto,
pero más de un pecador
la busca por lo que cunde
(por su efecto).
Mas ese efecto buscado
no es a veces lo agradable
que desea,
pues tiene por otro lado
una acción insoportable
que lo brea.
Pero, droga o medicina,
agárico es vegetal
interesante
y desde aquí hasta la China
su estudio es serio y cabal;
importante.
Es notable su delirio
con la fuerza muscular
no explicada.
Y supera al hidrargirio
en la PGP curar.
¡Ahí es nada!
Al igual que el populacho,
exagera sin rubor
y es locuaz.
Y cual si fuese un borracho
enaltece su valor,
y es audaz.
Canta y habla sin mesura,
jamás responde a pregunta
ni se achanta.
Por su estado no se apura,
y aún con la fiebre consunta,
ríe y canta.
Pero el esfuerzo mental
lo agota más que a otra gente
que yo veo.
Para la expresión verbal
su memoria es impotente
(o eso creo).
Aversión a que lo toquen;
sobresaltos por la tarde
mientras vela.
Es frecuente que se apoque
como tímida y cobarde
sanguijuela.
Siente pena de sí mismo,
pero abraza a sus amigos
y los besa.
Se mueve como un seísmo
porque le importan tres higos
si se lesa.
Durante el sueño mejoran
todas sus actividades
excesivas.
Y cuando el raquis le exploran
le dan risas –¡necedades!–
muy festivas.
Todas esas convulsiones,
sobresaltos, mioclonía
y temblores
se agravan por supresiones,
por coito (la alferecía)
o licores.
Remedio de sabañones
que se agravan por el frío
(¡cómo pican!).
Son parecidos a habones,
y, puesto que tienen brío,
mortifican.
Siente (y esto es señalado)
como si agujas heladas
lo pinchasen
o si, después del rascado,
zonas que estaban templadas
se enfriasen.
Por lo demás lo empeoran
cualquier frío, las comidas
y el pensar.
Las tormentas colaboran,
antes de ser producidas,
a agravar.
Los párpados se contraen;
hay nistagmo, diplopía
(no es bisojo).
Y, pues la rima lo trae,
le gusta la profecía
(¡mucho ojo!).
Le parece, en la micción,
que la orina que él excreta,
sale fría;
y después, la sensación
de que una gota concreta
se saldría.
Y ya para terminar,
una imagen reducida
que dé idea:
recuerda para empezar
que el frío en cualquier medida
lo putea.
Recuerda las convulsiones
con cada modalidad
que ya sabes,
y también las contracciones
que lo atacan sin piedad.
Y la tabes.
Su carácter, excesivo;
y el talante fanfarrón
o al contrario:
se vuelve más evasivo,
temeroso y cobardón;
solitario.
Recuerda los sabañones,
lo de las agujas frías,
y acabamos.
Para no tardar eones
(también por no darte el día)
ya nos vamos.
Autor: Dr. Emilio Morales.
Publicado en Doctor Similo, los ripios de la materia médica homeopática. Editorial Mínima.
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