En el año 2007 inauguré el ciclo académico realizando una descripción del paradigma de la biomedicina en el que se inserta actualmente la enseñanza médica universitaria y -en general- el manejo de la salud y de la enfermedad.
Decía en aquella oportunidad que la homeopatía se halla en un estado de pre-paradigma o de paradigma alternativo al dominante, y daré hoy el fundamento de tal opinión.
El uso del término paradigma lo tomo del sociólogo e historiador de la ciencia Thomas Kuhn (1), quien con la publicación de su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas aportó una gran polémica en los círculos de la Filosofía de la Ciencia de los años ’60, polémica que en algún grado aún se mantiene.
Antes de llegar a la noción de paradigma, hagamos una breve recorrida histórica de la ciencia en occidente.
1. La ciencia en occidente
Recordemos que desde la antigua Grecia la ciencia se vincula con la búsqueda de la verdad de los hechos. Aristóteles fue quien sentó las bases de cómo se debía considerar a una ciencia para que fuera un conocimiento objetivo y se diferenciara de las opiniones subjetivas ante un fenómeno en estudio.
Aristóteles señalaba que para asegurar el conocimiento se debía partir de las observaciones hasta la formulación de principios generales en un proceso de inducción y de allí nuevamente a las observaciones para deducir las explicaciones de lo observado.
La ciencia del medioevo se rigió en general por los fundamentos aristotélicos, pero recurriendo a Dios como último garante de la verdad. Las Escrituras no podían ser contradichas, y ejemplo de esto es la condena a la hoguera de Giordano Bruno.
Luego del Renacimiento, entre los siglos XVI y XVII se produce la llamada “revolución científica”, época en que se cambia la visión del mundo. Los episodios más conocidos son los correspondientes a la física y a la astronomía, con nombres tales como Copérnico, Galilei, Kepler y Newton, pero la revolución se contagió a otros campos de saber.
Si bien algunos de los nombrados eran hombres religiosos, sin embargo pretendían rigurosidad en las explicaciones científicas sin recurrir a fundamentos extraídos de la religión.
De allí el famoso aforismo de la Ilustración del que se hiciera eco Imannuel Kant: “aude sapere”, “atrévete a saber” sin dogmas religiosos o metafísicos.
En la Modernidad, la ciencia pretendía el conocimiento de la estructura última de la realidad de los fenómenos que se observan, pretensión que de alguna manera para muchos continúa hasta la actualidad.
Al conocer el mecanismo de producción de los fenómenos, se podría dominar a la Naturaleza, proyecto iniciado por Francis Bacon en el siglo XVII.
Según Palma - Wolovelsky:
Durante este período (...) tiene lugar la aparición y constitución de la denominada “ciencia moderna”, que se caracteriza sustancialmente por el interés centrado en el conocimiento de la naturaleza, el recurso a las matemáticas como medio de conocimiento y el uso –o cuando menos la búsqueda- de un método científico (2).
Así manifestaba Galilei esta pretensión:
La filosofía se halla escrita en el gran libro que está siempre abierto ante nuestros ojos –quiero decir, el universo-; pero no podemos entenderlo si antes no aprendemos la lengua y los signos en que está escrito. Este libro está escrito en lenguaje matemático y los símbolos son triángulos, círculos u otras figuras geométricas, sin cuya ayuda es imposible comprender una sola palabra de él y se anda perdido por un oscuro laberinto (3).
Por cierto que este proyecto fue en gran medida exitoso, y a la vista están los llamados progresos científicos que permiten al hombre una vida más confortable, una extensión de la expectativa de vida, un dominio del espacio y de la naturaleza.
Estos mismos progresos son los que –mal orientados- han sustentado también la escalada de armas de exterminio más sofisticadas, el control y la vigilancia del hombre tal como aventuraran Bentham con su panóptico y Foucault al comentarlo.
Así también el domeñar la naturaleza se ha convertido en un maltrato hacia la misma que hace peligrar los ecosistemas y la vida planetaria en su conjunto.
Aún hoy, el conocimiento científico es –para muchos- el único posible si se quiere tener la certeza de cómo se producen los fenómenos.
Según esta postura, el único conocimiento serio es el de la ciencia. Y aquellas disciplinas que no tengan una metodología científica son pseudociencias, como gusta calificar Mario Bunge, “pope” de la epistemología, por ejemplo, al psicoanálisis o a la homeopatía.
El saber de la ciencia cuenta con prestigio, y quien lo posea tiene poder de palabra y de decisión.
2. El concepto de paradigma en filosofía de las ciencias
En los años ’60 Kuhn publica su libro, que en alguna medida socava los cimientos sobre el que se basaba el concepto de ciencia desde la antigüedad, ya que la verdad anhelada es relativa al paradigma en el cual esa ciencia está sumergida. Y una verdad actual puede ser una falsedad en el futuro, por lo que hay una concepción relativista en la teoría acerca de la verdad.
Para Kuhn, un paradigma es un conjunto de ideas que durante un tiempo proveen de problemas y soluciones a una determinada comunidad científica.
Dice Kuhn:
Un paradigma es lo que miembros de una comunidad científica comparten y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en hombres que comparten un paradigma (...) Bajo esta perspectiva, una comunidad científica está formada por practicantes de una especialidad científica. Han pasado por una iniciación profesional y una educación similar en un grado que no tiene comparación con la de la mayor parte de otros campos. En este proceso, han absorbido la misma literatura técnica y desentrañado muchas de sus mismas lecciones (...)
Dentro de tales grupos, la comunicación es relativamente completa y los juicios profesionales, relativamente unánimes (...) Por supuesto, existen en este sentido comunidades a muchos niveles. La más global es la comunidad de todos los científicos naturales. (...) Las comunidades de esta clase son las unidades que este libro ha presentado como las autorizadas y productoras del conocimiento científico (4).
Kuhn llama a la ciencia que se practica dentro del paradigma “ciencia normal”, y los que la ejercen están comprometidos de tal forma que no pueden analizar los fenómenos de otra manera que bajo las consignas propias de ese paradigma.
Dicho de otra forma, aquél que se instala en la práctica de “ciencia normal” tiene los anteojos propios de ese paradigma, y sólo ve lo que le permite ver el mismo.
El científico habla a su vez con el lenguaje de la comunidad científica, y le es incomprensible todo discurso que se aparte del mismo, todo lenguaje que provenga de un paradigma distinto.
En esto se basa la inconmensurabilidad de los paradigmas: la dificultad de comprensión de los miembros de una comunidad científica de un paradigma respecto del lenguaje que se habla en un paradigma alternativo.
La comunidad realiza una tarea acumulativa de conocimientos y se produce un progreso en el mismo, que es sólo relativo al paradigma en que se encuentra.
Los problemas que se producen como “enigmas” son trabas en el conocimiento que la comunidad se empeña en resolver. Y si no se resuelven, la comunidad los deja momentáneamente de lado ya que confían en que en algún momento –con nuevos descubrimientos dentro del mismo contexto paradigmático- se resolverán.
Sólo que si se cronifican y acumulan, producen anomalías (enigmas recalcitrantes) que a la vez desencadenan un estado de crisis dentro de la “ciencia normal” que puede predisponer a la aparición de otro paradigma, con una ciencia que es revolucionaria respecto de la “normal”, y que termina imponiéndose. Así se convierte en “ciencia normal” dentro de un nuevo paradigma, que era alternativo al predominante.
Este cambio se da -según el autor- en forma brusca, como reacción ante una idea original comunicada por uno o varios pensadores disconformes con el paradigma en el que se mueven.
Dice Kuhn:
(...) el nuevo paradigma o un indicio suficiente para permitir una articulación posterior, surge repentinamente, a veces en medio de la noche, en la mente de un hombre sumergido profundamente en la crisis (5).
En esto se basan las sucesivas revoluciones científicas que se han dado en la historia de la ciencia: el pasaje de un paradigma a otro que resuelva mejor las anomalías que tenía en su seno el anterior.
Otros elementos pueden coadyuvar para el cambio.
Según Palma - Wolovelsky:
Es importante esta recurrencia de Kuhn al ‘sentimiento’ como uno de los elementos importantes en el cambio de paradigma, dado que dicho cambio no puede explicarse, según Kuhn, en argumentos fundados únicamente en la lógica y la experiencia, sino que obedece a razones de tipo sociológico y psicológico (6).
La sucesión sería entonces:
3. El paradigma de la homeopatía
La homeopatía fue descubierta por Samuel Hahnemann (Meissen, 1755 – París, 1843) quien creó el nuevo sistema terapéutico, decepcionado de los rudos tratamientos habituales de su época. Observó que el medicamento que se utilizaba para el tratamiento de la fiebre terciana, la cinchona officinalis, era capaz de producir en sus manifestaciones toxicológicas síntomas similares de la misma enfermedad. Concibió entonces la idea de realizar experimentaciones de las substancias en sujetos sanos, comenzando la práctica en sí mismo con la cinchona.
La homeopatía es una terapéutica fundamentada en una filosofía de la biología de corte vitalista, la que sustenta que cada ser humano está animado por una fuerza vital. Para la homeopatía, cuando esta fuerza vital se desequilibra se produce la enfermedad.
Dado que la doctrina homeopática piensa además que no hay una escisión entre la psiquis y el cuerpo, sino una unidad, el desequilibrio mencionado se muestra en forma sintomática en ambos planos. Y las diversas y sucesivas manifestaciones que se producen como síntomas físicos o psíquicos en la vida del paciente son sólo efectos de una misma causa, el desequilibrio vital que es a su vez la enfermedad crónica –en términos técnicos para la homeopatía, -la psora- que aqueja al enfermo desde su nacimiento.
El regreso de la fuerza vital al equilibrio se produce con la adecuada elección de un remedio de origen natural, preparado a dosis infinitesimales, y de acuerdo a la totalidad de los síntomas que pesquisa el médico homeópata en su práctica.
A diferencia de la biomedicina, los síntomas que recava el homeópata no son solamente los que pertenecen a la entidad clínica por la que consulta, sino que es de su interés cualquier manifestación del desequilibrio vital que individualiza a su paciente.
La homeopatía no niega la responsabilidad de que un germen determinado provoque una enfermedad infecciosa, por ejemplo el HIV como agente etiológico del SIDA. Pero si bien el HIV es causa necesaria de dicha enfermedad, no es causa suficiente. Para el homeópata hay una concausa aún más importante que el virus, y que corresponde al terreno, o sea, el ser humano que es susceptible de enfermar.
De acuerdo a la individualización y la jerarquización de los síntomas obtenidos, el médico homeópata aplica la llamada “ley de la semejanza”, la cual promulga que aquella sustancia que produce determinados síntomas en un experimentador sano, cura los mismos en el paciente que los trae a la consulta (similia similibus curantur).
El homeópata tiene un acceso al paciente propio de una medicina humanista, e intenta la comprensión del desarrollo de la enfermedad dentro del proceso vital de cada enfermo. El síntoma homeopático se vuelve un signo de desequilibrio de la totalidad del paciente, dado que la fuerza vital está omnipresente en cada parte del ser humano. Y el objetivo último de la curación no es sólo la desaparición de los síntomas de determinada entidad clínica –asma bronquial, úlcera gástrica o la que fuera-, sino el equilibrio completo del paciente y de éste con su entorno.
Al respecto, decía Tomás P. Paschero:
No se enferma el cuerpo ni la mente por separado, ni el enfermo lo está en su estómago, hígado, pulmones o corazón, sino todo él está enfermo en el centro dinámico motor de su personalidad, en ese núcleo hontanar del organismo donde palpita el ser del hombre y se establece la unidad del cuerpo y de la psique (7).
De esta forma el tratamiento homeopático le brinda herramientas para que logre su desarrollo personal sin el obstáculo que le produce la enfermedad.
Decía Hahnemann en el recorrido parágrafo 9 de su Órganon:
En el estado de salud la fuerza vital (autocrática) que dinámicamente anima el cuerpo material (organismo), gobierna con poder ilimitado y conserva todas las partes del organismo en admirable y armoniosa operación vital tanto respecto a las sensaciones como a las funciones, de modo que el espíritu dotado de razón que reside en nosotros, puede emplear libremente estos instrumentos vivos y sanos para los más altos fines de nuestra existencia.
De modo que el equilibrio vital que debe lograr el homeópata a través de su tratamiento debe colocar al paciente, como ideal terapéutico, en condiciones de libertad de elección para que pueda cumplimentar una función acorde a su naturaleza humana, sin el parasitismo de la enfermedad que lo encadene a una naturaleza biológica inferior a su condición.
4.Conclusiones
La homeopatía como sistema terapéutico se halla relegada como “medicina alternativa” ya que la filosofía de la medicina que predomina en el paradigma actual es de corte mecanicista.
Para los círculos médicos que predominan en ámbitos de enseñanza e investigación, la medicina debe ser considerada como ciencia, y su objeto de estudio, el ser humano enfermo, debe enfocarse según las premisas de la “ciencia moderna”.
Es así como el paradigma que domina actualmente es el biomédico, heredero del concepto de ciencia de la Modernidad.
Bajo esta óptica el ser humano debe considerarse desde un punto de vista mecanicista, y la enfermedad no es más que un proceso físico, tanto en las patologías del cuerpo como en las de índole psíquica; estas últimas no son más que el resultado de una alteración de la bioquímica cerebral, o sea, también un defecto físico.
Tal como el proyecto de la Modernidad, la biomedicina intenta el dominio de la naturaleza, esta vez del cuerpo humano, único lugar en donde se produce la enfermedad, para restablecer la salud.
En este paradigma la comunidad médica se maneja –como se describió en el caso de cualquier paradigma-, con un lenguaje en común que excluye a cualquier otro, y la enseñanza y la investigación se hacen con el supuesto -en general no explicitado- de una filosofía de la biología de corte –como se dijo- mecanicista y fisicalista en su fundamento.
Por supuesto, existen gradaciones en el culto con el que se ejerce la tarea; hay así médicos y profesionales de la salud que aún insertos en este paradigma ejercitan su tarea con vocación humanística y no sólo con técnica precisa.
En general estos profesionales sospechan del marco paradigmático en donde se mueven, y no comparten la visión del ser humano enfermo –como dije ya sea física o psíquicamente- como un mero mecanismo descompuesto.
Las anomalías que detectan muchos de los que ejercen dentro del paradigma provienen de su percepción de que la enfermedad no sólo es el producto de un agente externo, una inmunidad disminuida o un genotipo determinante, sino que éstas no son más que condiciones que se agregan a un fenómeno de origen dinámico y vital que está en la base de la patología; ellos son los miembros de la comunidad científica que predispondrán al cambio de paradigma, superador del anterior.
Asimismo este cambio estará potenciado por los pacientes que sienten en la actualidad que sus problemas no son resueltos en su totalidad por la medicina que hoy predomina.
Desde las primeras décadas del siglo XX, la física cuántica nos ha enseñado que no existen precisiones últimas en las mediciones ya que el ojo del observador modifica irremediablemente la experiencia. Asimismo, no se puede predecir con exactitud en qué lugar va a estar en un momento “t” una partícula “p”, sino en forma aproximada.
La física, modelo de ciencia dura edificada sobre certezas ya no puede detenta el prestigio de ciencia exacta.
La misma matemática se haya socavada en sus fundamentos. En filosofía de las matemáticas es conocida, desde la descripción de los teoremas de la incompletitud de Gödel (1930), la endeblez de la lógica matemática, ya que nunca se podrá encontrar un sistema axiomático que sea capaz de demostrar todas las verdades matemáticas y ninguna falsedad.
Estas investigaciones se dan en el marco de una cosmovisión social de gran sospecha hacia las antiguas verdades.
El proyecto moderno de que “el universo es un libro que se halla escrito en idioma matemático” se ve así debilitado en sus fundamentos.
La homeopatía es el sistema terapéutico ideal para aquellos médicos que deseen abrirse a otros caminos, y que desconfíen de las “certezas” del paradigma biomédico.
Damos la bienvenida a aquéllos que deseen una terapéutica de profundidad para su paciente y que se aventuren en nuevos senderos.
Para ellos, reivindicamos el aforismo kantiano (y que utilizara Hahnemann en su Órganon) y que he citado en ocasión del pasaje del concepto de ciencia del Medioevo a la Ilustración: aude sapere (atrévete a saber); en aquel momento invocado por Kant como invitación de atreverse a pensar sin dogmas religiosos o metafísicos, hoy citado por mí para decirles: atrévanse a saber, sin el dogma que nos pretende imponer la llamada ciencia médica predominante.
Muchas gracias.
Referencias
1. KUHN, T. La Estructura de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1971
2. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Imágenes de la racionalidad científica; Eudeba, Buenos Aires, 2001., p. 26.
3. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit., pp. 32-33.
4. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit., pp. 98-99.
5. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit., p. 101.
6. Héctor Palma-Eduardo Wolovelsky; Op. cit., p. 103.
7. Candegabe, M.; Diálogos con Tomás Pablo Paschero, p. 50. 8
Autor: Dr. Gustavo A. Cataldi, director de la Escuela Médica Homeopática Argentina “Tomás Pablo Paschero”.
Conferencia inaugural del Curso 2008 de la Escuela Médica Homeopática Argentina “Tomás Pablo Paschero”.
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