EL GRAN FRACASO DE LA ALOPATÍA: LA CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD CRÓNICA


RESUMEN: A diferencia de la Alopatía, el campo preferencial de acción terapéutica eficaz de la Homeopatía es el del tratamiento de la enfermedad crónica, mientras esta sea factible de ser curada. Si bien la Homeopatía también puede curar enfermedades agudas, donde realmente demuestra su superioridad potencial sobre la Alopatía es en su capacidad terapéutica sobre la enfermedad crónica, precisamente allí donde la Alopatía fracasa rotundamente.
PALABRAS CLAVE: Enfermedades agudas; enfermedad crónica; causalidad fija; causalidad compleja.
INTRODUCCIÓN.
Samuel Hahnemann percibió, posiblemente el primero, la diferencia esencial que existe entre la enfermedad aguda y la enfermedad crónica (1). La enfermedad aguda y la enfermedad crónica son dos categorías diferentes de enfermedad que, ni por su origen, ni por su variedad de clases (o falta de ella), ni por su evolución pueden ser confundidas. Cada clase de enfermedad aguda nace y muere como enfermedad aguda, y también la enfermedad crónica surge como tal desde un principio. En consecuencia, podemos deducir que la enfermedad crónica nunca puede ser la continuación de alguna enfermedad aguda y si parece algunas veces ser así es porque permanecía latente y fue reactivada por el proceso agudo. Por otra parte, los distintos procesos agudos encuentran en la enfermedad crónica un terreno favorable a su desarrollo y a la vez contribuyen marcadamente a agravarla transformándose muchas veces en una parte de ella (lo vemos frecuentemente en las llamadas “infecciones crónicas”). 
DESARROLLO.
[1] La enfermedad aguda. La enfermedad aguda es el resultado de una causa que siempre es fija que es siempre la misma, que es invariable-, que además es una causa conocida o cognoscible, y que antecede al surgimiento de la enfermedad por un corto tiempo. Los ejemplos predominantes de enfermedad aguda son los cuadros infecciosos. Por ejemplo: Salmonella typhi (causa)  Fiebre tifoidea (efecto). Si “S” es Salmonella typhi y “F” es Fiebre tifoidea, el esquema lógico de causalidad, a partir del condicional material S  F, es el siguiente:  
S  F                                                                                               S                                                                                                                                              ————                                                                                                              F             (Modus Ponens)           
(“Si es S, entonces es F; es S; por tanto, es F”)                                                                                                                                                                                                                                          

En este ejemplo particular de enfermedad aguda, la Salmonella typhi es la causa necesaria, aunque no suficiente, y además científicamente corroborada, de la Fiebre tifoidea. De esta manera, la eliminación de la causa (la Salmonella typhi) produce la eliminación del efecto (la Fiebre tifoidea). En general, el tratamiento de la enfermedad aguda –así como su prevención- consiste en eliminar la causa necesaria, porque desaparecida la causa, desaparece el efecto.  

(2) Además, si aplicamos al mismo esquema lógico de causalidad con el condicional material S  F, el Modus Tollens, entonces vamos a poder expresar lógicamente el signo patognomónico de todas las enfermedades agudas que las distinguen netamente de la enfermedad crónica, y  que es que su causa es fija (o invariable); y se puede formular de esta manera: 

S  F                                                                                                                                                            F                                                                                                                ———    
S     (ModusTollens)                                                                                                                                (“Si es S, entonces es F; no  es F; por tanto, no es S”)

Como la causa necesaria de la Fiebre tifoidea es la infección por Salmonella typhi, la ausencia de Fiebre tifoidea implica que no existe infección activa del organismo por  Salmonella typhi. Luego, la causa privativa de la Fiebre tifoidea es la Salmonella typhi y la Fiebre tifoidea no puede tener otra causa diferente. Por extensión, en toda enfermedad aguda existe una sola causa necesaria que es fija, la conozcamos o no. También está implicado que, por el hecho de que cada proceso agudo posee una causa fija que es distinta, lo cual le da a cada una su sello y su autonomía, las enfermedades agudas son variadas; mientras que la enfermedad crónica es única.   

 [3] La enfermedad crónica. La enfermedad crónica, en cambio, no tiene una causa fija  a partir de la cual se desarrolle. Su verdadero origen nos remite simplemente a un período anterior y que no está directamente relacionado con las manifestaciones patológicas actuales. Es imposible detectar con exactitud el momento preciso en el cual el organismo pierde por primera vez, y regularmente para siempre, su estado de salud. Solamente sabemos que ese momento antecede largamente en el tiempo a las manifestaciones patológicas actuales; y que a partir de ese instante ha evolucionado sin dar mayores muestras al principio, para luego comenzar gradualmente a dar manifestaciones que luego irán creciendo de manera lenta, pero constante con el paso del tiempo.  

 (4) Hagamos una comparación entre ambas categorías patológicas: ¿Cuál es la causa de la Fiebre tifoidea (enfermedad aguda)? La infección por Salmonella typhi. ¿Y cuál es la causa de la Enfermedad de Alzheimer (enfermedad crónica)? En este caso no existe una causa fija  que pueda encajar en el esquema lógico de la causalidad propia de la enfermedad aguda. Aunque la buscáramos por cielo, mar y tierra no la encontraríamos porque la enfermedad crónica tiene su propia causalidad que es muy diferente a la de la enfermedad aguda, que es mucho más compleja.

(5) ¿Sería la causa de la  Enfermedad de Alzheimer la acumulación excesiva de la proteína β-amiloide en el cerebro? Pero esta producción excesiva es ya una condición patológica que exige buscar su propia causa: ¿por qué se produce en exceso?  Y para cada respuesta encontrada se requiere indagar por su respectiva causa, pues a su vez será el efecto de una causa anterior, y así en un encadenamiento de causas y efectos que se remonta a un pasado que carece de causa fija.

(6)  Aun cuando por lo general existe una primera causa desde la cual se desencadena esta cascada de eventos, esta causa inicial es siempre difusamente circunstancial. Únicamente se puede decir que esta causa originaria no es una causa fija que pueda ser identificada y eliminada. Es más bien un cierto momento en la vida previa del enfermo crónico en el cual se rompió el equilibrio cuasi-perfecto que caracterizaba el funcionamiento orgánico hasta ese minuto.

(7) Ya que, a pesar de que en los comienzos de la vida de la mayoría de las personas el organismo goza de buena salud, más temprano que tarde comienzan a expresarse poco a poco las tendencias genéticas heredadas que son adversas (provenientes de genes desfavorables hasta esos momentos satisfactoriamente controlados), al ser favorecidas en su expresión por las circunstancias ambientales nocivas  que van generando situaciones de estrés y entre ellas primordialmente nuestra equivocada alimentación excesiva en calorías (2). La Epigenética nos enseña la importancia decisiva del ambiente, que tanto estimula como inhibe la expresión genética (ya sea de la favorable, ya sea de la desfavorable) (3).  Y si bien en esta incipiente fase de la enfermedad crónica el organismo todavía posee la capacidad de adaptarse a las circunstancias desfavorables buscando compensarlas, de manera tal que, aparentemente, la salud se conserva; no se trata del estado de salud perfecto que había sido previamente. La autoregulación orgánica ya no es tan completamente eficiente. Es su estado preclínico cuya duración es indeterminada.

 (8) Sin embargo, siempre existirá, ya sea muy tempranamente, ya sea muy tardíamente, alguna situación de estrés que, aunque no funcione como la causa fija de una enfermedad aguda, se constituirá fortuitamente en el punto de inflexión del laborioso estado de equilibrio que existía, disparándose así el inicio clínico de la enfermedad crónica. Y una vez comenzada, lo que impulsa su marcha son todas las situaciones de estrés importantes que se van presentando ulteriormente, tales como la acción agresiva de las infecciones agudas o de los traumas físicos o emocionales (teniendo siempre como trasfondo la persistencia de la alimentación equivocada). Si bien estas situaciones de estrés –las cuales son estados transitorios de pérdida de la adaptación orgánica- no causan la enfermedad crónica, la agravan una vez ésta se ha originado. 

 (9) Aunque este momento inicial es complejo de establecer, no lo es constatar que a partir poco más o menos de ese instante cada situación de estrés sucesivo será para el organismo cada vez más difícil de superar y de salir indemne. Ya que con estas nuevas situaciones de estrés, especialmente si son intensas y/o frecuentes, la enfermedad crónica progresa inexorablemente.

(10) Lo que sí se puede determinar es que, a partir de ese momento indeterminable en que se pierde la salud, para el organismo enfrentarse a cada nueva situación de estrés grave con el fin de preservar la adaptación –la cual a esta altura ya no es del todo perfecta, por cierto-, se traduce en un retroceso en su nivel de calidad de salud, representado por una capacidad de autorregulación cada vez más disminuida, a causa de que su respuesta también se va haciendo cada vez más imperfecta e incompleta. Y por ende la enfermedad crónica se irá empeorando en el tiempo sin ninguna posibilidad de detenerse por el solo esfuerzo del organismo.

 (11) En su inexorable marcha la enfermedad crónica está cruzada frecuentemente por crisis intermitentes que amenazan la vida del enfermo; y que, no obstante sean superadas (con o sin ayuda médica), no detienen la enfermedad de fondo, la cual alcanzará a la larga los peores extremos. Evoluciona a través de diferentes estados patológicos que la Alopatía considera como procesos distintos, o “enfermedades”, y a los cuales denomina con diferentes nombres; pero estos estados patológicos, que evolucionan siempre aumentando su gravedad cada vez más –con algunas detenciones precarias en sus inicios, pero sin retroceder jamás-, en realidad sólo constituyen estaciones temporales de un mismo y único proceso. La enfermedad crónica siempre es una misma enfermedad para cada paciente desde comienzo a fin aunque en el tiempo cambien sus manifestaciones, las que por cierto no tienen ni la autonomía ni el sello específico de las enfermedades agudas, es decir, no son entidades definidas que admitan un diagnóstico preciso.       

    (12) Ahora bien, ¿cuál es el mecanismo subyacente a este proceso de deterioro progresivo? Ante situaciones de estrés serios, el organismo reacciona desesperadamente tratando de evitar la muerte, pues por su instinto de conservación teme su propio final como consecuencia de una pérdida brusca de la autoregulación que pudiera llegar a ser catastrófica. Y si el organismo no es capaz de salvarlo todo, prefiere conservar lo que pueda, con lo cual la recuperación nunca será total. El problema es que este mecanismo imperfecto se repetirá con cada nueva situación de estrés, resultando de este modo en una sucesión de detrimentos en la calidad de salud en aras de atrasar la muerte. Pero atrasar el momento de la muerte se hace al precio de un deterioro orgánico progresivo que convierte al ser humano en un enfermo crónico irreversible.  En síntesis, el organismo transa una pérdida de calidad de salud por la extensión de su vida; sin embargo, cada statu quo transado tampoco se mantiene por mucho tiempo y tarde o temprano se reanuda la crisis de momento paliada o se cambia por una manifestación patológica (o “enfermedad”) aún peor.     

 (13) El rostro visible del deterioro progresivo tanto interno como externo de la enfermedad crónica, es el envejecimiento orgánico –que, a su vez, no es más que la expresión macroscópica de la senescencia celular-, y por el cual el cuerpo humano se derrumba insensiblemente como un edificio que se desploma lenta, muy lentamente en el tiempo, dándole razón al calificativo de “crónica” (de ‘khrónos’=‘tiempo’) que tiene esta categoría de enfermedad.

(14) Pero más allá de las diferentes expresiones clínicas que puedan exhibir las supuestamente distintas clases de enfermedad crónica, todas ellas son solamente manifestaciones diversas, pero de una sola y gran enfermedad crónica que Hahnemann llamó “Psora”.     

(15) Sin embargo, la “Psora” no es un “miasma” (una “infección”  que desde el exterior afecta al organismo), como pensaba Hahnemann (4). Y por las mismas razones ni la “Sífilis” ni la “Sycosis” (ni ninguno de los innumerables nuevos “miasmas” que se han propuesto) son el agente exógeno que origina este proceso degenerativo y que pueda por tanto ser la explicación del origen, ciertamente endógeno y no exógeno, de la enfermedad crónica (5). La “Psora”, en una interpretación actualizada (6), es el proceso degenerativo que no sólo acompaña al envejecimiento sino que constituye su propia esencia, y lo hace desde el instante en el cual este proceso de envejecimiento orgánico ni siquiera se manifestaba externamente, ni funcional ni menos estructuralmente, pero que ya se incubaba en la intimidad del organismo.       

 (16) Si hubiera que desentrañar la naturaleza íntima de la “Psora”, tendríamos que reparar en el avance parsimonioso de la entropía, es decir, del desorden  en la estructura física del organismo (lo que biológicamente equivale a desorganización) superando gradualmente la capacidad de éste de mantener el orden y su expresión concreta como organización. Más que la energía del organismo, lo que realmente disminuye con el envejecimiento es la capacidad orgánica para mantener su organización, de la cual depende su vitalidad. 

[17] La Alopatía. La enfermedad crónica es incurable para la Alopatía y esta imposibilidad para curarla está en su misma médula, porque su acción terapéutica no toca la naturaleza esencial de la enfermedad crónica que es la incapacidad del propio organismo para enfrentarse a su desorganización, que es la raíz del problema. Vale decir, más allá de los lamentables efectos adversos que acompañan el uso de los fármacos, la deficiencia básica de la medicina oficial reside en  su mecanismo de acción que, en lugar de cambiar el comportamiento patológico, lo suple. Si bien en el tratamiento de las enfermedades agudas los fármacos apropiados –siguiendo el simple esquema lógico de eliminar la causa para eliminar el efecto-, tienen generalmente un resultado eficaz (incluso al punto de salvar vidas); en la enfermedad crónica siempre fracasan en curar, por la razón anteriormente señalada respecto a la naturaleza propia de la enfermedad crónica: la incapacidad del organismo para recuperar por sí mismo su organización óptima, capacidad que ciertamente la Alopatía no tiene ninguna forma de ayudarle a recuperar.  

(18) Como ya lo dijimos, la enfermedad crónica nunca tiene una causa fija que determine su evolución y a la cual se pueda directamente apuntar para proceder a eliminarla. Salvo en algún sentido limitado como cuando la Cirugía elimina al órgano enfermo, o a una parte de él; empero esta condición patológica representaba sólo la expresión local y además tardía de la enfermedad propiamente tal, que siempre involucra a todo el organismo, y que entonces permanece intocada.

 (19) En consecuencia, el efecto de la Farmacología se reduce a reemplazar el trabajo del organismo: aquello que el organismo no hace o no hace bien, el fármaco lo hace por él. Pero si el organismo no interviene en su propio proceso curativo, inhibido por los fármacos todavía más de lo que ya lo estaba por la propia enfermedad, no puede cambiar su realidad; y, por tanto, si la situación patológica no cambia no solamente seguirá igual, e indefinidamente, funcionado mal sino que cada vez peor en el tiempo como sucede con todo proceso espontáneo sin conducción.  

 (20) Frente a la enfermedad crónica, la Alopatía se limita a ocultar la enfermedad, a tapar cada una de sus manifestaciones mediada por síntomas y signos (reprimiendo a cada uno de ellos) así como a los indicadores aportados por el laboratorio (intentando normalizar artificialmente los parámetros alterados), todo lo cual fácilmente se puede demostrar prescindiendo de los fármacos. Pero no busca curar, pues no existe en este tipo de enfermedad una causa aislada operando sino sólo manifestaciones de un comportamiento patológico integral; así, nada hay que eliminar y, por ende, la enfermedad seguirá estando allí, indefinidamente, oculta e invisible en la profundidad del organismo. Es cierto que la Alopatía, al disminuir o eliminar los síntomas y signos patológicos y al estabilizar sus parámetros de laboratorio alterados, le procura un mayor bienestar al paciente que la que tendría sin fármacos, pero a cambio de renunciar definitivamente a la curación. Pues ambos caminos, el de paliar la enfermedad crónica y el de intentar curarla de verdad, son divergentes.

(21) La explicación de esta incapacidad terapéutica de la Alopatía es que lo que la naturaleza intenta realizar de forma espontánea, como lo explicábamos antes –la acción de pactar  una menor calidad real de salud por una mayor extensión de la vida-, la medicina farmacológica lo hace deliberadamente a través de los fármacos, al renunciar a la curación a cambio de un mayor bienestar temporal. La muerte se aplaza, pero al precio de un aumento del deterioro orgánico –lo cual conlleva un proceso de envejecimiento acelerado-, y que de todas maneras terminará, tarde o temprano, por manifestarse patológicamente y todavía con mucha mayor fuerza.

 [22] La Homeopatía. A la inversa de la Alopatía, la Homeopatía busca cambiar el comportamiento patológico del organismo enfermo y para lograr este objetivo utiliza a la propia capacidad innata de autoregulación del organismo. Si las situaciones de estrés, que son ineludibles en nuestra vida, cuando su intensidad (ya sea de una vez, ya sea por su persistencia en el tiempo) es mayor a lo que el organismo pueda soportar –lo cual es relativo a su nivel de salud en cada caso considerado-, producen la agravación de la enfermedad crónica; entonces una situación de estrés intencionadamente provocada, pero de menor intensidad –digamos que sea incapaz de dañar, pero lo suficiente para excitar la capacidad de autoregulación orgánica-, es el procedimiento apropiado para provocar un cambio en el comportamiento patológico del organismo y así poder curar a la enfermedad crónica (y de la misma manera a las enfermedades agudas) mediante una respuesta adaptativa re-equilibradora, vale decir, mediante una acción curativa por parte del mismo  organismo.

(23) A este fenómeno se le denomina “hormesis”, y es aquel fenómeno por el cual el efecto sobre el organismo de las dosis altas (las que provocan un estrés fuerte) de cualquier sustancia se invierte con las dosis débiles (las que sólo provocan un estrés moderado). Su presencia sistemáticamente confirmada en varios campos de la Biología –y no sólo en el de la Toxicología, donde se le descubrió-, y el hecho de estar fundado plenamente en la investigación científica, nos permite considerarlo como la expresión de una ley de la naturaleza: la Ley de la Hormesis; una ley científica que es más general que la Ley de los semejantes.

 [24] La Ley de los semejantes. La Ley de los semejantes, la ley científica que está en la raíz de la acción curativa de la Homeopatía, se puede derivar lógicamente como un caso especial de la Ley de la Hormesis: Esto es, el efecto curativo del medicamento homeopático adecuado es un caso especial del fenómeno de la hormesis; pues si, de acuerdo a la Ley de los semejantes, toda sustancia que sea capaz de enfermar al organismo en dosis altas, tiene a la vez la capacidad de inducir la curación de aquello en que consiste la enfermedad que provocó, cuando es usada en dosis débiles, el mecanismo implicado es precisamente el de la hormesis (7):

(25) Por ejemplo, y de acuerdo con la Ley de la Hormesis: “Si la sustancia ʃ provoca sobre el organismo el comportamiento patológico ϵ, en dosis altas; entonces, la misma sustancia ʃ provoca el comportamiento contrario , en dosis débiles”. Las dosis débiles actúan en sentido opuesto a las dosis altas, pero ambas corresponden a la misma sustancia; luego, poseen la misma Información biológica, es decir, el organismo es capaz de reconocerlas como dosis que, aunque sean cuantitativamente diferentes, pertenecen exactamente a la misma sustancia.

(26) Sin embargo, la Ley de los semejantes restringe la extensión de la aplicación de la Ley de la Hormesis a los casos en los cuales el comportamiento patológico ϵ provocada por la sustancia ʃ es semejante al comportamiento patológico que presenta un enfermo de manera natural, y los síntomas sólo son una señal de esa semejanza. Por tanto, la semejanza es entre los comportamientos patológicos –el comportamiento patológico ϵ provocada por la sustancia ʃ, por un lado, y el comportamiento patológico que presenta un enfermo de manera natural, por otro lado-; pero los síntomas (que son propiedades del comportamiento patológico) deben ser iguales y no meramente semejantes.

(27) Si la Ley de los semejantes tuviera como referente a la semejanza de síntomas, en lugar de a la semejanza de comportamientos patológicos, sería una ley científica sin relevancia médica, y por consiguiente, trivial.  En realidad, la Ley de los semejantes no se aplica a abstracciones, como serían los síntomas aislados de su contexto funcional y representados únicamente para fines prácticos como una simple suma de síntomas, sino a hechos empíricos, a procesos patológicos; por tanto, y para ser precisos, deberíamos hablar de “Ley de los comportamientos patológicos semejantes”.  

(28) En otras palabras, la Información biológica de la dilución homeopática actúa en la misma forma en que opera la enfermedad de la cual es semejante –reproduce su mismo comportamiento patológico-; no obstante, por actuar a través de una dosis muy débil, no la agrava sino que provoca al organismo enfermo obligándolo a responder para salir de esta situación de estrés moderado que ha generado, haciéndolo trabajar activamente en la superación de su estado de desorganización. Agreguemos que sin la reiterada provocación del medicamento homeopático, el organismo tendería a permanecer permanentemente en su mismo estado patológico crónico.

(29) En consecuencia, la dilución homeopática actúa precisamente en el núcleo mismo de la enfermedad crónica –o sea, en la incapacidad que el organismo enfermo demuestra en el caso de la enfermedad crónica para recuperar por sí mismo su organización óptima que gradualmente ha ido perdiendo-, instando a ese organismo enfermo a reorganizarse de modo de provocar un cambio en su comportamiento patológico. En síntesis, mientras la Alopatía le hace el trabajo curativo al organismo enfermo (pero dejándolo al final igual o peor en su desorganización), la Homeopatía lo obliga a reorganizarse por sí mismo.

(30) A diferencia de la acción química de la Alopatía, la naturaleza de la acción terapéutica de la Homeopatía es física. Es la Información de la dilución homeopática  (8)  la que actúa sobre la desorganización del organismo enfermo al restablecer la cantidad de información adecuada  de su Hipergenoma, con lo cual es el organismo mismo quien asume su proceso de reorganización (9); en breve, de esta manera se pone en marcha un proceso curativo autónomo. Y la razón del éxito de la Homeopatía está en que el nivel biofísico del organismo es más fundamental que el nivel bioquímico. En realidad, este último nivel depende del primero. La enfermedad crónica entierra sus raíces en el sustrato biofísico del organismo, y, por tanto, no puede ser curada si ese sustrato biofísico no es modificado por un tratamiento que sea capaz de actuar justamente a ese nivel, como lo hace la Homeopatía. Sin embargo, es de la máxima importancia empezar por cambiar la alimentación del enfermo crónico, la que es una conditio sine qua non para lograr inhibir la presión interna de las tendencias genéticas adversas y a la vez estimular aquellas que son favorables.

CONCLUSIÓN. La enfermedad crónica es el principal problema de salud de la civilización actual. Y mientras la Alopatía es impotente frente a ella, a consecuencia de su incapacidad terapéutica para modificar el comportamiento patológico del organismo, la Homeopatía ofrece una opción plenamente válida para buscar su curación ya sea revirtiéndola, ya sea deteniéndola en su evolución, mientras ello sea posible- a través, precisamente, de inducir un cambio radical del comportamiento patológico del organismo. E incluso en el supuesto que, como lo piensan sus detractores, la Homeopatía fuera incapaz de curar cualquier tipo de enfermedad, sigue siendo cierta la tesis central defendida en este trabajo: el gran fracaso de la Alopatía es la curación de la enfermedad crónica

BIBLIOGRAFÍA:
(1) Gebauer, G.H. (2011). “¿Qué es y cómo opera la Fuerza vital?”. [En línea]    http://homeopatiaahora.blogspot.com/2011/10/que-es-y-como-opera-la-fuerza-vital.html.
(2) Gebauer, G. H. (2012). “El origen del envejecimiento y de las enfermedades crónicas degenerativas que habitualmente lo acompañan”. Esculapio (núm.13)
(3) Por ejemplo: “Tsukita et al. show that high-fat feeding rapidly upregulates hepatic glucokinase in mice, especially in obesity-prone mice”. Nature Reviews Endocrinology 9, 132 (March 2013). [Nota: la negrita es nuestra.]
(4) Gebauer, G. H. (2010). “Estudio crítico del concepto hahnemanniano de Psora”. Esculapio (núm. 9).
(5) Gebauer, G. H. (2003). “Investigación acerca del concepto de ‘miasma crónico’ (o concepto de la ‘Psora’)”. [En línea]            http://www.homeoint.org/espanol/gebauer/miasmacronico/index.htm.
(6) Gebauer, G. H. (2009). “¿Psora = Disfunción metabólica + Disfunción autofágica? Actualización del concepto de Psora. Reivindicando a Hahnemann”. Esculapio (núm. 8).
 (7) Gebauer, G.H. (2011). “La Ley de los semejantes y su fundamento científico en la Ley de la Hormesis y en el concepto de Información biológica”. Esculapio (núm. 10).  [En línea]    http://homeopatiaahora.blogspot.com/2011/04/la-ley-de-los-semejantes-y-su.html.
(8) Gebauer, G.H. (2012). “La Información y la dilución homeopática (I). El concepto físico de  Información como fundamento científico de la dilución homeopática”. [Inédito]
(9) Gebauer, G.H. (2012). “La Información y la dilución homeopática (I). ¿Cómo opera la Información de la dilución homeopática en el organismo enfermo?”. [Inédito]




Nota del editor: Los 2 gráficos de lógica elemental que aparecen en el trabajo, por problemas de publicación no aparecen bien redactados.



Autor: Dr. Gabriel Hernán Gebauer.

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