Mientras me hallaba investigando el cambio de paradigma en la ciencia moderna, en la intención de escribir un artículo que estoy preparando para su eventual publicación, mi estimado amigo Moisés Garrido ha publicado un excelente trabajo titulado "La irresistible fascinación por lo irracional". Trabajo cuya lectura recomiendo encarecidamente a todos aquellos interesados en desprenderse del velo de Maya, para enfocar la realidad, libre de prejuicios, en torno a los fenómenos paranormales, a las investigaciones científicas y, como no, a las creencias religiosas.
Al mismo tiempo, y en sincronicidad con esta "oportuna casualidad", llevaba unos días pensando y dialogando con mi interior, como consecuencia de un intercambio de "opiniones" e ideas que rondaban el concreto tema de los pre-juicios existentes en los científicos. En ese conjunto de presupuestos que adoptan al investigar y al transmitir su conocimiento en las universidades, sin siquiera pararse a revisar o cuestionar si dicho sistema de creencias es válido o no, si se ajusta al nuevo paradigma, o si es una perpetuación del antiguo. Al transmitir sus conocimientos, lamentablemente, estos científicos impregnan sus exposiciones con una suerte de pre-juicios que acaban siendo adoptados, al menos provisionalmente, por aquellos estudiantes a quienes están enseñando y, en gran medida, educando.
Todas estas sincronicidades me han movido a escribir este ensayo, con la finalidad de dar al lector una serie de ideas que le permitan poner en cuarentena toda una caterva de pre-supuestos, que solemos tomar como válidos y verdaderos, sólo porque la tradición, o sus representantes, lo asegura con lapidario convencimiento.
Como muy bien apunta Moisés Garrido en su mencionado ensayo, "La irresistible fascinación por lo irracional", los buscadores de la Verdad están abiertos, o deberían estarlo, tanto a replantearse muchos de los pre-supuestos/pre-juicios con los que encaran la realidad (sea en el campo de la religión, de la parapsicología o de la ciencia), cuanto a dudar de los estudios e investigaciones, aparentemente novedosas, pero que, en el fondo de los fondos, continúan manteniendo el paradigma newtoniano-cartesiano, para utilizar el término acuñado por Thomas Kuhn en su libroLa estructura de las revoluciones científicas (1962).
He podido comprobar, en trabajos de científicos modernos, que buena parte de éstos continúan encarando sus investigaciones dentro del marco del paradigma científico de los últimos tres siglos. Cuando, parece mentira que a estas alturas todavía tengamos que decirlo, la Física moderna ha dado al traste con la imagen del mundo que se tenía no hace sino unos pocos decenios. La materia ya no es tan sólida como se creía, y la Teoría del Caos explica algo que la segunda ley de la termodinámica era incapaz de explicar: cómo un sistema complejo, tras entrar en un estado caótico, es capaz de ordenarse. Resulta sorprendente! Y, sin embargo, así parece ser.
De igual modo, la psicología (analítica, transpersonal, etc.) también ha dado al traste con una buena cantidad de ideas, que se mantenían impertérritas dentro del paradigma cartesiano. El reduccionismo es uno de los presupuestos que se resiste al cambio, perpetuándose pese a lo lastrante que resulta. El estudio del cerebro desde una perspectiva holográfica, tal como nos ha mostrado Karl Pribram, también nos hace cuestionarnos buena parte de las ideas que se tenían antes sobre el funcionamiento del cerebro. El alma no es un subproducto del cerebro. Como la idea inversa, que el cerebro sea un subproducto del espíritu, es también un contrasentido. Ni lo uno, ni lo otro. Neti,Neti, que dirían los budistas.
Y es comprensible, por otro lado, que eminentes personalidades de la ciencia, que llevan décadas investigando bajo los presupuestos del paradigma cartesiano, se mantengan dentro de esas "coordenadas", pese a que hace ya unas décadas que se ha puesto en evidencia, cuanto menos, lo cuestionable de las mismas. Dichos científicos, dependen tanto del paradigma, están tan identificados con él, y el propio funcionamiento del Sistema está tan asentado en sus presupuestos, que resulta lógica esta actitud de resistencia al nuevo paradigma. Por más que resulte contraproducente para el avance de la Ciencia, tal como afirmo en mi ensayo El Paradigma Sistémico. También es recomendable, en este sentido, la lectura del ensayo El alma y el mundo, del terapeuta de orientación jungiana Raúl Ortega.
El mismo Kuhn señala que, durante un período de tiempo relativamente largo, "la ciencia normal" continúa realizando sus investigaciones bajo el prisma del paradigma prevaleciente. Se precisa hacer una "ciencia extraordinaria", que, entre otras cosas, se cuestione los planteamientos del paradigma vigente. Y el cambio de paradigma no se produce por la acumulación de datos y más datos a su favor. No (o al menos, eso se desprende de las investigaciones de T. Kuhn y, posteriormente, de otros científicos vanguardistas). Se produce de un modo rápido, puesto que lo que cambian son las reglas básicas, los supuestos fundamentales de la teoría anterior y ello implica una reevaluación de los hechos y de las observaciones.
Uno se pregunta, entonces, ¿está equivocado todo lo anterior? Y la respuesta es un ¡no! Rotundo. No se trata de que lo anterior sea erróneo y haya de desecharse como tal. Se trata de efectuar un esfuerzo por replantearse todo de un modo diferente, y reestructurar lo anterior. Lo antiguo, por supuesto, tiene su validez. Siempre que su aplicación no pretenda sino mantenerse dentro de los límites de los fenómenos que es capaz de explicar adecuadamente. Lo incorrecto es su generalización y su aplicación a otros ámbitos de la realidad que son inconmensurables, desde los presupuestos en los que se asienta el antiguo paradigma.
O sea, no se puede considerar a una investigación como "científica", si se basa en el paradigma antiguo y pretende explicar un área nueva. Al aplicar el nuevo paradigma, los casos del antiguo vienen a constituir casos particulares de la nueva teoría, más abarcadora. Por ejemplo, la mecánica newtoniana puede ser reinterpretada como un caso particular de la teoría de la relatividad de Einstein. La teoría de Newton tiene su validez, por tanto, siempre que no se aplique a cuerpos que se mueven a altas velocidades, o se pretenda una precisión ilimitada de sus predicciones.
La aceptación de un nuevo paradigma, como lo estamos viendo en estos tiempos antiparadigmáticos, no es fácil. Todo lo contrario. Se producen luchas de poder, como poco, pues lo que toca es la seguridad del investigador y de sus propios postulados. Se están cuestionando las raíces mismas de los presupuestos con los que encara la investigación. Y el cambio afecta a factores que son tanto de orden sentimental, administrativo, político, como arquetípico. Sencillamente, está enclavado en el sistema mismo. El mismísimo Charles Darwin, en su obra El origen de las especies(1859), llegó a esta conclusión:
"A pesar de que estoy plenamente convencido de la veracidad de los puntos de vista expresados en esta obra... no espero en modo alguno convencer a los naturalistas expertos, cuyas mentes están repletas de multitud de conocimientos enfocados, a lo largo de muchos años, desde un punto de vista diametralmente opuesto al mío... Pero miro con confianza al futuro, a la nueva generación de naturalistas capaces de evaluar ambos aspectos de la cuestión con imparcialidad".
Max Planck afirma, con mayor contundencia si cabe, una idea semejante en su Autobiografía científica (1968):
"... una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus adversarios y logrando que vean la realidad, sino cuando éstos finalmente mueren y les sustituye una nueva generación que ha crecido familiarizada con ella."
Claro, lo que afirman estos dos grandes hombres de Ciencia, es que todo paradigma acaba convirtiéndose en una especie de extensión personal del científico, en una parte de él, y se identifica hasta tal punto con éste que resulta muy improbable la aceptación de las nuevas ideas (del nuevo paradigma). El paradigma convencional es, por lo tanto, un statu quo, un stablisment científico. Son las nuevas generaciones, que viven y crecen en el marco del nuevo paradigma, quienes están más capacitadas para realizar la reconstrucción necesaria. O sea, un planteamiento nuevo de lo antiguo. Dando a lo antiguo el lugar que le corresponde, dentro de ese nuevo planteamiento, más amplio.
Por eso, al igual que está sucediendo ya con otros investigadores, independientes del sistema -y, cuando digo independientes, me refiero a libres de prejuicios, con independencia del cargo o función que ejerzan-, como, por ejemplo, la psiquiatra Maribel Rodríguez, quien en su excelente artículo¿Es posible una psicología integral?, presenta ideas afines a las aquí expresadas); por ese motivo, decía, cuando encaro una investigación, o estudio los resultados de las investigaciones de científicos, me tomo mi tiempo para ver desde qué paradigma lo están enfocando. O sea, me pregunto: ¿siguen perpetuando el reduccionismo del paradigma antiguo? ¿Dan por supuesto que la materia es un conjunto de piezas inanimadas?, etc.
Como bien dice Moisés Garrido, es muy difícil desprenderse del dualismo cartesiano, por ejemplo, algo que también se manifiesta en el dualismo religioso entre la materia (mala, diabólica, etc.) y el espíritu (el summum bonum), y en la Ciencia, por supuesto, entre lo orgánico y lo psíquico. Pero, como dicen los grandes maestros de todos los tiempos, esto es un espejismo, una ilusión. La realidad es Una, aunque se manifieste ora como espíritu, ora como materia. Eso es lo que pienso. Sin perjuicio de que estamos condenados a percibir la realidad a través de su trasposición en imágenes psíquicas (no vemos longitudes de onda, vemos colores).
Hay otro asunto que resulta de gran importancia. La experiencia. Esta es la base de todo cuanto se diga después, evidentemente. Pero, claro, es un peligro tener ciertas experiencias (llamémoslas como queramos, estados no ordinarios de consciencia, como diría S. Grof, v.gr.), porque en mentalidades estrechas y poco preparadas (o sea, con una consciencia harto angosta, y una carencia de conocimientos previos) puede dar lugar a un auténtico brote psicótico. Algo que ha comprobado, una y otra vez, en su trabajo de campo, Moisés Garrido, por ejemplo en el caso de las visiones marianas, y que ha sabido resumir tan brillantemente en su libro El Negocio de la Virgen.
La psicología analítica nos ha enseñado que lo inconsciente, o sea, lo desconocido, tiende a proyectarse en el mundo. Cuanto más inconsciente sea el individuo, cuanto más mermado su autoconocimiento, tanto más se proyecta lo inconsciente. Y, claro, los arquetipos, los generadores de mitos y leyendas, por así decirlo, tienden a revestirse con el lenguaje de la época. Hoy, como bien sabemos, los dioses ya no pululan por ahí, en los ríos, en los mares, en las fuentes, en la vegetación, etc.; tampoco hay un lugar, llamado Olimpo, en el que residen los dioses, debatiendo, influyendo o condicionando el destino de los seres humanos; sin embargo, dichos dioses no han desaparecido. Vuelven a reproducirse bajo la máscara de extraterrestres, Ovnis, visiones marianas, abduciones, etc...
Al mismo tiempo, y en sincronicidad con esta "oportuna casualidad", llevaba unos días pensando y dialogando con mi interior, como consecuencia de un intercambio de "opiniones" e ideas que rondaban el concreto tema de los pre-juicios existentes en los científicos. En ese conjunto de presupuestos que adoptan al investigar y al transmitir su conocimiento en las universidades, sin siquiera pararse a revisar o cuestionar si dicho sistema de creencias es válido o no, si se ajusta al nuevo paradigma, o si es una perpetuación del antiguo. Al transmitir sus conocimientos, lamentablemente, estos científicos impregnan sus exposiciones con una suerte de pre-juicios que acaban siendo adoptados, al menos provisionalmente, por aquellos estudiantes a quienes están enseñando y, en gran medida, educando.
Todas estas sincronicidades me han movido a escribir este ensayo, con la finalidad de dar al lector una serie de ideas que le permitan poner en cuarentena toda una caterva de pre-supuestos, que solemos tomar como válidos y verdaderos, sólo porque la tradición, o sus representantes, lo asegura con lapidario convencimiento.
Como muy bien apunta Moisés Garrido en su mencionado ensayo, "La irresistible fascinación por lo irracional", los buscadores de la Verdad están abiertos, o deberían estarlo, tanto a replantearse muchos de los pre-supuestos/pre-juicios con los que encaran la realidad (sea en el campo de la religión, de la parapsicología o de la ciencia), cuanto a dudar de los estudios e investigaciones, aparentemente novedosas, pero que, en el fondo de los fondos, continúan manteniendo el paradigma newtoniano-cartesiano, para utilizar el término acuñado por Thomas Kuhn en su libroLa estructura de las revoluciones científicas (1962).
He podido comprobar, en trabajos de científicos modernos, que buena parte de éstos continúan encarando sus investigaciones dentro del marco del paradigma científico de los últimos tres siglos. Cuando, parece mentira que a estas alturas todavía tengamos que decirlo, la Física moderna ha dado al traste con la imagen del mundo que se tenía no hace sino unos pocos decenios. La materia ya no es tan sólida como se creía, y la Teoría del Caos explica algo que la segunda ley de la termodinámica era incapaz de explicar: cómo un sistema complejo, tras entrar en un estado caótico, es capaz de ordenarse. Resulta sorprendente! Y, sin embargo, así parece ser.
De igual modo, la psicología (analítica, transpersonal, etc.) también ha dado al traste con una buena cantidad de ideas, que se mantenían impertérritas dentro del paradigma cartesiano. El reduccionismo es uno de los presupuestos que se resiste al cambio, perpetuándose pese a lo lastrante que resulta. El estudio del cerebro desde una perspectiva holográfica, tal como nos ha mostrado Karl Pribram, también nos hace cuestionarnos buena parte de las ideas que se tenían antes sobre el funcionamiento del cerebro. El alma no es un subproducto del cerebro. Como la idea inversa, que el cerebro sea un subproducto del espíritu, es también un contrasentido. Ni lo uno, ni lo otro. Neti,Neti, que dirían los budistas.
Y es comprensible, por otro lado, que eminentes personalidades de la ciencia, que llevan décadas investigando bajo los presupuestos del paradigma cartesiano, se mantengan dentro de esas "coordenadas", pese a que hace ya unas décadas que se ha puesto en evidencia, cuanto menos, lo cuestionable de las mismas. Dichos científicos, dependen tanto del paradigma, están tan identificados con él, y el propio funcionamiento del Sistema está tan asentado en sus presupuestos, que resulta lógica esta actitud de resistencia al nuevo paradigma. Por más que resulte contraproducente para el avance de la Ciencia, tal como afirmo en mi ensayo El Paradigma Sistémico. También es recomendable, en este sentido, la lectura del ensayo El alma y el mundo, del terapeuta de orientación jungiana Raúl Ortega.
El mismo Kuhn señala que, durante un período de tiempo relativamente largo, "la ciencia normal" continúa realizando sus investigaciones bajo el prisma del paradigma prevaleciente. Se precisa hacer una "ciencia extraordinaria", que, entre otras cosas, se cuestione los planteamientos del paradigma vigente. Y el cambio de paradigma no se produce por la acumulación de datos y más datos a su favor. No (o al menos, eso se desprende de las investigaciones de T. Kuhn y, posteriormente, de otros científicos vanguardistas). Se produce de un modo rápido, puesto que lo que cambian son las reglas básicas, los supuestos fundamentales de la teoría anterior y ello implica una reevaluación de los hechos y de las observaciones.
Uno se pregunta, entonces, ¿está equivocado todo lo anterior? Y la respuesta es un ¡no! Rotundo. No se trata de que lo anterior sea erróneo y haya de desecharse como tal. Se trata de efectuar un esfuerzo por replantearse todo de un modo diferente, y reestructurar lo anterior. Lo antiguo, por supuesto, tiene su validez. Siempre que su aplicación no pretenda sino mantenerse dentro de los límites de los fenómenos que es capaz de explicar adecuadamente. Lo incorrecto es su generalización y su aplicación a otros ámbitos de la realidad que son inconmensurables, desde los presupuestos en los que se asienta el antiguo paradigma.
O sea, no se puede considerar a una investigación como "científica", si se basa en el paradigma antiguo y pretende explicar un área nueva. Al aplicar el nuevo paradigma, los casos del antiguo vienen a constituir casos particulares de la nueva teoría, más abarcadora. Por ejemplo, la mecánica newtoniana puede ser reinterpretada como un caso particular de la teoría de la relatividad de Einstein. La teoría de Newton tiene su validez, por tanto, siempre que no se aplique a cuerpos que se mueven a altas velocidades, o se pretenda una precisión ilimitada de sus predicciones.
La aceptación de un nuevo paradigma, como lo estamos viendo en estos tiempos antiparadigmáticos, no es fácil. Todo lo contrario. Se producen luchas de poder, como poco, pues lo que toca es la seguridad del investigador y de sus propios postulados. Se están cuestionando las raíces mismas de los presupuestos con los que encara la investigación. Y el cambio afecta a factores que son tanto de orden sentimental, administrativo, político, como arquetípico. Sencillamente, está enclavado en el sistema mismo. El mismísimo Charles Darwin, en su obra El origen de las especies(1859), llegó a esta conclusión:
"A pesar de que estoy plenamente convencido de la veracidad de los puntos de vista expresados en esta obra... no espero en modo alguno convencer a los naturalistas expertos, cuyas mentes están repletas de multitud de conocimientos enfocados, a lo largo de muchos años, desde un punto de vista diametralmente opuesto al mío... Pero miro con confianza al futuro, a la nueva generación de naturalistas capaces de evaluar ambos aspectos de la cuestión con imparcialidad".
Max Planck afirma, con mayor contundencia si cabe, una idea semejante en su Autobiografía científica (1968):
"... una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus adversarios y logrando que vean la realidad, sino cuando éstos finalmente mueren y les sustituye una nueva generación que ha crecido familiarizada con ella."
Claro, lo que afirman estos dos grandes hombres de Ciencia, es que todo paradigma acaba convirtiéndose en una especie de extensión personal del científico, en una parte de él, y se identifica hasta tal punto con éste que resulta muy improbable la aceptación de las nuevas ideas (del nuevo paradigma). El paradigma convencional es, por lo tanto, un statu quo, un stablisment científico. Son las nuevas generaciones, que viven y crecen en el marco del nuevo paradigma, quienes están más capacitadas para realizar la reconstrucción necesaria. O sea, un planteamiento nuevo de lo antiguo. Dando a lo antiguo el lugar que le corresponde, dentro de ese nuevo planteamiento, más amplio.
Por eso, al igual que está sucediendo ya con otros investigadores, independientes del sistema -y, cuando digo independientes, me refiero a libres de prejuicios, con independencia del cargo o función que ejerzan-, como, por ejemplo, la psiquiatra Maribel Rodríguez, quien en su excelente artículo¿Es posible una psicología integral?, presenta ideas afines a las aquí expresadas); por ese motivo, decía, cuando encaro una investigación, o estudio los resultados de las investigaciones de científicos, me tomo mi tiempo para ver desde qué paradigma lo están enfocando. O sea, me pregunto: ¿siguen perpetuando el reduccionismo del paradigma antiguo? ¿Dan por supuesto que la materia es un conjunto de piezas inanimadas?, etc.
Como bien dice Moisés Garrido, es muy difícil desprenderse del dualismo cartesiano, por ejemplo, algo que también se manifiesta en el dualismo religioso entre la materia (mala, diabólica, etc.) y el espíritu (el summum bonum), y en la Ciencia, por supuesto, entre lo orgánico y lo psíquico. Pero, como dicen los grandes maestros de todos los tiempos, esto es un espejismo, una ilusión. La realidad es Una, aunque se manifieste ora como espíritu, ora como materia. Eso es lo que pienso. Sin perjuicio de que estamos condenados a percibir la realidad a través de su trasposición en imágenes psíquicas (no vemos longitudes de onda, vemos colores).
Hay otro asunto que resulta de gran importancia. La experiencia. Esta es la base de todo cuanto se diga después, evidentemente. Pero, claro, es un peligro tener ciertas experiencias (llamémoslas como queramos, estados no ordinarios de consciencia, como diría S. Grof, v.gr.), porque en mentalidades estrechas y poco preparadas (o sea, con una consciencia harto angosta, y una carencia de conocimientos previos) puede dar lugar a un auténtico brote psicótico. Algo que ha comprobado, una y otra vez, en su trabajo de campo, Moisés Garrido, por ejemplo en el caso de las visiones marianas, y que ha sabido resumir tan brillantemente en su libro El Negocio de la Virgen.
La psicología analítica nos ha enseñado que lo inconsciente, o sea, lo desconocido, tiende a proyectarse en el mundo. Cuanto más inconsciente sea el individuo, cuanto más mermado su autoconocimiento, tanto más se proyecta lo inconsciente. Y, claro, los arquetipos, los generadores de mitos y leyendas, por así decirlo, tienden a revestirse con el lenguaje de la época. Hoy, como bien sabemos, los dioses ya no pululan por ahí, en los ríos, en los mares, en las fuentes, en la vegetación, etc.; tampoco hay un lugar, llamado Olimpo, en el que residen los dioses, debatiendo, influyendo o condicionando el destino de los seres humanos; sin embargo, dichos dioses no han desaparecido. Vuelven a reproducirse bajo la máscara de extraterrestres, Ovnis, visiones marianas, abduciones, etc...
Autor: José Antonio Delgado.