Núcleo de la pérdida y el sufrimiento.
Núcleo del recuerdo y la nostalgia.
Núcleo del temor al castigo
Núcleo de la disculpa y la justificación.
Pero cuál sea la naturaleza de esa falta en un caso particular está por determinar para cada medicamento y para cada paciente. De manera que en cada medicamento y en cada enfermo encontraremos de manera más o menos evidente los citados núcleos, argumentados de diversas maneras de acuerdo a la temática particular.
2. DINÁMICA MIASMÁTICA
El concepto de dinámica miasmática es muy sencillo: para Masi los miasmas no son entidades independientes, sino sólo aspectos distintos del sufrimiento, tendencias morbosas, actitudes reactivas. La psora es la única enfermedad, siendo sycosis ysyphilis únicamente modos equivocados de defensa ante el sufrimiento psórico. Estas defensas que se producen en clave de hipertrofia o de destrucción lo mismo en el plano físico que en el psíquico, componen, con el sufrimiento original (psora) un triángulo dinámico cuya comprensión permite, no sólo explicar la sintomatología conocida, sino también “predecir” actitudes que, no apareciendo en la patogenesia (porque las patogenesias son necesariamente limitadas), deben corresponder dinámicamente a lo que sí aparece. Así, si en una patogenesia encontramos síntomas que muestran un gran apego a la riqueza, al dinero, que calificamos de “sycosica”, habremos de admitir que la psora correspondiente a esa sycosis será la del temor de la pobreza, y en syphilis debemos adelantar el hallazgo de una liberalidad desordenada; todo lo cual, naturalmente debe ser confirmado por la clínica. En los medicamentos bien experimentados siempre se encuentran, más o menos desarrolladas, las tres tendencias morbosas (miasmáticas), y sin excepción se corresponden matemáticamente en sus argumentos.
3. METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DE LA MATERIA MÉDICA
a) La organización de material patogenético
El material patogenético (igual que el clínico) puede organizarse, con vistas a su mejor comprensión, de muy diversas maneras.
- En primer lugar tenemos el protocolo patogenético, en el que los síntomas aparecen agrupados por experimentadores y ordenados según el momento de su aparición.
- Hahnemann y sus seguidores no conservaron las patogenesias según los protocolos originales, es decir, los síntomas en su orden de aparición, sino que los redistribuyeron por órganos y sistemas. Esta es ya una primera manipulación que algunos autores han considerado como muy grave, aunque a nosotros no nos lo parece porque creemos que tal distribución ayuda al estudio de la materia médica, y facilita su comparación con los síntomas de la clínica que también solemos recoger por órganos y sistemas.
- También podemos reagrupar los síntomas, dentro de cada órgano o sistema, por orden alfabético. De ahí los repertorios.
- Otros autores seleccionan, entre los síntomas patogenéticos, aquellos grupos de síntomas que recuerdan los síndromes de la patología y tratan de establecer la semejanza entre dichos grupos de síntomas y los mencionados síndromes.
- Finalmente algunos seleccionan, tanto en el paciente como en las enfermedades, grupos de síntomas de acuerdo a su matiz miasmático y establecen la semejanza entre ambos según determinadas series numéricas.
Ninguno de estos hace especulaciones metafísicas a propósito de la esencia íntima de las enfermedades. Ninguno inventa los síntomas de las patogenesias o del paciente. Todos dicen, y es un hecho cierto, estar aplicando el principio de semejanza. Cada uno de ellos ha utilizado un método para organizar los síntomas de las patogenesias y los síntomas de la clínica de manera que puedan ser comparados entre sí. Todos tratan de cumplir la ley.
En el método de Masi los síntomas se toman de las patogenesias, y se comparan con los de la enfermedad, pero cuando estos síntomas se organizan para su mejor comprensión, no se hace por orden cronológico, ni alfabético, ni sistémico, ni sindrómico, ni por series miasmáticas, ya que los miasmas
[3] no son algo estático, sino que se agrupan por temas.
No obstante, Masi y su metodología han sufrido permanentes ataques que, como suele ocurrir, no se centran en los verdaderos errores que pueda haber en sus planteamientos sino precisamente en lo contrario, en lo que es incuestionable: se le acusa de especular en el vacío, de ignorar los hechos, los síntomas. Pero lo cierto es que los síntomas, tanto patogenéticos como clínicos, están en el centro de toda la reflexión, no hay forma de escapar de ellos (ni siquiera hacia la clínica convencional). Constituyen el núcleo de cada fase metodológica, se los estudia desde diferentes puntos de vista: antropológico, simbólico, lingüístico, y es preciso volver a ellos una y otra vez.
Si miráis con detenimiento las materias médicas puras veréis, ¡ay!, con dolor que son un verdadero galimatías, un inventario interminable de síntomas que, salvo unos pocos, se parecen terriblemente entre sí, de tal manera que tras varias páginas de lectura es prácticamente imposible para una mente normal recordar lo que ha leído. No digamos nada si nos adentramos sucesivamente en las páginas de varios remedios distintos. Esta circunstancia vuelve muy difícil la práctica de la homeopatía, y es lo que ha inducido a los distintos autores a intentar reagrupar el material de las distintas maneras que hemos visto anteriormente.
Pues bien, si seguimos mirando con atención esos listados de síntomas patogenéticos, observaremos la recurrencia de ciertos temas, de ciertos argumentos. No me extenderé en este punto que sólo la experiencia mostrará al lector con toda claridad. Así pues, sabemos que los síntomas de una patogenesia suelen mostrar una inusitada tolerancia a ser agrupados en temas, y también sabemos que estos temas suelen ser coherentes, guardar cierta relación entre ellos. Por consiguiente, aquí existe ya un principio de orden que como digo no es cronológico ni alfabético ni anatómico, sino que es temático.
Así, el primer paso en la metodología de Masi para el estudio de las patogenesias es establecer en lo posible un orden temático. Este orden temático no invalida los anteriores. Sólo es un nuevo modo, un modo más de organizar los síntomas. Esto permite, como digo, un principio de comprensión que es coherente con la condición racional del médico y del paciente. Vemos así que el sufrimiento humano se estructura alrededor de determinados argumentos, que se configura argumentadamente. Cada persona (y cada medicamento) muestra un determinado número de temas, siempre los mismos. Esto se refleja en el refranero popular con la frase “cada loco con su tema”. Somos así y es perfectamente razonable que esa condición de recurrencia en ciertos temas, a la que estamos naturalmente inclinados, se refleje en la manifestación de nuestra enfermedad.
Este hallazgo nos permite un nuevo modo de establecer la relación de semejanza, abriendo la posibilidad de valorar ciertas argumentaciones existenciales características del paciente que, no correspondiendo a un síntoma concreto de la materia médica o del Repertorio, no nos era dado utilizar anteriormente para la prescripción.
Así, un paciente nos habla de su necesidad de bastarse a sí mismo, de lo horrible que sería estar imposibilitado y depender de los demás, y esto lo relaciona con cada uno de sus síntomas, con sus deseos, con sus proyectos, y sentimos que eso es más importante que un mero síntoma porque impregna toda la vida del paciente. Otros insisten en temas tales como el amor, la muerte, el dinero, el servicio a los demás, la enfermedad, la seguridad, y estos temas cobran un importancia tal que de ninguna manera podrían ser considerados como meros síntomas. Por lo demás, en muchas ocasiones no hay modo de incluirlos en una repertorización al uso.
En los medicamentos encontramos los mismos temas, y en ocasiones con la misma importancia. Esto requiere establecer, como se ha dicho, un nuevo tipo de similitud.
b) La relación entre los temas
Los temas que hallamos en un medicamento pueden ser aparentemente inconexos, pero un estudio más detallado suele mostrar que están relacionados entre sí, resumiendo a menudo uno de ellos, por así decir, la esencia del remedio.
En algún momento de todo este estudio vislumbramos un sufrimiento nuclear que podría explicar toda la patogenesia, y que en sí mismo es inexplicable. A este sufrimiento básico, del que toda la enfermedad va a depender se le llama, en la metodología de Masi, “psora primaria”. También me excusaré de abundar en este tema dado que por otro lado será inexcusable su demostración práctica. Y es aquí donde empezamos a tomar contacto con la antropología tradicional, la antropología escolástica. Para Santo Tomás, la naturaleza humana está mermada, caída. Esta merma, este déficit proviene del Pecado Original, un acto en el que el hombre, envidiando la naturaleza divina, quiso compararse a Dios, ser como Dios. A partir de ese momento toda la estructura psíquica y orgánica del hombre se vio comprometida, sobrevino el imperativo de la muerte y por lo tanto el de la enfermedad. Y ese acontecimiento radical (por más que simbólico), origen de lo que Masi llama psora primaria se manifiesta, como corresponde a la ortodoxia hahnemanniana, en una sensación que por lo que sabemos se refiere básicamente a una pérdida, a una minusvalía. La sensación de no ser feliz, la sensación de no ser querido, la sensación de no ser comprendido, la sensación de la proximidad de la muerte, la sensación de ser injustamente tratado, etc.
Masi propone comparar la psora primaria con alguno de los aspectos del relato del Génesis y establecer (simbólicamente) con qué aspecto de la Divinidad se ha querido comparar ese individuo representado en la patogenesia, o en su caso el paciente. A esto es a lo que llama el drama metafísico. Adán quiso compararse con la totalidad de la naturaleza divina, pero cada hombre en particular (o cada medicamento) no tiene tanta capacidad, y se compara únicamente con un aspecto de ésta.
La confrontación entre la naturaleza divina y la humana puede parecer un poco fantástica, pero verdaderamente constituye, desde una perspectiva simbólica, el meollo del drama humano. Hay que pensar en ello sin prejuicios. Más allá de esto, en un terreno meramente práctico, la necesidad de dicha comparación para descifrar el daño, el sufrimiento que supone el drama metafísico, nos obliga al estudio de la teología y de la antropología.
De Dios nada sabemos, salvo que es. Lo que de Él predicamos se lo atribuimos, por eso decimos que son atributos: atributos divinos. Del hombre conocemos sus capacidades. Estas capacidades no siempre se realizan, no siempre están en acto. Por eso las llamamos potencias.
Entre las potencias del hombre y los atributos de Dios no existe sólo una diferencia de grado, sino por encima de todo una diferencia cualitativa: en el hombre se da el movimiento, los mejores logros del hombre requieren una actualización de sus potencias, un cambio, un gasto, un devenir. En Dios todo es acto, sea cual sea el atributo al que nos refiramos está presente en grado sumo sin un antes ni un después, no hay nada que deba ser desarrollado, perfeccionado, o meramente realizado, en Dios no hay devenir, es acto puro. Por eso, el intento del hombre de alcanzar por sus medios la naturaleza divina puede considerarse una locura, una falta de previsión
[4]. Y sin embargo es eso precisamente lo que ocurre en cada momento de nuestras vidas.
Adquirir un mínimo de nociones escolásticas sobre los atributos divinos y las potencias humanas requiere un esfuerzo. Es esto lo que ha desanimado a muchos de los que se han interesado por las ideas de Masi. Algunos de éstos proponen un método abreviado, a saber, tomar los temas de la patogenesia y los temas del paciente, y simplemente establecer la posible semejanza entre unos y otros, con lo que obtendríamos todas las ventajas del método sin tanto trabajo. Sin embargo, los temas tal y como los obtenemos de las patogenesias no siempre son útiles, pueden ser equivocados, una simple fantasía del que investiga, una mera coincidencia de algunas palabras. Para que estos temas puedan ser utilizados como elementos de comparación en una homeopatía tan profunda, deben adquirir significado antropológico, deben poder integrarse dentro de una visión del hombre en su drama. No pocas veces he visto a principiantes (y no tan principiantes) enumerar en el estudio de una patogenesia temas sin la menor utilidad y sin el menor sentido. Tal vez una persona que haya profundizado algo más en la naturaleza humana pueda, de entrada, elegir los temas adecuadamente, pero siempre necesitará situarlos en el terreno en el cual el sufrimiento se genera, el hombre en el mundo, para adquirir su últimos significados; quedarse en la superficialidad del enunciado de los temas, por muy bien elegidos que éstos resulten, comporta el mismo peligro que quedarse en el enunciado de los síntomas, a saber que, llegado el decisivo momento de la consulta, el paciente no nos los diga con las palabras con que nosotros los hemos formulado, y no podamos entenderlo.
Una vez establecida la hipótesis de cuál puede ser el drama metafísico que resume el sufrimiento de tal determinado remedio, nos aguarda el trabajo de explicar, con base en esa hipótesis, todos y cada uno de los temas y todos y cada uno de los síntomas significativos del remedio. Para esta tarea nos ayudamos de los conocimientos a los que podamos recurrir, especialmente la simbología, la lingüística y la sabiduría popular, todo ello en el marco de la antropología escolástica, naturalmente. Si la hipótesis es acertada, debe poder explicar a plena satisfacción de cualquiera la totalidad de la patogenesia. La experiencia demuestra que estas explicaciones adquieren tal grado de evidencia que suele arrancar exclamaciones de asombro y alguna que otra risa nerviosa.
Ahora tenemos unos temas, que generalmente son muy pocos, en ocasiones sólo uno, tenemos un hipótesis sobre cuál ha podido ser el sufrimiento básico manifestado en la patogenesia, y que es de índole metafísica
[5], y hemos podido explicar con dicha hipótesis la totalidad de la patogenesia, dinámica miasmática incluida. Debemos pues comprobar su utilidad clínica. Para ello será necesario que con los síntomas del paciente realicemos un trabajo análogo hasta que podamos descubrir en su sufrimiento un significado central que explique todo lo demás y que sea semejante al significado que exhibe un determinado medicamento. Generalmente si ello es posible, también lo será establecer la semejanza de los síntomas, y podremos hacer la prescripción con todas las garantías: semejanza de los síntomas repertorizables, semejanza de los temas y semejanza del drama metafísico, del núcleo de sufrimiento, de la
psora primaria. Siguiendo un caso así podremos verificar que la curación comporta, además de la desaparición del cuadro clínico que trajo al paciente a la consulta, la desaparición también de ese sufrimiento radical que (como hipótesis) habíamos establecido en la base de todo el edificio morboso.
[1] Alfonso Masi Elizalde.
Concepto de enfermedad y curación. Actas del Instituto Internacional de Altos Estudios Homeopáticos “James Tyler Kent”. Nº 1 al 7.
[2] Huelga decir que, en esta imputación de la enfermedad al Pecado Original, Masi no hace (como él mismo lo señala) sino ponerse a la cola de una larguísima tradición religiosa, filosófica y médica, que también han compartido explícitamente, como no podía ser de otro modo, muchos de los grandes clásicos de la homeopatía. Por otra parte, desde un punto de vista puramente clínico, el concepto de
psora primariaconstituye el núcleo de la comprensión de la enfermedad psicosomática. La expresión “psora primaria” es original de Masi y, al contrario de lo que algunos piensan, jamás fue utilizada por Hahnemann. Denomina una profunda sensación de sufrimiento, una angustia sin referencias, un desasosiego casi inconsciente, que el método puede, hasta cierto punto, objetivar y relacionarlo con el conjunto de la enfermedad, reconociéndolo como su causa.
[3] Las relación del autor con el concepto hahnemanniano de “miasma crónico” se ha deteriorado mucho en los últimos años. A este respecto, cfr.
Fundamentos de nosología homeopática. Dilema, 2004. “Los errores de Hahnemann en la teoría de los miasmas crónicos”, pp. 237-245.
[4] Al hilo del concepto de “imprevisión” “imprudencia”, es dado recordar que un drama análogo queda recogido en el mito de Prometeo y Epimeteo.
[5] El drama metafísico representa, en última instancia, una equivocada relación del hombre con Dios. Hablando con propiedad, desde el punto de vista de Masi (que es un punto de vista religioso) debería llamarse “drama espiritual”.