Crítica sucinta de 'Fundamentos de Nosología Homeopática' del Dr. Emilio Morales Prado



En general, mi impresión es que un intento siempre loable de aportar luz a la práctica homeopática añade todavía más confusión, al menos a mí me ha aclarado poco.
He tardado varios años en decidirme a publicar esta crítica por el cariño que le tengo al autor y porque, aunque sabiendo que compartimos el (cruel) arte de la crítica (despiadada), también sé que no siempre su efecto es el que uno pretende y podemos herir susceptibilidades, dejando huellas difíciles luego de curar. Pero al releerla ahora, tengo la sensación de que el paso del tiempo le ha conferido cierta solidez, y la argumentación prevalece pudiendo dar pie a una sana discusión; al menos eso espero y deseo.

Primero, algunos comentarios críticos sobre las observaciones clínicas de Hahnemann, por ejemplo el caso típico del chancroide, no son en absoluto originales, cosa que el autor no deja claro, con lo que parece adjudicárselas como observación propia (Pierre Schmidt en su traducción de las Enfermedades Crónicas al francés ya apuntaba este extremo); también es el caso de la equivalencia enfermedad miasmática igual a enfermedad infecciosa, teoría que ya mantuvo en su momento Margaret Tyler. Para aventurarse a una revisión crítica de las características que pretende Emilio uno debe conocer a fondo todo lo dicho sobre el tema anteriormente para no autoadjudicarse una originalidad de la que se carece.

Emilio se basa en las observaciones clínicas clásicas para definir las lesiones específicas de cada enfermedad, sin tener en cuenta estudios actuales que dejan un gran margen de duda sobre los diagnósticos clásicos. Por ejemplo, el diagnóstico de las úlceras genitales (principalmente herpes genital, sífilis y chancroide) no es ni mucho menos específico, arroja falsos negativos y no se llega a un diagnóstico definitivo (algunos estudios demuestran la falta de diagnóstico en un cuarto y hasta la mitad de los pacientes). Además la imagen típica del chancro indurado e indoloro de la sífilis se puede encontrar en poco más del 30% al 50% de los casos, según los diferentes estudios y a partir de la revisión de los libros de texto de venereología. Todo ello conduce a la conclusión (conclusiones propias de esos estudios) que es muy difícil llegar al diagnóstico clínico de estas enfermedades venéreas, considerando incluso que el chancro "clásico" es una lesión "atípica".
Otro dato curioso de la evolución natural de la sífilis sin tratamiento es que las manifestaciones de la sífilis secundaria, que aparecen habitualmente de 6 a 8 semanas tras la curación del chancro, en el 15% de los pacientes aparecen cuando el chancro sigue persistiendo. (Harrison on line, chapter 174).

También incurre en errores al valorar la sycosis de Hahnemann; Hahnemann parece utilizar el término "gonorrea" como sinónimo de uretritis, pues habla de gonorreas de distintos tipos, asociando la enfermedad condilomatosa (sycosis) a un tipo de gonorrea determinada (crónica), diferente de otras gonorreas (agudas). Según estudios recientes resulta que la asociación clínica de gonorrea con condilomas es relativamente frecuente.

Hasta donde yo he podido estudiar y revisar el tema de las enfermedades crónicas venéreas de Hahnemann, he llegado a las hipótesis de que la sycosis de Hahnemann podría equipararse a la actual "enfermedad papilomatosa (condilomatosa)", cuyo vector es el virus del papiloma humano, que puede desarrollarse y afectar a distintas partes del organismo; mientras que la syphilis de Hahnemann sería la actual "enfermedad ulcerosa venérea", que incluye al menos cinco enfermedades venéreas capaces de producir úlceras, siendo las más frecuentes la sífilis, el chancroide y el herpes virus. Pero no me atrevo, al menos por ahora, a postularlo abiertamente, lo considero todavía en fase de estudio, y quizás se quede siempre en esa fase.

Lo que me ha parecido más interesante de la tesis es el apartado (4.6.)"Todo el progreso de nuestra escuela", donde aborda la cuestión de los efectos primario y secundario, y donde sí aporta alguna originalidad al apuntar la valoración de la semiología en función del impacto de la noxa, que desarrolla en (4.9.1.), aunque con errores demasiado importantes, como las formas básicas de reacción ante una noxa, que son tres (hipotrofia, hipertrofia y distrofia) y no dos (hipotrofia e hipertrofia) como él señala, y que son precisamente el punto de partida de la reflexión teórica de Proceso S. Ortega tomando como referencia las tres formas elementales de reacción celular: la huída (hipo), el ataque (hiper) y la parálisis (dis), que aplica a la dimensión energética: hipoergia, hiperergia y disergia; concepción que se entiende bien con los conceptos actuales de la Inmunología (apartado (4.9.5.), donde Emilio olvida la referencia a Ortega, ¡como a tantos otros autores predecesores suyos!).

No quiero entrar a valorar el tema de la psora, pues aunque la hipótesis de Hahnemann es discutible desde un punto de vista de definición de la patología desde la perspectiva de la Patología médica moderna, podría considerarse una hipótesis funcional desde una perspectiva terapéutica, que suponga un análisis de los hechos clínicos con vistas más a su curación que a un diagnóstico pormenorizado, teniendo siempre presente el primer parágrafo del Órganon. Claro está, el trabajo de Emilio se centra precisamente en la definición de la enfermedad como intento de encontrar lo "digno de curar", sin embargo en ese intento, más diagnóstico que terapéutico, parece olvidar por el camino la frase hahnemanniana que le motiva: "el conocimiento de aquello que debe ser curado en las enfermedades", no dice pues, "el conocimiento de las enfermedades" a secas. Es decir, soy más partidario de utilizar la hipótesis de Hahnemann y ponerla a prueba en la práctica para comprobar si funciona, que empecinarme en pulir el planteamiento teórico. Sin olvidar que el intento de Hahnemann de agrupar toda la patología en tres grandes grupos tiene antecedentes tradicionales (la teoría de la tridosha ayurvédica, la teoría humoral hipocrática, los 3 principios alquímicos-mercurio, azufre y sal) que sugiere la necesidad de una valoración no exclusivamente racionalista del tema (el subtítulo del libro reza ‘Lo racional en la homeopatía ortodoxa’).

Me ha resultado interesante conocer al autor psicológico Paul Diel, en relación a adjudicar a la imaginación el origen de la enfermedad, que vuelve a no ser nada nuevo, el mismo Masi lo sostenía como dice Emilio, también Sankaran a partir de sus referentes espirituales hindúes; yo también recuerdo haber leído algo al respecto de Ibn Arabi, pero no sé dónde.

La digresión que empieza con el apartado (4.12.) sobre especificidad e individualidad me parece bastante confusa. Existen otros autores que han expuesto la clasificación de las enfermedades extraídas del Órganon de Hahnemann con bastante mayor claridad, entre ellos el mismo Kent en su Conferencia V o George Demangeat en los Cahiers Hahnemanniens, 18ème. série, nº8. Aumenta más la confusión al incorporar nueva terminología, como 'enfermedades secundarias', 'enfermedad remanente', 'síntomas remanentes', a la clásica homeopática conocida por todos.

El esquema nosotáxico que propone en su conclusión 9 y los criterios de elección de síntomas de la conclusión 10 no aparecen suficientemente claros en su exposición como para considerarlos una propuesta funcional practicable excepto por él mismo. Los casos clínicos descritos no aclaran tampoco su utilización práctica.

En resumen, me da la impresión que al autor su habilidad hipercrítica le ofusca a la hora de valorar con más ecuanimidad las hipótesis de Hahnemann, descartando algunas tras un análisis superficial, que precisarían como mínimo de mayor profundización. Espero que en mi crítica no adolezca de lo mismo.


Nota:  la lectura y los comentarios se hicieron en su momento sobre la tesis no publicada, por lo que las referencias numéricas de apartados y conclusiones pueden no concordar (no lo he verificado en el libro publicado)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues bravo, Isidre, por decidirte a publicar tu comentario crítico sobre esta obra de Emilio. En estas y otras cosas, más vale tarde que nunca. La delicada justificación con que la presentas, su aceptable tono afectivo predispone a un amistoso intercambio de comentarios.

Emilio, seguro, la encajará debidamente y, cumplidor como es, firme pero igualmente delicado cuando hay que serlo, no demorará su respuesta. A ninguno de los dos os tengo por críticos crueles ni despiadados. Pero sí os cabe la satisfacción de que, cuando tenéis que decir algo, lo decís, así sea expresar vuestra conformidad o vuestra disconformidad. Si, expresando vuestra opinión, tenéis que romper el adocenado silencio que, en ocasiones, ensordece (por el mecanismo de la atrofia acústica por desuso) el ambiente homeopático, lo hacéis. Y yo me alegro por ello.

Porque la crítica constructiva, desde el tono afectivo adecuado, es uno de los motores de la evolución en cualquier ámbito. Y en la homeopatía domina a tal punto la aceptación acrítica de cualquier propuesta, por sensacionalista o disparatada que pueda ser, que la crítica, cuando aparece, es como un poco de maná en el desierto.

Así que, hagan juego, señores.

Y una ronda de maná para todos.

Dr. Isidre Lara i Llobet dijo...

El autor del anterior comentario me indica expresamente que ponga su nombre, pues no ha sido su intención el anonimato, es el Dr. Marino Rodrigo. Gracias por tu comentario, Marino.

Dr. Isidre Lara i Llobet dijo...

Ahí va la respuesta (en varias partes, porque el blog no permite un comentario tan largo) de mi querido amigo, el autor, Emilio Morales, que en breve procuraré responder a mi vez:

Querido Isidre, en primer lugar quiero agradecerte que le dediques tu tiempo y tu esfuerzo a mi libro, especialmente después de tantos años de publicado, cuando seguramente ya nadie se acordaba de su existencia. Aunque sea para analizarlo de manera hipercrítica, por emplear tu propia expresión. Tú mismo lo apuntas: a ambos nos encanta la crítica. Por eso me veo en la necesidad de disentir de algunas de tus observaciones.

Iré primero a lo más importante y posiblemente lo más grave. Me acusas de plagio y/o ignorancia por no citar las opiniones de P. Schmidt y M. Tyler con respecto a la naturaleza del chancro o de las enfermedades miasmáticas. No sólo estos autores, sino muchos otros antes que ellos hicieron las mismas o parecidas observaciones sobre las enfermedades crónicas de Hahnemann. Si Schmidt o Tyler no citasen a todos esos autores, ¿los llamaríamos plagiarios? No. ¿Por qué? Porque las mencionadas observaciones ni son datos experimentales obtenidos por otros ni son teorías propias de otros, sino sencillos razonamientos clínicos al alcance de cualquier médico. No es preciso hacer mención de alguien que dijo lo que es evidente. Si así fuera, cada vez que un escritor hable del verdor de un bosque debería citar a todos los que lo hicieron antes que él. La intención de todo este capítulo es sencillamente mostrar que los miasmas son, en su conjunto y en muchos de sus detalles, el error de un Hahnemann anciano forzado por las circunstancias. ¿Se podría haber conseguido con otros razonamientos mejores que los míos? Sin duda, pero el final habría sido el mismo.

Al hilo de esto, aportas interesantes datos sobre venereología cuyo contenido me ha ilustrado mucho, pero que no cambian lo esencial: las ideas hahnemannianas sobre las enfermedades crónicas son erróneas y tenemos que ponernos las pilas. Lo han dicho muchos antes que yo, de hecho, comenzaron a decirlo en cuanto se publicó Enfermedades crónicas (esto sí que lo reseño en Fundamentos de nosología homeopática) y lo seguirán diciendo. Mientras tanto, muchos homeópatas se obcecan y siguen trabajando como si los miasmas fuesen conceptos inviolables y como si el tiempo no hubiese transcurrido.

Donde me atribuyes errores, no hay mucho que discutir. Es tu opinión y puede ser acertada en algunos casos, ¿quién no yerra?

Me alegra haberte aportado algo de positivo al darte a conocer a Diel. Por cierto, él no cita en sus obras a Ibn Arabi.

Dices que “la digresión sobre especificidad e individualidad” te parece bastante confusa. Querido amigo, me veo obligado a hacerte una pregunta: ¿la has leído?

Que otros autores hayan hecho mejor que yo el extracto de la nosotaxia de Hahnemann, es algo que no pongo en duda, estoy seguro de que habrá sido así.

Con respecto a la nueva nomenclatura que propongo, la considero necesaria, está bien explicada y resulta muy útil. Debe ser entendida en el contexto del propio libro, claro.

Lo que sí resulta bastante confuso es el párrafo de tu artículo que comienza “No quiero entrar a valorar el tema de la psora”. Tal vez podrías aclarármelo.

Estoy de acuerdo, porque lo he constatado, en que algunas personas no llegan a comprender del todo el razonamiento sobre nosología y semiología propuesto en el libro. Eso se debe, por un lado a la complejidad del tema y por otro a que en homeopatía cualquier línea argumental que abordemos tiene que desarrollarse a la vez en varios frentes. Cuando he tenido ocasión, he recomendado que lo lean dos veces. Eso permite al lector atar cabos y comprender lo que en una primera lectura puede resultar oscuro.

Dr. Isidre Lara i Llobet dijo...

Continuación del comentario anterior (2ª y última parte) del Dr. Emilio Morales:

Estoy de acuerdo también en que el acceso a la práctica desde un libro que es sobre todo teórico, aunque sea factible, puede no resultar fácil en un primer momento. De hecho, me he planteado escribir una segunda parte, más práctica, con más casos clínicos (los propuestos eran sólo ejemplos con el fin de ilustrar ciertos aspectos particulares de mis aportaciones), pero hasta ahora es sólo un proyecto.

Concluyo con el único apartado en el que, según dices, has encontrado algo de positivo, a saber, “Todo el progreso de nuestra escuela”. Me ha causado tanta satisfacción tu beneplácito que no quiero enturbiarla discutiendo esos “errores demasiado importantes” que me atribuyes. Sólo te diré que te equivocas en una cosa: no me olvidé de Sánchez Ortega.

Con todas sus carencias, este libro puede ahorrarle al principiante muchos años de idas y venidas por entre las falacias y mistificaciones de un método que ha soportado (y aún soporta) tantos atrevimientos originales a lo largo de dos siglos: ahorrarles, digo, los mismos años que yo invertí en librarme de tales falacias. Y lo cierto es que algunos colegas me lo han confirmado: a ellos les sirvió.

Igual que cualquiera, a veces me ofusco, pero la ofuscación suele durarme poco. Fundamentos de nosología homeopática fue escrito a lo largo de muchos años y resulta inverosímil que estuviese ofuscado tanto tiempo. Por eso te ruego que rectifiques en ese punto, porque al atribuirme, en mi opinión alegremente, ese estado psicológico, pones a cero mi credibilidad.

No quiero despedirme sin volverte a agradecer tu crítica a mi libro Fundamentos de nosología homeopática, que sin duda contribuirá a su mayor difusión y conocimiento por parte de los homeópatas.

Recibe el más cordial de los saludos de tu compañero,
Emilio Morales