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El linchamiento del Dr. Wakefield


El 6 de enero de este año 2011, el diario Público publicó un artículo titulado “El timo de la vacuna que nunca provocó el autismo”. Poco después, el diario El Mundo sacaba dos artículos simulares: “El fraude que relacionó vacunas y autismo” y “El fraude de las vacunas y el autismo se organizó por dinero”.  Ambos periódicos reproducían imputaciones falsas sobre el Dr. Andrew Wakefield, lo que les hace partícipes del linchamiento público al que está siendo sometido un experto y entregado gastroenterólogo académico, y de la descalificación de un artículo científico de relevancia histórica del que el Dr. Wakefield fue coautor en 1998. El caso es complejo y abarca 15 años; el resumen siguiente intenta explicar sus fundamentos.

A finales de los 80 y durante los 90, el Dr. Wakefield trabajó en la Facultad de Medicina del Royal Free Hospital, donde creó un nuevo departamento de gastroenterología con la intención de que el hospital se convirtiera en un centro de excelencia de la medicina gastroenterológica. La línea de investigación que el Dr. Wakefield y sus colaboradores empezaron a desarrollar, y sobre la que publicaron numerosos trabajos, tenía que ver con las posibles causas y mecanismos de la enfermedad intestinal inflamatoria, incluido un posible papel causal del virus del sarampión.

En 1988 se lanzaron en Gran Bretaña tres marcas de la vacuna triple vírica. En 1992, dos de estas marcas que contenían la cepa urabe para las paperas fueron retiradas del mercado después de que hubiera habido graves reacciones adversas. En 1993-94, una serie de padres de niños con graves problemas intestinales acudieron al Royal Free Hospital (RFH). La mayoría de estos padres asociaron los repentinos y muy graves problemas de sus hijos con la triple vírica. El Dr. Wakefield, preocupado por estos casos, se puso en contacto con el responsable de Vacunas e Inmunización de Gran Bretaña para solicitarle una reunión. Habían transcurrido más de 5 años cuando fue finalmente atendido.

Los niños que eran derivados al Royal Free Hospital, además de tener graves problemas intestinales, habían retrocedido y desarrollado trastornos del espectro autista después de un periodo de desarrollo normal. El cuidado clínico de estos pacientes estaba en manos del profesor Walker-Smith, un eminente gastroenterólogo pediátrico que el Dr. Wakefield había incorporado al RFH. Las pruebas, que variaban en función de cada paciente, mostraron que estos niños sufrían de una inflamación entre leve y moderada del intestino grueso, acompañada de la hinchazón de las glándulas linfáticas de la pared intestinal. Elaboraron un plan de atención clínica para cada niño, pero, incluso después de las distintas pruebas, los médicos del RFH no pudieron obtener una imagen clara de las causas. En 1995-96 decidieron publicar un artículo sobre los casos de los 12 primeros niños que recibieron tratamiento; este artículo fue preparado por el Dr. Wakefield, supervisado por otros 12 autores y enviado a Lancet, una revista médica en la que Wakefield había publicado otros artículos evaluados por especialistas.

A finales de 1996 tuvieron lugar otros dos eventos importantes. En primer lugar, el Dr. Wakefield, el Dr. Walker-Smith y un colega, el Dr. Simon Murch, solicitaron el permiso del comité de prácticas éticas del hospital para realizar un estudio con otros 25 niños. El permiso les fue concedido (aprobación 172/96) y se les especificó un protocolo que determinaba, entre otros procedimientos, el perfil de los pacientes, el modo en que se admitirían al estudio, las pruebas que podían realizarse y una fecha de inicio del estudio de diciembre de 1996. En segundo lugar, se pidió al Dr. Wakefield que ejerciera de perito en nombre de las familias que estaban en trámite de demandar a tres fabricantes de vacunas por los daños ocasionados por éstas y el autismo resultante de sus hijos. El abogado había decidido centrarse en el grupo de niños autistas que también tenían síntomas de enfermedad gastrointestinal, lo que hacía del Dr. Wakefield el experto lógico. Al igual que sucede con todos los casos civiles de “interés público” en Gran Bretaña, los casos de los daños por vacunas estaban financiados por el Consejo de Asistencia Jurídica (Legal Aid Board - LAB) el cual aceptó financiar las investigaciones médicas requeridas para respaldar el caso. Las primeras cantidades aportadas por el LAB fueron entregadas al abogado, que luego las remitió al RFH para continuar las investigaciones; de hecho, sólo se iniciaron los aspectos académicos de estas investigaciones, algunas realizadas fuera del hospital. Al final, el estudio con la aprobación ética 172/96 no se realizó y el caso legal no llegó a los tribunales; sin embargo, ambas cosas iban a desempeñar un papel fundamental en los eventos que tuvieron lugar una década más tarde.

En 1998, el artículo sobre la serie de casos preparado por el Dr. Wakefield y firmado por él y otras 12 personas se publicó en Lancet con el título “Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children” (“Hiperplasia ileal linfoide nodular, colitis no específica y trastorno del desarrollo generalizado en niños”). Fue uno de los primeros documentos que demostraban la patología intestinal en los trastornos del espectro autista (TEA), un hallazgo que ha conducido al descubrimiento de que los problemas gastrointestinales son comunes en niños autistas y que su tratamiento en pacientes con TEA puede producir una mejora tanto de los síntomas gastrointestinales como de los del autismo. Por otro lado, el documento proponía una hipótesis: que puede haber un subconjunto de niños vulnerables, por razones inmunológicas, al retroceso en el desarrollo, en combinación con una forma nueva de enfermedad intestinal inflamatoria; además, que este retroceso podría desencadenarlo la exposición a una vacuna que contiene sarampión.

El artículo de 1998 declara específicamente: “No hemos probado una asociación entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola, y el síndrome descrito [TEA]” (1) . De hecho, la vacuna triple vírica sólo se introdujo en el artículo porque algunos padres percibieron una asociación entre los dos eventos, algo de lo cual los autores del artículo estaban obligados a informar. No obstante, en la rueda de prensa que acompañó a la publicación del artículo, un periodista preguntó al Dr. Wakefield qué deberían hacer el gobierno y los padres. El Dr. Wakefield aconsejó cautela y propuso que se utilizaran las vacunas individuales, que aún estaban disponibles en aquella época, en lugar de la triple vírica, con el fin de disponer de tiempo para realizar nuevas investigaciones. Los medios de comunicación populares tradujeron la opinión personal de Wakefield como “Un artículo de Lancet asegura que la triple vírica causa autismo” y esta interpretación errónea, tan “conveniente” para las empresas farmacéuticas y al gobierno, se ha perpetuado desde entonces.

No obstante, como el uso de la triple vírica estaba disminuyendo constantemente como resultado de la alarma causada por la cepa urabe de las vacunas contra las paperas (2), todas las instituciones implicadas en el programa de la triple vírica –el gobierno británico, el Servicio Nacional de Salud, la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica (ABPI) y la Asociación Médica Británica (BMA) se vieron obligadas a reaccionar y el Dr. Wakefield sintió las consecuencias inmediatamente. Los fondos para su investigación se agotaron y el Royal Free Hospital rehusó renovar su contrato como investigador. Sin ninguna perspectiva de encontrar un puesto de investigación en Gran Bretaña, el Dr. Wakefield se trasladó a los Estados Unidos en 2001. La conexión entre la serie de casos y la triple vírica y el autismo fue criticada sistemáticamente, sobre todo a la luz de estudios de poblaciones grandes, ampliamente difundidos, que demostraban que no había ninguna conexión entre el uso de la triple vírica y todos los casos de autismo – una hipótesis que Wakefield nunca había propuesto en 1998. Llegados a este punto, sin embargo, aún se podían oír las voces de científicos con reservas sobre la seguridad de la triple vírica y las de padres de niños autistas. Pero incluso este mínimo debate estaba a punto de desaparecer.

En 2003 se retiró la asistencia jurídica a las 1.500 familias que estaban demandando a los fabricantes de vacunas, lo que puso fin al litigio. En febrero de 1994, Brian Deer, colaborador habitual del Sunday Times, publicó un artículo titulado “MMR Research Scandal” (“El escándalo de la investigación de la triple vírica”). Deer sostenía que el estudio de 1998 se había realizado de forma poco ética, que el Dr. Wakefield era deshonesto y corrupto y que había experimentado con los niños de la serie de casos de 1998 para perseguir sus propios fines de investigación. Hay pruebas (3) de que Brian Deer fue ayudado durante su investigación del Dr. Wakefield por la empresa Medico-Legal Investigations, una organización vinculada a la ABPI (4). El Secretario de Sanidad y el Primer Ministro exigieron una investigación y Deer ofreció sus “hallazgos” al Consejo General Médico (General Medical Council - GMC), el organismo regulador médico de Gran Bretaña. Ese mismo año, el GMC acusó oficialmente al Dr. Wakefield, además de al Dr. Walker-Smith y al Dr. Murch, los tres investigadores principales del estudio de 1998. Todas las acusaciones formuladas en el artículo del Sunday Times aparecían en los cargos del GMC, incluidas acusaciones totalmente disparatadas como la de que Wakefield había desarrollado una vacuna competidora de la triple vírica.

El artículo de Deer y la comparecencia de Wakefield ante el GMC fueron seguidas de una descalificación constante de la figura del Dr. Andrew Wakefield en la prensa y la televisión, lo que culminó en una vista Fitness to Practice (Aptitud para ejercer), la más larga y cara de la historia del GMC. Esta vista empezó en 2007 y acabó en 2010 con la condena del Dr. Wakefield y el Dr. Walker-Smith por mala conducta profesional, la retirada de sus licencias para ejercer y la retractación del artículo de 1998 por parte de Lancet.

¿Cómo fue posible esto? La acusación argumentó que la serie de casos recogidos en el artículo de Lancet era, de hecho, el estudio de investigación para el cual el Dr. Wakefield, el Dr. Walker-Smith y el Dr. Murch habían recibido la aprobación ética en diciembre de 1996; esta aprobación había establecido un estricto protocolo que la serie de casos no cumplía. El jurado del GMC, sin ofrecer ninguna explicación, aceptó la propuesta de la acusación y, en consecuencia, el Dr. Wakefield y el Dr. Walker-Smith fueron hallados culpable de admitir a siete niños antes de la fecha de inicio de diciembre de 1996, de investigar su estado sin la aprobación del comité ético, y de mentir cuando declararon en el artículo de Lancet que habían recibido el consentimiento del comité ético (5). En el caso de los 12 niños en conjunto, fueron hallados culpables de no observar los criterios de inclusión 172/96, de mantener comunicaciones impropias con los padres o médicos de los sujetos del estudio, y de llevar a cabo intervenciones que no estaban permitidas en el estudio de acuerdo con el protocolo 172/96 ó justificadas por sus síntomas clínicos. Como se habían entregado al abogado, a finales de 1996, las primeras cantidades de dinero de la asistencia jurídica (destinadas para las futuras investigaciones del Dr. Wakefield en nombre de los litigantes por los daños de las vacunas), la acusación argumentó también, y el jurado lo aceptó, que el Dr. Wakefield tenía un conflicto de intereses que debería haberse declarado en el artículo de Lancet de 1998.

El Dr. Wakefield sigue siendo atacado. La última ofensiva procede de la Asociación Médica Británica, la cual está publicando en su revista oficial una serie de tres artículos en los que Brian Deer repite acusaciones ya formuladas antes, como la de que el Dr. Wakefield cambió la información de los historiales médicos de los 12 niños y amañó los resultados de las pruebas. Ninguna mención se hace de que los hallazgos del estudio de 1998 hayan sido reproducidos en ocho estudios posteriores (6), ni de que la Academia de Pediatras de Estados Unidos recomienda ahora que se haga una evaluación exhaustiva cuando las familias informen de síntomas gastrointestinales en sus hijos con TEA (7).

Bibliografía
Buie, T., et al “Evaluation, Diagnosis, and treatment of gastrointestinal disorders in individuals with ASDs: a consensus report” Pediatrics 2010; 125,S1-S18
Brian Deer (2011) “How the case against the MMR vaccine was fixed” British Medical Journal 5 Jan 2011, BMJ 2011; 342:c5347
Cry Shame “How the GMC framed Doctors Wakefield, Walker-Smith and Murch” www.cryshame.co.uk
Público, 6 enero 2011 “El timo de la vacuna que nunca provocó el autismo” http://www.publico.es/
El Mundo, 7 enero 2011 “El fraude que relacionó vacunas y autismo”, 12 enero 2011 “El fraude de las vacunas y el autismo se organizó por dinero” http://www.elmundo.es/
GMC Fitness to Practise Panel Hearing, 28 de enero de 2010 http://www.gmc-uk.org/static/documents/content/Wakefield__Smith_Murch.pdf
González, L. et al., “Endoscopic and Histological Characteristics of the Digestive Mucosa in Autistic Children with gastro-Intestinal Symptoms“. Arch Venez Pueric Pediatr, 2005;69:19-25.
Martin J Walker Ed. (2008) Silenced Witnesses – The Parent’s Story Vol 1 & Vol 2. Ed. Slingshot Publications
Martin J Walker (2009) “The Complainant – Brian Deer, the ABPI, Medico-Legal Investigations, and Dr Andrew Wakefield” Medical Veritas 6 2077-2092
Martin J Walker (2010) The Great Pretender – Brian Deer’s Wakefield Soap Opera
Sunday Times, 4 de diciembre de 2010
Wakefield A.J., et al. Inflammatory Bowel Disease Study Group, Royal Free Hospital, London. “Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children”. The Lancet (1998), 351 (9103): pág.641
Wakefield A.J (2009) “That Paper” The Autism File Issue 33, págs. 8-42

Referencias
1. Wakefield A.J., et al. Inflammatory Bowel Disease Study Group, Royal Free Hospital, London. “Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children”.  The Lancet (1998), 351 (9103): pág.641
2. NHS immunisation Statistics, England:1997-1998, Dept of Health, Table 5 Completed Primary Course, 1989 to 1997-98, p.9. Quoted “Silenced Witnesses Vol 2” Slingshot Publications, pág.18
3. M.J.Walker Medical Veritas 6 (2009) “The Complainant – Brian Deer, the ABPI, Medico-Legal Investigatinos and Dr. Andrew Wakefield” pág.2086
4. Desde 2001 la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica (ABPI) designa dos miembros del consejo de Medico-Legal Investigations. M.J.Walker ibíd pág. 2087.
5. Los estudios de casos no requieren de consentimiento ético, ya que describen las pruebas y el diagnóstico que necesita el paciente clínicamente para su tratamiento. No obstante, el Dr. Walker-Smith había solicitado y recibido la aprobación del comité de prácticas éticas del hospital en septiembre de 1995 (aprobación 162/95) para tomar dos muestras adicionales con fines de investigación al llevar a cabo las pruebas clínicas necesarias en cualquier de sus pacientes. Ésta es una práctica habitual para los investigadores de hospitales.
6. Para una lista completa, véase Age of Autism http://www.ageofautism.com/2011/02/email-the-bmj-editor-asking-these-questions-re-andy-wakefield-editorial.html. Lo más fácilmente accesible para personas de habla hispana es González, L. et al., “Endoscopic and Histological Characteristics of the Digestive Mucosa in Autistic Children with gastro-Intestinal Symptoms“. Arch Venez Pueric Pediatr, 2005;69:19-25. 7. Buie, T., et al “Evaluation, Diagnosis, and treatment of gastrointestinal disorders in individuals with ASDs: a consensus report” Pediatrics 2010; 125,S1-S18


Autora: Catherine Chaplin. Liga para la Libertad de Vacunación.
La autora desea dar las gracias a Martin J. Walker por sus valiosos comentarios al escribir este artículo.

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