Muchos años han transcurrido (casi tres generaciones) desde aquella polémica entre los doctores Azpeitia y Díez de Ulzurrun a raíz de un artículo en este mismo periódico del primero en contra de la homeopatía. Más de 60 años después resurge el mismo asunto ante la opinión pública, y uno se pregunta: ¿qué quedan de los “sólidos argumentos científicos” de la época que supuestamente invalidaban la homeopatía?
Sin ningún ánimo por mi parte de perpetuar una polémica por sí misma autolimitada, pero en necesaria réplica por alusiones directas al escrito del Sr. Armentia sobre “la homeopatía y lo científico” yo quisiera que la opinión pública tuviera la humilde opinión de un médico homeópata con once años de estudios en homeopatía, que, tal como se ha dicho, algo tendrá que decir respecto de esta detractada especialidad terapéutica.
¡Qué lejos desecharía yo una terapéutica que tanto le cuesta al médico asimilar antes de poderla aplicar con éxito a sus enfermos; que tanto cuestiona en su teoría y en su práctica cómodos, fácilmente intercambiables y, por lo demás, respetables preceptos terapéuticos tradicionales; que ha de ser ejercida en precarias condiciones de reconocimiento social y científico, algo tan grato y estimulante para cualquier médico práctico! Con esfuerzos equivalentes y el general reconocimiento social y científico, dispone el licenciado de muchas especialidades médicas oficialmente reconocidas en las que desarrollar sus aptitudes. ¡Qué lejos…! si no fuera por las íntimas satisfacciones que reportan los beneficios para la salud de los pacientes y la conciencia serena del trabajo bien hecho.
La homeopatía no reconoce más base que la experiencia, y a ella remite a quien quiera y esté capacitado para investigarla. Es a partir de la pura experiencia que han surgido teoría, principios y técnicas de aplicación. El Sr. Armentia, procediendo en sentido inverso, pretende amoldar la experiencia a argumentos de moda, opiniones y supuestos, lo que resulta inaudito desde cualquier punto de vista auténticamente científico. En resumen, todo su imponente escrito de quince abultados párrafos y dieciocho alusiones a la ciencia no es otra cosa que una exposición de opiniones suyas o de terceros, en base a lo que ha leído (“un estudio holandés”), supone (“todos aquellos que escucharon sus palabras pudieron comprobar cómo merecía la pena oírle”, refiriéndose a una conferencia del Sr. Randi) o dogmáticamente afirma (“lo similar cura con lo similar no es en absoluto de utilidad en la medicina”), recopilando material y argumentos que validen su enfoque prejuiciado, en clara actitud sesgada y anticientífica. Opiniones y supuestos sobre un asunto que en lo esencial, esto es, en lo experimental, absolutamente ignora.
¡Cuánto podríamos debatir, en los foros adecuados, a cerca de las imperfecciones y limitaciones del método científico y de la estadística aplicados a la medicina; del error conceptual y de método que supone aplicar el aludido ensayo clínico doble ciego a la hora de testar un solo medicamento homeopático, habida cuenta la imposibilidad de administrarlo en forma estandarizada! ¡Cuánto a cerca de las dificultades al aplicar este mismo tipo de ensayo al testar incluso medicamentos convencionales, dados los problemas que surgen en la práctica relativos a la definición de la entidad patológica contra la que se prueba el medicamento, a la selección de casos y su mantenimiento durante todo el ensayo, a la homogeneización de los grupos test y control, a su randomización y estratificación¡ No nos cuesta imaginar el resultado de pretender probar científicamente la existencia de bacterias utilizando telescopios.
Yerra el Sr. Armentia (por disculpable ignorancia o a sabiendas maliciosamente) al hablar del medicamento homeopático y de su dilución. Lo que hace homeopático al medicamento no es que esté diluido, sino su capacidad de producir síntomas semejantes a la enfermedad. La dilución es el recurso técnico que, repito, la experiencia y no ninguna teoría, ha mostrado útil para obtener mejores resultados terapéuticos. No todo efecto medicinal se reduce a la “química elemental” a la que alude este señor; en la naturaleza no todo se reduce a “moléculas compuestas de átomos”. Si por empecinamiento y coherencia con sus afirmaciones el Sr. Armentia se pusiera a ingerir medicamentos homeopáticos como si fueran “agua” se expondría a desarrollar síntomas que pueden producir, como ya se ha hecho miles de veces en voluntarios, al objeto de determinar sus indicaciones; aunque, llegado el caso, este señor siempre podría atribuirlo a autosugestión. O, si hace ascos a las diluciones, podría ingerir cantidades ponderables de arsénico, mercurio o plomo, seguirían siendo medicamentos homeopáticos. Sería una imprudencia, así que, por favor, que no lo haga.
Cuando alguien adopta la perspectiva del no puede ser al referirse a cosas que realmente son, acto seguido ha de invocar una o varias teorías para negar la realidad. Y en la ciencia las teorías no se desarrollan para negar realidades, sino para intentar explicarlas. Puede el Sr. Armentia tirar por la borda la teoría de la “memoria del agua”; con ello ni invalida ni confirma la homeopatía. No confundamos, estimados conciudadanos, un hecho positivo con un intento (científico, para más inri) de explicarlo; no confundamos la realidad con la ciencia, ni al científico que hace con el divulgador que habla de ciencia.
En fin, que toda esta polémica suscitada a partir de los repentinos, furibundos y hasta insultantes ataques de los Sres. Randi, Toharia y Armentia no versa en realidad sobre la homeopatía sino, en todo caso, sobre la (a pesar de sus esfuerzos) incapacidad de la ciencia, al parecer irritante para algunos, de dar cumplida respuesta a aspectos de la homeopatía que, como tal ciencia, le corresponde dilucidar. De hecho, auténticos científicos siguen trabajando en ello. Si a estos señores les irrita la falta de “argumentos científicos” de la homeopatía, que se lo reprochen a la ciencia, no a los médicos homeópatas. No olvidemos que no todo en medicina se reduce a la sacrosanta ciencia.
Vemos repetirse en una historia ya bicentenaria que personas tan inteligentes o más que estos señores, tan amantes de la ciencia o más que ellos, y con tanta o mayor animadversión inicial hacia la homeopatía han recurrido a ella llegado el momento, como pacientes o como médicos, sin por ello renunciar a nada, antes bien al contrario. Pues sabido es que el progreso en medicina se produce no en las charlas y entrevistas de divulgación científica, no en las descalificaciones y en las verdades a medias, ni tampoco en lo que cree o deja de creer este individuo o aquél respecto de tal o cual aspecto de la medicina. El progreso se produce en la observación cuidadosa y sistemática de la realidad clínica, en el contraste de métodos y resultados entre profesionales sanitarios (en sesiones clínicas, congresos, bibliografía, etc.), en los laboratorios y centros de investigación y, sobre todo, en la cabecera del enfermo.
Atentamente,
Marino Rodrigo, Médico homeópata
Autor: Dr. Marino Rodrigo
Carta al Director. Diario de Navarra. Publicada el 27 de diciembre de 1993.
Mi enhorabuena a Marino por su impecable argumentación.
ResponderEliminarEmilio Morales