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Casos clínicos de HAHNEMANN

La investigación en un caso de enfermedad tan recortado y la elección de un remedio homeopático que le convenga se realizan con rapidez. Basta con un poco de práctica y tener en la memoria los síntomas de los medicamentos o saber encontrarlos fácilmente en el libro. Pero escribir lo narrado, con todas las razones en pro y en contra que el espíritu percibe y juzga en un instante, es, tal y como puede observarse, un trabajo largo y agotador. S. Hahnemann.- Casos ilustrativos de la práctica homeopática, en Escritos Menores. Caso Bry.de gastralgia (Casos ilustrativos de la práctica homeopática en Escritos Menores) S..., una mujer gruesa de cuarenta y tantos años y lavandera de profesión vino a pedir consulta después de tres semanas de encontrarse imposibilitada para ejercer su trabajo. 1º En cada movimiento, sobre todo cuando se levantaba y más aún cuando daba un paso en falso, experimentaba dolores fulgurantes a nivel del hueco del estómago que según ella se originaban en el costado izquierdo. 2º Se encontraba muy bien cuando estaba acostada; en esa situación no sentía dolor ni en el costado ni en el hueco del estómago. 3º Sólo podía dormir hasta las tres de la mañana. 4º Comía con gusto pero en cuanto había tomado el menor alimento, sentía náuseas. 5º Tenía hipersecreción salivar con eliminación al exterior. 6º Cada vez que comía sentía de inmediato revoltura de estómago, pero sin resultados. 7º Esta mujer tenía carácter violento, propenso a la cólera. Quedaba bañada en sudor en cuanto experimentaba dolores intensos. Quince días antes había presentado una regla normal. El resto era perfectamente normal. En lo que concierne al primer síntoma, la belladona, la quinina y el zumaque venenoso ocasionan pinchazos a nivel del hueco del estómago; pero ni el uno ni el otro los excitan únicamente cuando el sujeto se mueve, como sucede aquí. La pulsatilla también los produce si se da un paso en falso, pero raramente; y no ocasiona ni los mismos trastornos de la digestión que indican los síntomas 4, 5, 6, ni la misma predisposición moral. La bryonia es la única que origina dolores sobre todo lancinantes durante el movimiento. También origina pinchazos bajo el esternón cuando se levanta el brazo; pero también los provoca en otros puntos en cada paso en falso. El tercer síntoma lo cubren varios medicamentos, entre ellos la bryonia. El cuarto síntoma en lo que respecta a las náuseas tras haber comido, pertenece a varios medicamentos, el haba de San Ignacio, la nuez vómica, el mercurio, el hierro, la belladona, la pulsatilla y las cantáridas; pero es poco corriente, inconstante y raramente se acompaña de apetito, lo que sí sucede con la bryonia. En cuanto al quinto síntoma, existen varios medicamentos que producen sialorrea, al igual que la bryonia, pero no producen los demás síntomas que se presentaban en la enferma. La bryonia resultaba preferible a este respecto. Las arcadas sin vómitos tras haber comido (síntoma 6) son producidas por pocos medicamentos; ninguno los determina más a menudo y en mayor medida que la bryonia. El estado de ánimo es uno de los principales síntomas en las enfermedades y como la bryonia produce a este respecto fenómenos semejantes a los que presentaba la enferma, este medicamento, a partir de esta circunstancia, así como de la reunión de las precedentes resultaba preferible a cualquier otro como remedio homeopático. Ahora bien, como la mujer era muy robusta y por consiguiente la fuerza de la enfermedad debía ser bastante considerable puesto que originaba dolores que impedían absolutamente el trabajo, hice tomar una de las dosis homeopáticas más fuertes, una gota entera de jugo de bryonia sin diluir y le dije a la enferma que volviera a verme en cuarenta y ocho horas. le aseguré a uno de mis amigos, que estaba presente, que recobraría una salud perfecta en este tiempo, y él lo puso en duda. Al cabo de dos días este amigo volvió para conocer el desenlace; pero la mujer no se presentó. Sólo pude tranquilizarle dándole la dirección de esta enferma a la que fue a visitar de inmediato. Esta le dijo que ya al día siguiente había recobrado la salud y vuelto al trabajo. Caso Puls. de gastritis aguda (Casos ilustrativos de la práctica homeopática en Escritos Menores) Un hombre débil y pálido, de cuarenta y dos años, que pasaba su vida escribiendo, vino a verme a los cinco días de haber enfermado. 1º La primera noche, sin causa aparente, había tenido náuseas, vértigos giratorios y frecuentes arcadas. 2º La noche siguiente, hacia las dos, vomitó materias agrias. 3º Las siguientes noches presentó violentas arcadas. 4º El día de la consulta había vomitado materias de sabor fétido y desagradable. 5º Tenía la sensación de que en su estómago los alimentos estaban crudos y sin digerir. 6º Le molestaba la cabeza que sentía vacía y sensible por dentro. 7º El menor ruido le molestaba. 8º Su carácter era suave, tranquilo y paciente. Debemos destacar aquí: 1º Que algunos medicamentos originan vértigos con nauseas, como la pulsatilla que también origina vértigos por la noche, particularidad que sólo comparten unas pocas sustancias. 2º Que el stramonium y la nuez vómica excitan vómitos agrios y una secreción mucosa de olor ácido pero no durante la noche. La valeriana y la coque de levante hacen vomitar por la noche, pero no materias agrias. Solo el hierro origina vómitos por la noche que también pueden ser ácidos; pero no origina los demás síntomas que debían ser tomados en consideración: La pulsatilla no solo excita vómitos agrios por la noche y vómitos en general durante la noche, sino también los demás síntomas que presenta el enfermo. 3º La náuseas por la noche son característicos de este medicamento. 4º Los vómitos fétidos, pútridos, agrios, también le pertenecen. 5º Muchos medicamentos originan un sentimiento semejante al que produciría la presencia de materias indigestas en el estómago; pero ninguna lo hace de forma tan completa y llamativa como la pulsatilla. 6º Este síntoma lo produce la pulsatilla así como el haba de San Ignacio; pero esta no origina los demás. 7º La pulsatilla origina algo semejante al síntoma 7, así como un exceso de sensibilidad de los demás órganos de los sentidos, por ejemplo la vista. Aunque la hipersensibilidad al ruido se presenta también en la nuez vómica y en el haba de San Ignacio, estas sustancias la producen en menor grado y no desencadenan los demás síntomas. 8º La pulsatilla ofrece un estado de ánimo semejante. Por tanto el enfermo no podía curarse más fácilmente, con mayor certeza y de forma más duradera mediante ninguna sustancia que no fuera la pulsatilla. Se la prescribí de inmediato pero a causa de su debilidad le administré una dosis muy pequeña, es decir media gota de la cuatrillonésima parte de una gota del jugo exprimido. Tomó el remedio por la noche. Al día siguiente aquel hombre se sentía perfectamente, sus digestiones se habían normalizado y ocho días después, cuando le volví a ver, no se había repetido ningún síntoma. Caso Verat. de colicodinia (Un caso de colicodinia curado con rapidez en Escritos Menores) L--ie, un cajista de 24 años, delgado, pálido y de cara terrosa, había trabajado en la imprenta año y medio antes de venir a verme, y una vez había sentido de pronto un gran dolor en el lado izquierdo, por el que tuvo que guardar cama y que desapareció sólo después de varios días con remedios cotidianos. Sin embargo, desde entonces había conservado siempre una sorda sensación desagradable en el hipocondrio izquierdo. Unos meses después, una vez que se sobrecargó con una sopa dulce de cerveza con comino, le dio un cólico extraordinario que no podía describir de manera suficientemente desagradable, pero no obstante no podía decir si coincidía con la colicodinia que le siguió. Este ataque pasó esta vez, no sé por qué medio, pero él observó desde esta fecha que no podía tolerar determinados alimentos. El mal se agravó imperceptiblemente y la colicodinia tomó terreno sólido con síntomas decisivos. Los alimentos más peligrosos para él eran las zanahorias, todos los tipos de col sobre todo col blanca y col agria, y toda la fruta, en especial las peras. Si había sido lo suficientemente descuidado como para, después de un ataque provocado por esto, volver a comer algo de esta especie en el lapso de ocho días, la predisposición a ello aumentaba en tal forma que le era imposible, en una o dos semanas, tomar aunque fuera un poquitito, por ejemplo, de una pera, sin que le sobreviniera un violento ataque. El desarrollo de los ataques fuertes era el siguiente: Cuatro o cinco horas y media después de haber comido una substancia tal -pues mientras tanto se había sentido bien- se anunciaba un cierto movimiento arriba del ombligo; luego surgía de pronto, siempre en un sitio, un pellizco, como de unas tenazas, pero con el dolor insoportable que duraba aproximadamente medio minuto o uno entero, pero desaparecía repentinamente con un borborismo que se originaba cada vez y bajaba hasta la ingle aproximadamente hasta el ciego. Si se iba a agravar, se renovaba el pellizco y el borborismo subsecuente cada vez con más frecuencia hasta que, en el peor de los casos, se mantenía ininterrumpidamente. Aquí se presentaba la sensación de una obstrucción de arriba y abajo, de modo que no podía salir una ventosidad ni por arriba ni por abajo. La angustia y los dolores aumentaban de hora en hora, el vientre se hinchaba y se volvía sensible al dolor también por fuera. Con toda esta angustia, que se asemejaba a una fiebre, venían con frecuencia ganas de vomitar; además el pecho se constreñía, la respiración se hacía más corta y cada vez más difícil, sobrevenía un sudor frío y una especie de estupor con una extenuación total. En este momento le era imposible tragar una gota de líquido, ya no digamos algo seco. Así yacía en un estupor y fuera de sí, con la cara hinchada y los ojos saltados, sin dormir, varias horas; el ataque del cólico espasmódico cedía poco a poco en la violencia de los dolores, seguían algunas ventosidades por arriba o por abajo y así pasaba el ataque (a veces apenas al cabo de 16 a 24 horas después de que se había presentado). Pero las fuerzas regresaban sólo al término de tres o cuatro días, y entonces volvía a ser de nuevo hasta ahí semejante a una persona sana, sin más molestias, con excepción del mencionado dolor sordo y una debilidad general y el aspecto enfermizo. No podía decir con precisión si ese dolor sordo desaparecía durante los ataques, pero le parecía que sí. En estas circunstancias no podía permanecer en la imprenta; era cajista. El mal volvía siempre en las condiciones mencionadas y ahora ya había durado más de un año cuando empezó a servirse de mi ayuda. Era fácil caer en la conjetura de que los ataques provenían de una especie de ventosidades. Pero no era esto. Podía, sin la menor aprensión, tomar una buena comida de guisantes secos, lentejas, frijoles, papas, y también tenía que hacerlo, ya que sus condiciones domésticas no permitían mucho más. Pero ¿acaso sí se habría tenido que pensar en una especie de fermentación en las primeras vías, o en una especie de idiosincrasia contra lo dulce de las cosas? Pero nada menos que esto. Podía comer hasta hartarse, en la cantidad que quisiera, pasteles horneados con levadura, azúcar y leche, sin molestias, excepto que el primer ataque, como se dijo, parecía haberse originado por una sopa de cerveza. ¿O durante las cuatro horas (porque antes nunca se presentaba por la ingestión de las cosas arriba mencionadas) se había producido acaso un ácido pernicioso? Tampoco esto era la causa; el ácido cítrico y el vinagre, ambos le eran inofensivos. Tampoco vomitaba nunca un ácido, ni durante su frecuente ahogo en el ataque ni cuando se le prescribían eméticos. No le ayudaban ningunos polvos absorbentes, ningunos álcalis, ni durante el ataque ni tomados antes de él. Un médico había supuesto la tenia solitaria y le había hecho utilizar la cura de Herrnschwand; * sin éxito. Ni antes de ella ni después había arrojado lo más mínimo que se hubiera parecido a una tenia o siquiera a una lombriz. [h4a.es] Cuando vino a verme, el enfermo insistió tanto en esta idea de la tenia que no pude menos de prescribirle los mejores remedios contra eso y todo lo que es propio del método de Nuffer y de Clossius. ** Usó todo con paciencia y me pidió con insistencia que probara todo con esta intención. Tártaro emético [Antimonium tartaricum], gomaguta, estramonio, raíz de helecho macho (diariamente una onza durante cuatro días), carbón, semillas de cedoaria en gran cantidad, coloquíntida con aceites, aceite de ricino, estaño, hierro, semillas de sabadilla, azufre, petróleo, alcanfor, asa fétida, también sales laxantes; basta nada quedó sin ser probado, pero todo, como dije, en su mayor parte sólo por instancia suya, no según mi completa convicción, porque le faltaban, además de que nunca se observó que arrojara ningún tipo de lombriz, también los dos signos que por lo demás se me han presentado tan a menudo, el semblante con arrugas profundas y la sensación de una corriente fría que serpentea hacia la columna vertebral poco después de los alimentos. Inmediatamente después del uso de la semilla de sabadilla, que le había causado una sensación cosquilleante, como de hormigas, por la piel y un calor en el estómago y en todo el cuerpo, lo hice que probara con una pera. Pareció de verdad como si el ataque hubiera vuelto sólo muy benigno; pero después de que de nuevo lo dejé descansar de todos los medicamentos ocho días y luego lo puse a prueba otra vez con un pedacito de pera, se presentó el cólico tan fuerte como antes. Había olvidado decir que ya antes le había hecho tomar toda clase de los llamados remedios antiespasmódicos, por lo demás vigorosos, al inicio de los paroxismos. Pequeñas dosis de ipecacuana tomadas en seco, baños de pies tibios y baños más extensos, opio, aceite de cayeputí; sin éxito, sin alivio paliativo considerable. Yo tampoco pedía más entonces, sólo para poder hacer que empleara sin ser molestado la quina y lavados fríos del vientre para eliminar su debilidad. Como sus circunstancias en verdad exigían una ayuda pronta, puesto que la colicodinia ahora empezaba a aparecer también con la ingestión del más mínimo complemento vegetal de las comidas de carne, y como yo había satisfecho su deseo sin alcanzar nada, resolví darle un medicamento que provocara síntomas patológicos lo más semejante posible. Los dolores de vientre semejantes, la angustia, la constricción del pecho, la fiebre, la pérdida de las fuerzas, etc., que produce el eléboro blanco (Veratrum album), me parecieron adecuados para poder producir una ayuda duradera. Le administré cuatro dosis de polvos, cada una de cuatro granos y le ordené que tomara una dosis diariamente temprano, pero que me informara si se presentaran cualesquiera síntomas violentos. Esto no sucedió. Regresó sólo después de cinco días. Su confianza ilimitada en mi ayuda casi le hubiera jugado una mala pasada. El bien que yo le había prometido de los polvos lo había desviado a tomar diariamente dos dosis en lugar de una. Después de la segunda, sin que hubiera comido nada perjudicial para él, le empezó a surgir una enfermedad que no pudo describirme de otra manera, sino como que había sido su cólico espasmódico, o por cierto algo muy parecido. Pero no se dejó disuadir de tomar la tercera y la cuarta dosis al día siguiente (o sea, 16 granos en el lapso de dos días ni siquiera completos), pues entonces este cólico nervioso artificial, si me es lícito decirlo así, aumentó hasta un grado tan espantoso que, como él dijo, había luchado con la muerte, cubierto de sudor frío y casi se hubiera asfixiado. Había necesitado los tres días restantes para reponerse y ahora estaba aquí para escuchar lo que seguía. Lo reprendí por su falta de precaución, pero no pude menos de consolarlo con un buen final. El resultado lo confirmó; con una dieta moderadamente buena recuperó sus fuerzas y (desde hace medio año) ya no ha tenido ningún ataque de este tipo, y tampoco ningún amago de él, a pesar de que de vez en cuando ha comido alimentos que por lo común le eran perjudiciales, aunque moderadamente, como yo le había recomendado con insistencia. A partir de estos sucesos ya no tomó ningún medicamento; tampoco arrojó ninguna tenia después del eléboro blanco. El dolor latente en el hipocondrio izquierdo había desaparecido al mismo tiempo. Caso con Bell., Hyos. y Sulph. por trastornos tras insolación (Dos casos de los cuadernos de Hahnemann en Escritos Menores) Julie M. chica provinciana; 14 años de edad; aún no menstrúa. 12 de septiembre de 1842. Un mes antes se había quedado dormida en el sol. Cuatro días después de haber dormido en el sol, se apoderó de ella la idea espantosa de que había visto un lobo, y seis días después se sentía como si hubiera recibido un gran golpe en la cabeza. Ahora hablaba de manera irracional; se volvió como loca; lloraba mucho; a veces tenía dificultad para respirar; escupía moco blanco; no podía expresar ninguna de sus sensaciones. Se le dio Belladona 2 , en la potentización más atenuada, en siete cucharadas de agua; de esto, después de haberlo agitado, una cucharada en un vaso de agua, y después de revolverlo, se debería tomar una cucharadita en la mañana. Sep. 16. Algo más tranquila; puede sonarse la nariz, lo cual era incapaz de hacer durante su locura; aún habla un tanto sin sentido, pero no hace tantos gestos cuando habla. Lloró mucho la noche pasada. Buen movimiento. Sueño tolerable. Aún está muy inquieta, pero lo estaba más antes de la Belladonna. El blanco de los ojos está lleno de venillas rojas. Parece que tiene dolor en la nuca. Del vaso en el cual se revolvió una cucharada, se toma una cucharadita y se revuelve en un segundo vaso lleno de agua, y de esto se toman de dos a cuatro cucharaditas (incrementando la dosis diariamente una cucharadita), en la mañana. Sept. 20. Mucho mejor; habla más racionalmente; trabaja un poco; me reconoce y me menciona; y quiso besar a una dama presente. Ahora empieza a mostrar sus propensiones amorosas; se apasiona fácilmente, y ve el lado malo de las cosas; duerme bien; llora muy a menudo; se enoja por nada; come más de lo norma; cuando entra en sus cabales le gusta jugar, pero sólo como lo haría una niña pequeña. Belladona, un glóbulo de la potencia más alta: siete cucharadas agitadas en dos vasos, seis cucharaditas del segundo vaso temprano en la mañana 3 . Sept. 28. En los días 22, 23 y 24, día y noche mucho más alterado; mucha lascivia en sus acciones y palabras; se saca la ropa e intenta tocar los genitales de los demás; se enoja con facilidad y golpea a todos. Hyosciamus Xº, siete cucharadas, etc. una cucharada en un vaso lleno de agua; en la mañana una cucharadita. Octubre 5. Durante cinco día no quiso comer nada; se quejaba de cólicos; durante los últimos días menos malicia y menos lascivia; evacuaciones más bien sueltas; comezón en todo el cuerpo, especialmente en los genitales; sueño, bien. Sacch. Lactis durante siete días, en siete cucharadas, etc. Oct. 10º El 7 accesos de cólera excesiva; intentaba golpear a todos. El siguiente día, el 8, ataque de miedo y temor, casi como al principio de la enfermedad (temor a un lobo imaginario); temor de ser quemada. Desde entonces se volvió tranquila, y hablaba racionalmente y de nada indecente durante los dos últimos días. Sacch. Lactis, etc. Oct. 14. Muy bien y sensible. Oct. 18. Lo mismo, pero dolor de cabeza severo; propensión a dormir en el día; no tan animada. De nuevo Sulphur (nueva dinamización de la porción material más pequeña [Aquí Hahnemann hace referencia a la primera potencia de la escala cincuentamilesimal, también conocidas como potencias LM]) un glóbulo en tres vasos; en la mañana una cucharadita. Oct. 22. Muy bien; dolor de cabeza muy ligero. Sulphur, la siguiente potencia [2ª LM] en dos vasos de agua. Continuó con el Sulphur ocasionalmente hasta noviembre, tiempo en el que fue y aún es una chica saludable, racional, y afable. Caso con Bell., Merc., Sulph. y Nit-ac. de dolor de garganta recidivante (Dos casos de los cuadernos de Hahnemann en Escritos Menores) O-t, actor, 33 años, casado. 14 de enero de 1843. Durante muchos años había padecido frecuentemente dolor de garganta, como ahora y durante el mes pasado. El anterior dolor de garganta había durado seis semanas. Al tragar saliva, sensación de escozor; sensación de contracción y excoriación. Cuando no tenía dolor de garganta sufría de una presión en el ano, con violentos dolores excoriantes; entonces el ano está inflamado, abultado y apretado; sólo con gran esfuerzo puede entonces evacuar, cuando se salen los vasos hemorroidales. El 15 de enero, tomó, en la mañana antes del desayuno, una cucharadita de una solución de un glóbulo de Belladona X° , disuelto en siete cucharadas de agua, de lo cual se revolvió bien una cucharada en un vaso de agua. Ene. 15. En la tarde agravación del dolor de garganta. Ene. 16. Desapareció el dolor de garganta pero la afección del ano regresó como se describió antes; una fisura abierta con dolor excoriante, inflamación, abultamiento, dolor pulsante y constricción; también en la tarde defecación dolorosa. Confesó haber tenido un chancro ocho años antes, que había sido destruido, como de costumbre, por medio de sustancias cáusticas, después de lo cual aparecieron todas las afecciones antes mencionadas. Ene. 18. Merc, viv, un glóbulo de la nueva dinamización más baja [1ª LM] (que contiene una cantidad sumamente menor de sustancia que el tipo normal), preparada de la misma manera, y para tomarse de la misma forma que la belladonna (agitando el frasco cada vez), una cucharada en un vaso lleno de agua bien revuelto. Ene. 20. Casi sin dolor de garganta. El ano mejor, pero aún siente dolor excoriante después de la defecación; sin embargo ya no tiene pulsaciones, ni abultamiento en el ano, ni inflamación; ano menos contraído. Un glóbulo de Merc. viv. (2/0) [2ª LM] la segunda potentización del mismo tipo; preparada de la misma manera, y tomada en la mañana. Ene. 25. Garganta casi bien; pero en el ano dolor en carne viva y punzadas severas; dolor tremendo en el ano después de defecar; aún alguna contracción y ardor. Ene. 30. En la tarde, la última dosis (una cucharadita). El 28 el ano estaba mejor; severo dolor excoriante de garganta. Un glóbulo de azúcar de leche [Sacch. Lactis] durante siete días; preparado y tomado de la misma manera. 7 de febrero. Severo dolor ulcerativo en la garganta. Dolor de vientre, pero buenas evacuaciones; muchas sucesivamente, con mucha sed. En el ano todo está bien. Sulphur 2/0 {2ª LM] en siete cucharadas, como antes. Feb. 13. Tiene dolor ulcerativo en la garganta, especialmente al tragar saliva, de la que ahora tiene gran cantidad especialmente copiosa el 11 y el 12. Severa contracción del ano, especialmente desde ayer. Ahora olió Merc. y va a tomar como antes Merc. v. 2/0, un glóbulo en siete cucharadas de agua, y media cucharada de brandy. Feb. 20. Garganta mucho mejor desde el 18. ha sufrido mucho con el ano; la defecación causa dolor cuando pasa; menos sed. Sacch lactis en siete cucharadas. Marzo 3. Ya no hay dolor de garganta. Yendo a evacuar sale una protuberancia hemorroidal desangrada (anteriormente esto sucedía acompañado con dolor ardiente y en carne viva), ahora con mera comezón en el punto. Oler Acid. nitri. y después azúcar de leche en siete... Ya casi sin dolor después de la defecación; ayer un poco de sangre en la defecación (un viejo síntoma). Garganta bien; sólo un poco sensible cuando bebe agua fría. Olfación de Acid. nitri. (la olfación se realiza abriendo un pequeño frasco que contiene una onza de alcohol o brandy en donde se disolvió un glóbulo, y se huele por un momento o dos. Continúa sano hasta la fecha.

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